David Gistau - Acotaciones de un oyente

Bufidos

David Gistau
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El Hernando/PSOE no hizo en su turno estrictamente una pregunta, sino que fijó posición con respecto al anuncio de desarme de ETA. Señaló el afán de protagonismo etarra, recordó que a la banda sólo la desarmaron los servicios de seguridad y dedicó un recordatorio a las víctimas. Ni siquiera incurrió en los excesos de otros socialistas que a veces se apropian de la derrota terrorista. Lo que dijo estuvo tan calibrado que vimos algo poco habitual en el parlamento: la bancada popular aplaudiendo a un portavoz socialista.

Como quiera que los diputados socialistas, en correspondencia aunque con un ápice menos de entusiasmo, aplaudieron después lo que Rajoy dijo acerca de la misma cuestión, quedó de repente visualizado un eje que no es el de la «casta», sino el del sentido moral y de resistencia en la lucha antiterrorista, del cual Pablo Iglesias se autoexcluyó.

Cuán de extramuros y de horda, cuán hirsuto y radical admite ser en estas ocasiones en las que ni siquiera una mención a los asesinados por el terrorismo le confiere un mínimo sentido de coincidencia con los partidos clásicos. ¿A quién teme ofender cuando evita pronunciarse contra ETA y por las víctimas? ¿A sí mismo? En la atmósfera de esas primarias en las que uno de sus candidatos se siente homologable con Podemos, tampoco le viene mal al PSOE dejar claras estas distinciones.

Iglesias está para otra cosa en el parlamento, para lo teatral, para el show. Ayer en concreto, como si todavía fuera posible «épater les bourgeois» con palabrotas, como tan a menudo intentan hacerlo los prosistas del falso malditismo, ofreció un muestrario de todos los giros que existen en la jerga para explicar que a alguien no le importa algo. Refanfinfla, suda, bufa, etc. Un poco a la manera del «tocho cheli» de Ramoncín o de las expresiones que usaba Umbral para demostrar que él salía a veces del libro para pisar la calle. Colegui. Al loro. Passsa tronco. La impostación molona. Tal vez Iglesias, al acreditarse como un chulapón fetén, trató de establecer un contraste con un señor, Rajoy, que todavía dice cosas como bálsamo de Fierabrás, chisgarabís o agua de borrajas. Lo malo para él es que igual lo consiguió.

Las tensiones entre Cs y el gobierno quedaron claras cuando Rajoy aludió a los «famosos» 150 puntos del acuerdo y a todos nos quedó claro que famosos era un eufemismo de puñeteros o de algo peor. Al gobierno le van a ir desguazando la anterior legislatura pieza a pieza, como cuando dejas un coche aparcado en un mal barrio. Rivera, como después Girauta con Montoro, aludió de nuevo a la corrupción y al terrible despilfarro de las obras públicas concebidas para sacar tajada. Cuando mencionó la frase de Dijsselbloem acerca de que los meridionales nos gastamos las ayudas en «alcohol y mujeres», no pude evitar acordarme de la de George Best, que agregó los coches deportivos: «El resto lo desperdiciamos». Girauta, por cierto, se puso hobbesiano y le dijo a Montoro que su rostro es el del Leviatán. Temo que, para Montoro, semejante comparación constituye el halago más emocionante que nadie le dirigió nunca.

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