Salvador Sostres

Cuatro amaneceres

Se puede ser independentista, monárquico, republicano y hasta vegetariano. España es un país libre y con cauces para que cada idea pueda ser expresada y vehiculada.

Salvador Sostres

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El independentismo está demostrando estos días lo peligroso que puede llegar a ser el amor sin talento, sin inteligencia y con el instinto de supervivencia atrofiado por esa mezcla tan letal de arrogancia, fanatismo y vanidad. Escribir la crónica de la minuciosa demolición de Cataluña nos está dejando tan insólitamente estupefactos que va a tener que pasar un tiempo hasta para poder llorar. Los que quieren liberarnos de lo que nos roba España nos han robado el Banco Sabadell y La Caixa, además de otras tantas empresas que también se están marchando. Y eso por no hablar de la convivencia y del derecho a poder ir tranquilo por tu ciudad.

Hay otra Cataluña, o eso quiero creer, que es mejor. Pero para realmente serlo tendrá que demostrarlo. Es cierto que pagamos impuestos para no tener que ser héroes pero de vez en cuando la vida nos pone ante el vértigo de decir quién somos y qué hacemos. Y si la parte de los catalanes que aprecia su bienestar, su progreso y su libertad no se levanta para defenderse, merecerá perder todo lo que tiene, que es muchísimo. Tanto, que la generación inmediatamente anterior a la nuestra no se atrevió ni a soñarlo. Somos responsables de nuestro destino personal y colectivo. Es inútil buscar culpables y excusas. Si la Cataluña que es mejor no lo demuestra, no podrá hacerse la estrecha o la indignada ante la dureza que se suele necesitar para sofocar los procesos revolucionarios. Quizá no habríamos llegado tan lejos si nos hubiéramos tomado más en serio nuestra condición de ciudadanos libres y por lo tanto responsables.

Se puede ser independentista, monárquico, republicano y hasta vegetariano. España es un país libre y con cauces para que cada idea pueda ser expresada y vehiculada. Pero no podemos olvidar nuestro imperio de prestaciones y comodidades, la extraordinaria bonanza que nos rodea y que nos permite llevar unas vidas apacibles, seguras y con fundadas esperanzas; no podemos olvidar nuestro pacto fundamental de justicia y libertad que nos reúne en La Civilización y nos aleja de la barbarie: porque esto es lo más íntimo, valioso y extraordinario que poseemos, porque esto es lo que esencialmente somos y cualquier llamamiento a ponerlo en riesgo o a directamente destruirlo tiene que ser considerado contrario a los intereses de la Humanidad y abrumadoramente combatido.

De aquí al lunes nos quedan a todos los catalanes, independentistas o no, cuatro amaneceres para levantarnos y recordar qué bien vivimos.

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