Salvador Sostres

Autoinhabilitarse

Salvador Sostres
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La verdadera inhabilitación se la autoimpuso Mas queriendo imitar a Esquerra y renunciando a la moderación centrada, y por lo tanto a la hegemonía del catalanismo. Se autoinhabilitó Mas pactando con la CUP para hacerle la pinza a Junqueras, y se volvió a autoinhabilitar dejándose cortar la cabeza por los antisistema porque sabía que si se repetían las elecciones iba a perderlas. Eso, el que tantas lecciones de democracia pretendió darle al Estado; el que tanto decía defender el derecho a decidir de los catalanes cuando él fue el primero en negárselo.

No hay fiscalía ni tribunal que pudiera inhabilitar al expresidente de la Generalitat más de lo que él mismo se ha autoinhabilitado. No hay acción política ni ejército ni contubernio que pudieran dañar al catalanismo ni una milésima parte de lo que Mas con su funesta política lo ha lastimado.

Si la justicia española estuviera realmente al servicio de los intereses del Estado, no lo inhabilitaría nunca, y haría lo posible por devolverle a la presidencia de la Generalitat con su inseparable señor don Quico (Homs) como asesor principal. Semejante mezcla de incompetencia, arrogancia y fatalidad, aseguraría a España décadas de unidad inquebrantable.

Mas quiso engañar a los independentistas con su patochada participativa, para conseguir sus votos pero sin correr los riesgos de celebrar un referendo ilegal; y quiso colársela al Estado, saliendo a proclamar los «resultados» de la pachanga -que es justo lo que se había comprometido a no hacer- para presumir de héroe ante la turba exaltada.

Y lo que ha conseguido es cargarse su partido y dejarlo con unas expectativas electorales que hacen llorar, que le echen de la Generalitat y que la Fiscalía pida inhabilitarle diez años.

Todo lo que Mas ha tocado, ha acabado hundido, escindido, escarnecido o inhabilitado. Convergència hoy ni existe y lo que queda de ella es una vergonzosa banda de paletos provincianos con serias dificultades para articular dos frases con sentido y ya no digamos un proyecto político. Hizo más Franco en favor del catalanismo político prohibiéndolo —porque como mínimo la clandestinidad proporciona una épica, y hasta un prestigio—; que Mas liderándolo, porque del ridículo grotesco que le ha hecho hacer, le va a ser muy difícil reponerse.

El Estado tendría que considerar seriamente incorporar a Mas a su estrategia para mandarlo de aliado a sus adversarios y enemigos. Un tan decidido talento para la calamidad es muy difícil de encontrar.

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