Felipe VI en su viaje a Reino Unido
Felipe VI en su viaje a Reino Unido - AFP

La embajada española en Londres se quedó pequeña para saludar a los Reyes

Felipe VI recordó a Aysha Frade e Ignacio Echeverría, los españoles muertos en atentados yihadistas en la capital británica

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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El segundo día de la visita de Estado de los Reyes al Reino Unido, este jueves, está consagrado a los asuntos económicos -el apoyo a las empresas en el primer destino de nuestra inversión exterior-, y a la comunidad española. La jornada comenzó a las diez de la mañana con un foro económico anglo-español en plena City de Londres, en la Mansion House, muy cerca del Banco de Inglaterra. Allí el Rey demandó un Brexit con mínimas barreas, recordó que España es el país grande de la UE que más crece y en un guiño liberal elogió las bondades de la economía abierta y las reformas liberalizadoras.

Tras el encuentro económico, al que asistieron casi doscientos empresarios de los dos países, los Reyes recordaron la historia de las grandes monarquías española e inglesa, tan entrelazadas en muchos momentos, con una visita a la Abadía de Westminster.

El templo de acabado gótico, levantado entre 1245 y 1517 y completado con sus dos torres en el siglo XVIII por el gran arquitecto Wren, es la basílica donde se corona y se despide a los reyes británicos fallecidos. En la visita ejerció de anfitrión el Príncipe Harry, con traje azul marino y corbata azul clara.

En esta visita está afrontando su labor de representación de más enjundia hasta ahora en nombre de la Casa Real. La abuela Isabel va dando confianza al que fuera un joven problemático y que hoy, a sus 32 años, es uno de los miembros más apreciados de la familia real, a decir de las encuestas, gracias a sus campañas en favor de los veteranos de guerra mutilados y el mejor tratamiento de las enfermedades mentales.

Los Reyes de España recorrieron el templo escuchando las explicaciones de su deán, el doctor John Hall, que comentó que mantuvo con el Rey «una buena conversación, lo vi muy relajado». Los Reyes y Harry Windsor depositaron una corona con los colores de España ante la tumba del soldado desconocido, situada en el suelo de la abadía, donde reposan caídos en los campos de batalla de Francia durante la Primera Guerra Mundial. El ramo estaba compuesto por rosas amarillas y claveles rojos. También se detuvieron ante el sepulcro de Leonor de Castilla, la española que en el siglo XIII fue reina de Inglaterra por su matrimonio con Eduardo I. Era a su vez hija de Leonor de Plantagenet, princesa inglesa que se casó con Alfonso VIII de Castilla en 1177. El mausoleo es obra de William de Torel y data de 1291.

Los Reyes firmaron en el libro de honor de la abadía donde en junio de 1953 se coronó la incombustible Isabel I. Ahí se produjo una pequeña anécdota, porque las estilográficas del templo no funcionaban. La Reina Letizia, que vestía camisa azul marina y falda clara floreada, de Carolina Herrera, lo arregló fácil pidiendo un bolígrafo a un acompañante. En las inmediaciones de la abadía, numerosos curiosos y simpatizantes de la realeza siguieron la entrada y salida del príncipe Windsor y el Rey Borbón y su esposa.

Tras dejar Westminster, los Reyes, que van de acto en acto casi sin respiro, acudieron a la embajada española, sita en el prohibitivo barrio de Belgravia, para mantener un encuentro con la comunidad española en el Reino Unido. La embajada se quedó pequeña, aunque no lo es, con más de 500 personas casi apretujadas para tratar de ver a los Reyes. Su popularidad entre sus compatriotas se hizo allí patente. Los teléfonos móviles del público no dejaron de grabar y lanzar fotos ni siquiera cuando sonó el himno de España. El Rey hizo un discurso muy afectuoso para con los españoles que viven en el extranjero, que recordó que son dos millones, 116.000 en Reino Unido según las cifras oficiales. · «Como os podéis imaginar para la Reina y para mí los encuentros con nuestros compatriotas son una parte esencial y siempre muy grata de los viajes de Estado».

Pero lo primero que hizo el monarca fue recordar a las dos víctimas españolas de los atentados yihadistas que ha sufrido Londres este año, Aysha Frade, una mujer de origen gallego que trabajaba en un colegio y murió atropellada en marzo en el Puente de Westmisnter, y el madrileño Ignacio Echeverría, «que valientemente puso su propia vida en peligro y la perdió trágicamente tratando de salvar a otras personas». «Les echamos de menos y nunca los olvidaremos», dijo el Rey en un momento de emoción para todos los asistentes.

Al igual que había hecho en el Parlamento en su discurso del primer día ante las dos Cámaras, volvió a demandar garantías tras el Brexit sobre la situación de los comunitarios residentes en el Reino Unido, «una certidumbre que os permita continuar con tranquilidad y confianza vuestras vidas en este país».

Tras el breve discurso, con el mejor talante y paciencia y sin perder la sonrisa, los Reyes fueron saludando a los españoles que se apelotonaban para tratar de saludarlos. En el patio de la embajada se ofrecía mientras tanto un aperitivo, servido por Hispania, uno de los muchos buenos restaurantes españoles de Londres y también uno de los pioneros.

Nada más dejar la embajada, el Rey acudió solo a comer con Theresa May en el Número 10 de Downing Street. Era una fecha señalada para la primera ministra, pues justo este jueves se cumple un año de su llegada al poder. Contra todo pronóstico, la que algunos presentaban como la segunda Dama de Hierro semeja hoy más bien una Dama de Lata, enormemente debilitada tras perder la mayoría absoluta con su apuesta de adelantar las elecciones el pasado 8 de junio. May sufre intrigas para derrocarla, la economía suscita dudas por la autolesión del Brexit y su plan para hacer frente a la salida de la UE parece difuso.

Ayer mismo un importante especialista en la función pública criticó la falta de medios con que el Reino Unido está abordando el ingente esfuerzo burocrático del Brexit, que supondrá desengancharse de 44 años de vínculo estrechísimo con la UE, cuya legislación forma unos capilares que irrigan toda la vida británica. May presentó precisamente este jueves al Parlamento la que llama la «Gran Ley de Revocación», que será votada en otoño y trata de convertir en leyes británicas todas las normas europeas acumuladas. La oposición anuncia enmiendas a ese proceso y no quiere, entre otras cosas, que el país se desvincule del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Los Reyes cerraron la jornada con un banquete en su honor organizado por la City de Londres en el Guidhall, sede de la corporación de la apodada como «la milla cuadrada», donde reside el poder financiero británico, hoy amenazado por la pérdida del pasaporte europeo de las entidades bancarias allí radicadas que puede provocar el Brexit.

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