Juan Fernández-Miranda - Análisis

El calcetín de Sánchez

Juan Fernández-Miranda
Madrid Actualizado: Guardar
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Zapatero llamó a Rajoy patriota de hojalata y éste le respondió que era un bobo solemne. Entonces, la tensión se cortaba con cuchillo jamonero, pero -quién nos lo iba a decir- cuando estos dos señores tuvieron que pactar, pactaron. Si en abril de 2010 nos dicen que Zapatero se iba a dar la vuelta como un calcetín para apoyar la estabilidad presupuestaria, más de uno se habría caído de la silla, pero de la risa. Y se pactó.

Las crisis son distintas -aquella ecónomica, esta política- pero, como entonces, todo el mundo reconoce la excepcionalidad de la situación. Del mismo modo que Zapatero despertó de su letargo de planes E y cordones sanitarios con una llamada de Obama y otra de Merkel, ¿qué hace falta para que Sánchez abandone su sectarismo y se ponga a trabajar? Viendo su empecinamiento, me temo que hoy no existe un líder planetario -parafraseando a Pajín- con tanta capacidad de influencia. Me temo que es el suyo un calcetín irreversible.

Así las cosas, Rajoy confesó ayer a la plana mayor del PP su asombro ante un hecho que no le había sucedido nunca. En más de 30 años en la política jamás se había enfrentado a la incapacidad absoluta para hablar con su adversario. La interlocución con Sánchez, además de nula, es imposible. No hay manera, y todo apunta a que eso no va a cambiar. Frente a esa frustrante realidad, el presidente del PP tiene la reconfortante tranquilidad del apoyo de los suyos. Nadie pone en duda su liderazgo, reforzado esta semana tras las réplicas a Sánchez y a Iglesias -«usted es estupendo»-.

Curiosamente, los que mandan en el PP y en el PSOE coinciden en una cosa: si hay elecciones mejorarán resultados. Debe ser lo único en lo que están de acuerdo, porque mientras Rajoy cree que ir a las urnas sería «tomar el pelo a los españoles», Sánchez no sabemos en qué está pensando.

En su improvisación cortoplacista ha anunciado ahora que llamará a Rivera y a Iglesias. Ganará minutos de telediario, sobre todo si esos encuentros se acompañan de la liturgia vacía de la nueva política, de posados solemnes y paseos mirando al horizonte, pero no conseguirá nada más que el hastío ciudadano. Por dos motivos: porque tras sus vacilaciones postelectorales Albert Rivera vuelve a estar en su sitio y porque el presidente del PP lo va a seguir intentando: buscar apoyos para una nueva investidura y, llegado el caso, acudir a las urnas.

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