Hermann Tertsch

Agotado de su propio discurso

Rajoy tiene un argumento de peso que elaboró una y otra vez: que las opciones distintas a un gobierno del PP, elecciones o un Frente Popular Frankenstein, dañan a España

Hermann Tertsch
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Mariano Rajoy es un magnífico orador parlamentario. Pero está claro que la situación política y todos estos meses han pasado ya mucha factura. Ayer se notó que él mismo está agotado, muy agotado, de su propio discurso. En sus mejores momentos Rajoy sabe ser combativo y agresivo, complaciente y pedagógico. Lo que nunca ha sabido es transmitir ilusión quizás porque apenas sepa de qué se trata. Hoy lo sabe aun menos porque el primer punto de sus prioridades expositivas, la supuesta necesidad absoluta de su propia permanencia personal, asfixia todo esfuerzo renovador. Con su combatividad en declive y su cansancio expositivo ya extremo se hace patente su imposibilidad de comunicar cualquier tipo de emoción para que la audiencia tome partido, se movilice anímicamente con su proyecto.

No es capaz pero probablemente porque las circunstancias ya lo hacen del todo imposible.

Rajoy ha apelado a los peligros que se ciernen sobre España, su integridad y cohesión, con mucha razón. Pero todos recuerdan lo poco que hizo durante cuatro años en los que tuvo poder para combatir esos peligros que ahora de repente tanto le preocupan. Rajoy tiene un argumento de peso que elaboró una y otra vez en variaciones y es que las opciones distintas a un gobierno del PP, elecciones o un Frente Popular Frankenstein, dañan a España. Pero Rajoy está preso de otra certeza y es que su permanencia personal como candidato bloquea la solución tanto como la cerrazón primitiva, irresponsable y sectaria del PSOE de Sánchez.

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