El buque Juan Sebastián en Elcano en Santo Domingo, antes de recalar en Nueva York
El buque Juan Sebastián en Elcano en Santo Domingo, antes de recalar en Nueva York - EFE

Elcano se va de fiesta en Nueva York

El espectacular buque escuela de la Armada española se viste de gala en su noventa cumpleaños con los rascacielos de Manhattan como escenario

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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«Es el barco más bonito del mundo». Al alférez de navío Gonzalo Vallespín Terry le gusta bromear, pero no hay rastro de chanza en su descripción del Juan Sebastián Elcano, el buque escuela de la Armada española, donde él se formó y donde ahora está embarcado en un crucero por el Atlántico de algo menos de cuatro meses. Esta semana ha remontado las aguas del río que tomó el nombre de su primer explorado, Henry Hudson, a comienzos del siglo XVII, y ha paseado el esplendor de sus veinte velas hinchadas de viento en la bahía de Nueva York, que vio por primera vez el italiano Giovanni de Verrazano, en 1524. Dos años antes, el guipuzcoano Juan Sebastián Elcano había completado de forma heroica la primera vuelta al mundo.

Ayer por la noche, el buque se vistió de gala para celebrar sus noventa años de vida en su llegada a Nueva York, donde estará atracado hasta el próximo lunes, con el sol cayendo por la orilla de New Jersey y las primeras luces de los rascacielos de Manhattan. Los oficiales, la marinería y los guardiamarinas que participan en este crucero de instrucción dieron un respiro a la vida dura del mar con autoridades españolas y representantes de la sociedad civil, encabezados por el nuevo embajador en EE.UU., Pedro Morenés. Recepción en cubierta, copas y brillo en los ojos de los más jóvenes por ir a descubrir la Gran Manzana.

Horas antes, sin embargo, mientras Vallespín pasea por la cubierta del Elcano la actividad es frenética. Un grupo de guardiamarinas en cadena se lanzan cajas con víveres unos a otros para abastecer la bodega para el próximo trayecto. Un marinero chapurrea en inglés con el operario de una gabarra que trae combustible para el motor auxiliar de la nave. «Se va a petrolear, queda prohibido fumar o cualquier actividad que provoque chispas», advierte una voz por megafonía. El humo y la música de salsa se escapan por los ventanucos de la cocina, donde se pelan gambas y huele que alimenta.

«¿Lo más duro? No sé, a mí me gusta esto», dice con una sonrisa el comandante del barco, el capitán de navío Victoriano Gilabert Agote, mientras un grupo de guardiamarinas, encaramados en lo alto del palo de trinquete, aseguran la recogida de una de sus grandes velas. «Quizá lo peor son las ausencias, no estar con tu familia, estar fuera de casa muchos meses», reconoce. «También las condiciones del mar a veces son duras». En lo que va de crucero, han tenido de todo, «buenos vientos, calmas y tormentas». Estas últimas las navega muy bien el Elcano, que es un barco "muy marinero", dice con orgullo su comandante.

Las penalidades de la vida del mar se compensan con experiencias como la que los guardiamarinas tienen esta semana en Nueva York. Muchos se van de permiso y se dan el lujo de una habitación de hotel después de semanas apretados en las literas de las tripas del barco.

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