Salvador Sostres - ANÁLISIS

Así cayó Barcelona

Cataluña se ha echado absurdamente al monte, dejando que los bárbaros entraran a saco en la ciudad

Salvador Sostres
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El despropósito organizativo del Mobile World Congress no ha sido inocente ni una fatalidad inevitable. Ha sido la inexorable consecuencia de la calamidad de los dos populismos que asolan Cataluña, del cóctel letal y agitado de la extrema izquierda y del independentismo. Quizá todavía alguien crea que Ada Colau llegó a alcaldesa por casualidad o por haber ganado las elecciones por un escaño de diferencia. Es una idea falsa.

Ada Colau es alcaldesa porque Artur Mas le pidió expresamente al candidato convergente, Xavier Trias, que no aceptara el apoyo que PP, Ciudadanos y socialistas estaban dispuestos a ofrecerle a cambio de que Esquerra no estuviera en el acuerdo y de que Barcelona saliera de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI).

Mas estuvo dispuesto a renunciar a Barcelona, y a dejarla en manos de la extrema izquierda, porque todavía no había convencido a Esquerra de la lista unitaria para las elecciones autonómicas del 27 de septiembre y no quiso enfadar a Junqueras pactando con los «unionistas», aunque fuera al precio de condenar a los barceloneses a las arenas movedizas del populismo.

¿Y qué tenemos? Que Mas ya no es presidente, que el independentismo es ya más una nostalgia que un proyecto, y que Barcelona ha caído en manos de la extrema izquierda cómplice de los manteros y enemiga de los hoteles de cinco estrellas.

Una extrema izquierda que, además, es incapaz de controlar a los suyos, que se les amotinan en huelgas, poniendo en peligro la continuidad de los grandes eventos. El populismo de la independencia se dejó devorar por el populismo de la extrema izquierda, que a su vez ha sido sobrepasado por la turba a la que glorifica y alimenta.

Y luego vienen Artur Mas o Ada Colau a darnos lecciones de generosidad, de eficacia, de transparencia democrática y de prosperidad cuando son ellos, precisamente ellos, insólitamente ellos, escandalosamente ellos los que nos hacen hacer el ridículo ante el mundo entero. Ellos nos ahogan en el despropósito, y en su arrogancia está nuestro atraso, y en su incompetencia todos los trenes que, cansados de esperarnos, partieron.

De Ada Colau y sus mariachis podíamos esperar el tercermundismo al que nos están regresando, pero el delirio de Convergencia ha significado el extravío del centro derecha catalán, la desintegración moral de nuestra sociedad y que las cloacas rebosaran, una vez desaparecido el orden que garantiza el partido de los dueños que cada país tiene, y que en Cataluña se echó absurdamente al monte dejando que los bárbaros entraran a saco en la ciudad.

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