Cataluña abandona el blanco y negro

¿Se nos ha olvidado ya el ejemplo de Unidos Podemos en las pasadas elecciones generales? Las alianzas pueden tener sentido cuando se eligen pocos representantes

Oriol Junqueras durante un acto de Junts Pel Sí en la campaña de 2015 AFP

Narciso Michavila

Cataluña ha sido siempre una tierra de sumas donde se emplea más la conjunción copulativa que la adversativa. A los catalanes les gusta más emplear el «y» que el «o»: catalán y castellano, interior y litoral, innovación y tradición, autóctono y foráneo, identidad catalana y española… En pocos lugares de Europa hay tanta igualdad entre hombres y mujeres, o tanto respecto, entre creyentes y no creyentes, o entre cristianos y musulmanes.

La pujanza de Cataluña se debe en buena parte a esa capacidad de integración. Sin embargo, la sociedad catalana ha sido sometida estos años a la dicotomía de tener que optar entre su identidad catalana y su identidad española. En esa visión maniquea no cabían matices y todo se ha sometido a un degradado de colores que sólo es capaz de ver la realidad en blanco y negro. El pluralismo político propio de las democracias parlamentarias quedaba reducido a dos bloques: a favor o en contra de la independencia.

En la pasadas elecciones al Parlament, convocadas en clave plebiscitaria, se presentaron en una única lista, Junts pel Sí, formaciones tan antagónicas cómo Esquerra Republicana de Catalunya y la antigua Convergencia. Algunos incluso proponían ahora que partidos tan diferentes como el Socialista, el Popular y Ciudadanos renunciaran a sus principios ideológicos para presentarse en coalición pervirtiendo el sentido de la democracia parlamentaria. Se ha empleado como argumento que las coaliciones permiten optimizar mejor el voto sin tener en cuenta que nunca la alianza de dos partidos ha supuesto la suma de sus votos. ¿Se nos ha olvidado ya el ejemplo de Unidos Podemos en las pasadas elecciones generales? Las alianzas pueden tener sentido cuando se eligen pocos representantes.

Lo saben bien los alcaldes catalanes que han viajado a Bruselas, cuyos municipios tienen en su mayoría una población inferior a 2.000 habitantes, y que sólo eligen 9 concejales, a lo sumo. Con 9 representantes tiene lógica electoral buscar coaliciones porque supone una prima del 10% del voto. Con 135 como es el caso del Parlament, la prima es inferior al 2% por lo que no tiene lógica. Pero es que en estos últimos años hemos visto en Cataluña muchas decisiones ilógicas que se nos han intentado presentar como inevitables.

En esta cita electoral, todo apunta que el Parlament recuperará su razón de ser: la de dar voz a los representantes de un electorado cada vez más plural que se resiste a ser encasillado en bloques. Cataluña va dejando atrás la visión en blanco y negro del procés y recupera las tonalidades cromáticas propias de las democracias parlamentarias.

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