Manuel Marín

El error de interpretar a Rajoy

La imagen no condiciona a Rajoy tanto como los criterios de confianza y expectativa de eficacia

Manuel Marín
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El error de interpretar a Mariano Rajoy consiste en atribuirle la expectativa de un modelo de Gobierno basado en los variados criterios periodísticos al uso, y descubrir después que el presidente sigue siendo fiel a su propia mentalidad y ejecutoria. La elaboración de quinielas, convertida en una costumbre obsesiva sin mayor recorrido que un divertimento especulativo, dibuja gobiernos «políticos», «empáticos» y «comunicativos» como oposición a gobiernos «técnicos», «grisáceos» o «de gestión». Hoy, el peso de un Ejecutivo se mide en virtud de las expectativas mediáticas que genera, de los perfiles de simpatía o antipatía atribuibles a sus miembros, de su capacidad de exposición pública y de su versatilidad para el pugilato dialéctico. Se atribuye o niega a cada ministro una voluntad negociadora sin apenas reparar que unos provienen del rodillo autoritario que implica la mayoría absoluta, y que otros ni siquiera han tenido la oportunidad de demostrarla.

¿Qué es un Gobierno «político» y qué no lo es? ¿Con qué criterios se juzga? Conclusión: la imagen no condiciona a Rajoy tanto como los criterios de confianza, lealtad, trayectoria y expectativa de eficacia. Rajoy ejecuta y no mide para satisfacer tertulias. Cada ministro «de peso» tiene motivos contradictorios para ser feliz y, a la vez, haber visto frustrada alguna expectativa. Aunque todos sonríen, para muchos hay cara y cruz. Por eso, la imagen preventiva de un Gobierno como factor de credibilidad es irrelevante para Rajoy.

Sus mecanismos volitivos le inclinan siempre por el modelo «gestor» para dar forma a sus proyectos, independientemente de la opinión que generen porque eso sigue siendo secundario para Rajoy. Le bastará con que, de puertas afuera de Moncloa, los ministros no rompan platos y controlen su ego.

Rajoy finge creer en una legislatura de largo recorrido. Pero el espectro político de este Gobierno no tiene visos de ser amplio. Difícilmente un PSOE en plena refundación orgánica asumirá el riesgo de regalar más bazas al PP, y sin los socialistas las urnas siempre serán una amenaza convenientemente controlada por Rajoy. Es un Gobierno ideado para pactar. Rajoy ha sacrificado a dos ministros muy cercanos porque era insostenible mantenerlos y el estigma habría sido demoledor, pero entregar cabezas nunca será suficiente. Proyectar acuerdos con la oposición a cuatro años vista es una entelequia en la que pocos confían porque la duración de la legislatura vendrá predeterminada por la oposición. Creer que un indefinido Gobierno «político» en lugar de uno «gestor» prolongará la legislatura es una ingenuidad.

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