Entrevista

Josep Piqué: «Es ahora cuando hay que definir una estrategia a largo plazo en Cataluña»

«El problema sería mucho más gestionable si los catalanes comprometidos con la idea de España volvieran a ser el 70 ó el 80 por ciento»

El ex ministro del PP Josep Piqué, coator del libro«Escucha, Cataluña. Escucha, España» Maya Balanya
Àlex Gubern

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El exministro del PP, Josep Piqué, es coautor del libro «Escucha, Cataluña. Escucha, España» (Ed. Península), un título que toma prestado el primer verso de la «Oda a España» del poeta Maragall. Junto al ministro socialista y expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell, el catedrático Francesc de Carreras y el jurista Juan-José López Burnio, Piqué trata en esa obra de aportar serenidad a la cuestión catalana. En esta entrevista, Piqué analiza para ABC el momento político en Cataluña.

En su trayectoria política ¿había visto algo similar a lo sucedido en el Parlament esta semana? ¿Qué sensación le queda?

La sensación es de tristeza, de estupefacción, cuando ves una institución democrática que se salta todos los procedimientos. En un sistema democrático consolidado, homologado internacionalmente, como es España, es algo que no habíamos visto nunca. Solo en países dictatoriales, o en vías de serlo, como Venezuela.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Una parte de la sociedad catalana lo justifica.

Conviene hacer una aproximación sociológica. En Cataluña siempre habrá una parte de su población independentista. También es cierto que hay un porcentaje del secesionismo que es sobrevenido, coyuntural, oportunista o táctico, que cree que presionando por esa vía se pueden lograr otros objetivos. Es un independentismo de última hora que sí creo que puede verse afectado por lo que está sucediendo: una cosa es pedir la secesión, algo que es perfectamente legítimo, y otra hacerlo por cauces ilegales o antidemocráticos. Como bien dijo el diputado Joan Coscubiela, no se ha luchado tantos y tantos años por las libertades y para tener una democracia plena como para que ahora vengan unos señores y se lo carguen.

¿Ha habido dejación del Estado en Cataluña?

Mire, como dice el refrán, no tiene mucho sentido llorar por la leche derramada. Pero efectivamente no se ha hecho pedagogía para contrarrestar argumentos. Hemos dejado el terreno de juego sin uno de los equipos y, cuando esto pasa, el otro equipo gana por goleada. Es ahora cuando hay que definir una estrategia clara para que los catalanes comprometidos con la idea de España vuelvan a ser el 70 ó el 80 por ciento. El problema sería mucho más gestionable. Se trata de conseguir que una mayoría muy clara vea que les conviene seguir en España, porque es la vía para estar en Europa, y porque nunca Cataluña había tenido una etapa tan próspera y brillante como en estos últimos 40 años. Eso a veces se olvida.

¿Por qué no se ha hecho hasta ahora esa pedagogía?

Había la percepción de que los independentistas no se atreverían a llegar tan lejos, a saltarse de una manera tan flagrante las normas y los procedimientos, los usos democráticos, en definitiva, la ley. En el conjunto de la sociedad catalana, y española, había la percepción de que imperaría el sentido común. Ahora se ve que en el independentismo no hay sentido común. Estoy convencido de la derrota política del independentismo. Otra cosa es que el problema político va a subsistir. El problema el 2 de octubre va a seguir ahí

¿Cómo valora la acción del Gobierno en esta crisis?

La acción del Gobierno ha sido la correcta. Otra cosa es que se le deba exigir al Gobierno, y a las fuerzas políticas y al conjunto de la sociedad, este trabajo de pedagogía necesaria para poder reconquistar a una parte significativa de la sociedad catalana. La reacción del Gobierno es la correcta desde el punto de vista de sus obligaciones, pero la visión ha de ser también estratégica, a largo plazo. Serán años. Igual que el independentismo ha estado muchos años en esta construcción, utilizando los medios, los símbolos, señalando siempre los agravios, sean concretos o difusos... Han estado 40 años con esto. Los que no somos independentistas tenemos que tener mucha paciencia y mucha persistencia.

¿Abrir ahora el debate territorial es oportuno?

Tenemos que ser conscientes de que a los independentistas irreductibles nada les será suficiente. Otra cosa es que en base a un modelo tan descentralizado como el español, que va más allá del federalismo en algunos aspectos, podamos hablar del método de financiación, que es obvio que no está funcionando bien, o del modelo territorial. Yo no veo conceptualmente rechazable que se pueda debatir sobre el modelo territorial. Seguro que hay cosas que se pueden ajustar, mejorar. Pero eso nunca se puede ofrecer como instrumento para convencer a quienes no se dejan convencer y quieren saltarse la ley.

¿Lo que se llegó a conocer como tercera vía ha quedado sepultada?

Las apelaciones de la llamada tercera vía se producían en un momento en el que se creía que las instituciones catalanes podían entrar en razón, en una fase de negociación. Ahora se ha visto que eso no es posible porque estas instituciones ya no representan al conjunto de la ciudadanía, como se ha visto esta semana en el Parlament. En un momento de radicalización del independentismo, y de firmeza democrática, como no puede ser de otra manera, por parte de las instituciones españolas, las terceras vías tienen poco espacio. Otra cosa es que a largo plazo todo debe solucionarse desde el diálogo, la moderación, el sentido común y el respeto absoluto a la ley.

¿Teme un escenario de violencia?

No lo deseo en absoluto, claro, y por eso me dan mucho miedo las apelaciones a la movilización en la calle, porque se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban. En ese magma heterogéneo del independentismo hay una fuerza que no renuncia a la violencia para conseguir sus objetivos. También me preocupa que haya quien busque la división en los cuerpos de seguridad, particularmente de los Mossos.

¿Hay fractura social en Cataluña?

Cuando lo dices, el secesionismo lo niega. Se habla de revolución de las sonrisas, y todos, incluso ellos, saben que no es verdad. Hay una presión social y mediática muy fuerte sobre aquella parte de la sociedad, mayoritaria, que no es independentista. Ha habido «escraches» y amenazas contra los partidos constitucionalistas, y en determinados ámbitos del mundo rural, definirse como no independentista es entrar o en un espiral de silencio o de marginación social. Que hay una fractura en Cataluña que afecta a familias, amigos o en el trabajo, es innegable. Es uno de los costes más trágicos de este proceso, en contraste con un nacionalismo catalán que en las últimas décadas, al menos de puertas afuera, expresaba siempre su deseo de no dividir, de integrar, de que no hubiese fracturas. Ahora, como han decidido que el objetivo es la independencia, el coste de la fractura trágica y profunda no les importa. Es deplorable.

¿Cómo se imagina Cataluña en 2027?

Cataluña es una realidad política innegable, aunque nunca ha sido un sujeto político independiente, salvo en momentos muy concretos y a menudo desgraciados. Me gustaría en 2027 ver una Cataluña autogobernada de acuerdo con la Constitución, felizmente integrada en una realidad española y no centrada en el cultivo de las diferencias que explican una realidad de España que no es cierta. Me gustaría que Cataluña supiera lo que es en realidad España, un país que quiere y estima a Cataluña.

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