TESTIGOS DEL ATENTADO

«Conducía haciendo eses, atropellando todo lo que podía»

Los testigos relatan cómo se escondieron en los comercios para huir del ataque

Vídeo: Testimonios: "La furgoneta ha dejado un reguero de cadáveres" ABC
David Morán

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Caos y terror en el corazón turístico y comercial de Barcelona. Carreras atropelladas por las callejuelas que conectan las Ramblas con el barrio del Raval, centenares de personas buscando refugio en hoteles y restaurantes y una mezcla de pánico y estupor ante el brutal atropello masivo que sorprendió ayer por la tarde a cientos de viandantes en el centro de la capital catalana.

« Conducía haciendo eses , atropellando todo lo que podía», relató un taxista, que acababa de dejar a un cliente en plaza Cataluña cuando contempló con horror cómo un vehículo irrumpía en la calzada central del paseo y comenzaba a dar volantazos. «He visto salir a gente volando» , añadió tras comprobar que la furgoneta se perdía Rambla abajo, desatando el pánico a su paso y buscando «hacer el máximo daño».

El rápido despliegue policial transformó la siempre bulliciosa y superpoblada arteria barcelonesa en un desierto acordonado y custodiado por agentes armados. Furgones policiales pasaban a toda velocidad bordeando un perímetro de seguridad que se extendía entre las plazas Urquinaona y Universidad, las ambulancias subían y bajaban por los laterales del paseo y agentes de los Mossos d’Esquadra y de la Guardia Urbana corrían pistola en mano emplazando a los viandantes a esconderse en locales y portales. En ese momento, centenares de personas se desperdigaron por el antiguo barrio Chino y el Gótico buscando refugio.

Albert Tort, enfermero, trató de reanimar a un hombre que yacía a su lado. «Fue inútil», explicaba afligido

«Estaba junto al Palau de la Virreina y he visto como una furgoneta a toda velocidad iba arrollando a la gente, y ésta escapaba por los lados. Había mucha confusión», explicó Lourdes Porcar, una de las testigos del atentado. «No sabía qué hacer y llevo una hora corriendo», añadió un joven marroquí que había llegado a la estatua de Colón, al pie de las Ramblas, huyendo del ataque. «Estaba comprando tabaco y al salir, he visto a muchas personas en las Ramblas, en el suelo, sangrando. Un kiosco estaba parcialmente destrozado. No sabía qué hacer y he salido corriendo a través del Raval. Llevo una hora corriendo», relató en declaraciones a Efe.

Joan Pere Margalef, vecino de Flix (Tarragona) que se encontraba en la ciudad acompañando a unos amigos de Sevilla, esquivó la furgoneta a la altura de la fuente de Canaletas, junto al comienzo de las Ramblas. «Me ha pasado la furgoneta a un palmo. Me he librado de milagro» , explicó el afectado, que tuvo que permanecer recluido durante horas en una céntrica heladería por orden de los Mossos d’Esquadra.

Un grupo de ciudadanos asiste a uno de los heridos ABC

En busca de refugio

La mayoría de peatones, muchos de ellos turistas que aprovechaban una soleada tarde de verano en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, también optaron por dispersarse por la zona y buscar refugio en comercios y restaurantes cercanos. «Acabábamos de entrar en un restaurante cuando muchísima gente ha entrado de golpe en él, no sabíamos qué pasaba. Ha habido mucha confusión», relató Noelia.

A medida que la policía empezó a acordonar la zona, los Mossos comenzaron a desalojar locales y a permitir a quienes se habían quedado atrapados en el perímetro abandonar el cordón policial. En algunos momentos se llegaron a acumular cientos de personas en un mismo local. «No se atreven a salir. Esperamos que los agentes nos confirmen que hay cierta seguridad para comunicarlo a los clientes y que puedan salir de nuestros locales», explicaba M. A., empleada de uno de los restaurantes de una conocida cadena. «No saben qué va a pasar ni pueden comunicarse con los suyos porque hay inhibidores debido a la operación policial».

«Me he librado de milagro», asegura Joan Pere, que permaneció recluido durante horas en una heladería

El caos provocó nuevas escenas de pánico, con un amago de estampida en el Corte Inglés ante informaciones de un posible tiroteo rápidamente desmentido por la policía catalana, noticias contradictorias sobre si uno de los supuestos atacantes estaría atrincherado en un restaurante de la parte alta de las Ramblas y, sobre todo, mucho desconcierto e incredulidad ante la atrocidad que cientos de personas acababan de presenciar. Albert Tort, enfermero, se encontraba en la confluencia de la calle Tallers con las Ramblas cuando estalló la tragedia. Junto a él, un hombre yacía gravemente herido y corrió a asistirle, aunque, por desgracia, no pudo hacer nada para evitar su muerte. «Era italiano y tenía 41 años. He intentado reanimarle pero ha sido inútil», explicó Tort, visiblemente afectado. Poco después de las seis y media, apenas noventa minutos después del atentado, la polícía ya había desalojado completamente las Ramblas, pero quienes presenciaron lo ocurrido difícilmente olvidarán lo que vieron.

«He contado al menos cuatro muertos, creo», lamentó un joven que acababa de salir de su casa en la calle Hospital cuando se produjo el atropello. Un turista holandés, por su parte, describió lo vivido como «un caos total» . «Regresábamos al hotel de la playa playa y vimos una furgoneta blanca parada en medio de la calle. Había conducido hasta el centro y arrojado a la gente a la parte adoquinada de la calle. La gente gritaba, había muchos heridos», recordó. «Escuché gritos y un choque, y luego vi a la gente corriendo y a una furgoneta parada, e inmediatamente supe que se trataba de un ataque terrorista o algo así. Vivo cerca y tuve que correr unos 50 metros para subir a mi piso y, obviamente, ver lo que está sucediendo en la carretera desde mi balcón», ilustró Tom, un joven que vive cerca del lugar, en declaraciones a la BBC.

Imagen del despliegue policial por el atentado en Barcelona EFE

A Will, un joven londinense que se encontraba en ese momento en un restaurante de las Ramblas, la tragedia le pilló a punto de abandonar el establecimiento. «Estábamos a punto de salir cuando oímos un gran estruendo. Entonces vi a gente corriendo y a un par de personas agachándose alrededor de lo que parecía alguien en el suelo y que estaban pidiendo ayuda. En un par de minutos llegó la policía y nos dijo que nos quedásemos en el restaurante».

En un comercio cercano se escondió Erminia después de ver personas tendidas en el suelo y varios heridos ensangrentados, mientras que en algunos locales del mercado de la Boquería, algunos trabajadores optaron por esconderse en el almacén del sótano. «Fue terrible. Cada vez que una persona gritaba todo el mundo empezaba a correr », explicó Heather, una enfermera neoyorquina que se encontraba en una tienda de ropa en el momento del atropello y que no dudó en acercarse al lugar para ayudar a los heridos.

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