Marisa Gallero

La culpa de todo no era ni de Bárcenas ni de Yoko Ono, sino de Lapuerta

Marisa Gallero
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«Luis Bárcenas estaba subordinado al señor Lapuerta», afirmó Francisco Álvarez-Cascos, con su maletín abultado con carpetas y documentos. «El gerente dependía del tesorero. No era un cargo político», especificaba Javier Arenas, con dos cuartillas en la mesa con apuntes a mano. Explicando que en una reunión, Lapuerta le explicó cuáles eran las fuentes de financiación del partido. «Venían de las ayudas públicas, cuotas de militantes y donaciones, que representaban un porcentaje muy pequeño», aseguraba arqueando la ceja.

«Yo no era el superior jerárquico de Álvaro Lapuerta. No es mi competencia controlar al tesorero», repetía Ángel Acebes con la mirada perdida, incómodo, con un relato contradictorio sobre una compra de acciones de «Libertad Digital». «Lapuerta nunca me llamó.

Ni Bárcenas. Nadie me llamó para pedirme tratos de favor», señaló Rodrigo Rato descartando amaños en los créditos FAD, preguntándose cómo estaba de vuelta en la Audiencia de las black en el polígono de la calle Límite. Jaime Mayor Oreja, serio y cabizbajo, ni siquiera había leído en la prensa los «papeles de Bárcenas», negando que «en modo alguno» manejara los fondos del PP europeo.

Así fueron pasando los principales exministros de José María Aznar por delante del Tribunal de Gürtel, sintiendo la mirada en la nuca de sólo tres —Jesús Sepúlveda, Bárcenas y Guillermo Ortega—de los 37 acusados. Contestando esquivos a las preguntas de la «caja B» del PP, como lo hicieron en fase de instrucción ante el juez Pablo Ruz, y detallando cómo funcionaba realmente la Tesorería. Por sus relatos, la culpa de todo, no era de ni de Bárcenas ni de Yoko Ono, como cantaba Def con Dos, sino de Álvaro Lapuerta, apartado del juicio por demencia sobrevenida.

¿Quién es realmente Lapuerta?

Pero, ¿quién es realmente Lapuerta? Fue la esencia del Partido Popular. Fundador de Alianza con Manuel Fraga –«en aquel entonces estaban los siete magníficos y los menos magníficos, a los que yo pertenecía»–. Vicepresidente primero de Alianza Popular, portavoz en el Congreso, miembro de la Junta Directiva Nacional y desde 1993, sustituyendo a Álvarez-Cascos, tesorero nacional del partido. «Me llamó Aznar, porque había estado conmigo en su primer destino profesional en La Rioja. Y me dijo que le echara una mano… Existía un gran desorden contable».

Se habían conocido en el periódico «La Nueva Rioja», del cual era accionista mayoritario. «Un político clásico, hablador, extrovertido, abogado del Estado», le describía el expresidente en sus memorias. Toda una vida unida a la formación conservadora. Cuando en septiembre de 2003, Lapuerta cumplía setenta y seis años, se planteó con tranquilidad su relevo. Pensaba que había que retirarse a una determinada edad como los obispos.

Habló con Luis Bárcenas, su persona de confianza y amigo durante la última década, y le sugirió que se presentara a senador. Desde el caso Naseiro, cuando el tesorero dio con sus huesos en los calabozos durante cinco días, sin contacto con el exterior, el Partido Popular decidió que ese cargo de confianza siempre tenía que ser para una persona aforada.

Lapuerta cortó el gripo a las empresas de Correa

Justo a los tres meses de su nombramiento, Lapuerta cortó el grifo a escala nacional a su principal proveedor electoral, el grupo de empresas de Francisco Correa. Fue tras un chivatazo de un amigo empresario, que le avisó de una operación urbanística corrupta por parte de Don Vito en el ayuntamiento madrileño de Arganda del Rey.

Lapuerta lo reveló en una reunión en el despacho de Mariano Rajoy en Génova en noviembre de 2004, ante la presencia de Bárcenas y Esperanza Aguirre. Detrás de la denuncia, estaba el factor humano de toda la historia. Su obsesión por Ignacio González. No escatimaba en esfuerzos por descubrirle. Preparó un dossier que le pasó a Rajoy, contrató detectives, se reunió con periodistas para adelantar sus pesquisas. Era una guerra personal, no entre facciones del PP, que demostraba cómo se movía realmente el tesorero popular.

La última reunión entre Lapuerta y Bárcenas

En junio de 2008, antes del Congreso de Valencia, Lapuerta dimitió como tesorero. Heredó el puesto su mano derecha, Bárcenas, nombrado por Rajoy. Continuando su amistad hasta su última comida, el 14 de diciembre de 2012, junto con Luis Fraga y José Ignacio Llorens, diputado por Lleida.

Durante la sobremesa, Bárcenas le contó que había ido a un notario para dejar constancia de cómo funcionaba la contabilidad del partido cuando trabajaban juntos, cuando sabía que estaba al llegar una Comisión Rogatoria de Suiza. Lapuerta le respondió lacónicamente: «Tenías que haberme consultado». Ya no se volverían a ver más.

Salpicado por los «papele de Bárcenas»

Lapuerta se ve arrastrado por el ciclón cuando aparecen los papeles secretos de Bárcenas. En su única declaración ante la Fiscalía Anticorrupción en febrero de 2013 reconoció que era el único que tenía firma y que no había tocado «en todo el tiempo que he estado, nunca dinero con las manos… He sido muy escrupuloso».

Antonio Romeral le preguntó por las fuentes de financiación del Partido Popular. «En un determinado momento en que se permitían las donaciones anónimas… No me acuerdo de las fechas exactas… Entonces tenían una limitación de cuantía, se cumplía esa limitación y nada más. A mí normalmente la gente venía a hacerme una donación, quería que yo me enterase… Incluso las anónimas», le explicó.

En la sala estaba su abogado, Javier Iglesias, curiosamente el que ahora representa a Correa en la pieza separada de los «papeles de Bárcenas», esa que sigue sin fecha de juicio, quién propuso al principio del tsunami que se hiciera una falsificación de los papeles para así dar la sensación de que se habían manipulado y desmontar las fotocopias publicadas por «El País».

Antes de que la Audiencia Nacional archivase la causa contra Lapuerta por «demencia sobrevenida», sus hijos denunciaron «extrañas caídas» de su padre a las puertas de su domicilio. El propio Partido Popular lo absolvió enviando un escrito a la Sala de lo Penal sosteniendo que «no les consta que haya ningún perjuicio al partido por razón de actos apropiativos, de distracción o de falta de diligencia en el ejercicio de sus funciones».

El silencio de Lapuerta, el hombre que ahora todos los exministros de Aznar señalan como la máxima autoridad en la Tesorería del Partido Popular, se lleva consigo parte de los secretos de la cara oculta de la sexta planta de Génova 13.

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