El pesquero venezolano «Aliprimera», abordado en aguas de la isla francesa de La Martinica
El pesquero venezolano «Aliprimera», abordado en aguas de la isla francesa de La Martinica - ABC

El acoso policial desvía las «rutas de la coca» por el Pacífico y al Golfo de Guinea

La cooperación de España con Colombia, Ecuador o Perú contra los narcos es «perfecta»

Madrid Actualizado: Guardar
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El 15 de mayo pasado, una investigación de la Policía Nacional desembocaba en la intervención a bordo del barco «Kraken I» de 5.529 kilos de cocaína, equivalente a un tercio de toda la incautada en España durante 2016. El buque era interceptado en las costas de Ecuador de camino al Canal de Panamá, lo que le convertía en el primer «narconavío» con destino a nuestro país neutralizado en la «ruta del Pacífico», tradicional conexión entre los países productores de Latinoamérica con México y EE.UU. De paso, el mercante se configuraba también como prueba palpable de que las cartas de navegación de la droga están volviendo a modificarse para tratar de eludir el eficaz acoso al que este comercio ilegal está sometido en puertos y aguas del Caribe, Colombia, Venezuela o Surinam gracias, entre otros, a la iniciativa y el empuje incansable de los cuerpos de seguridad españoles.

La cocaína es el negocio más rentable del crimen organizado y su vía de entrada a Europa es España. Lo dicen las cifras, que revelan que nuestro país aprehende cada año en torno al 45% del total de esta sustancia que se detecta en la UE, un mercado que amenaza con ir a más una vez que las agencias de Inteligencia han comprobado que las FARC han multiplicado el cultivo tras el fin de la otrora lucrativa industria del secuestro y la extorsión.

La exguerrilla -sostienen- está «inundando» el viejo continente de cocaína. «Se nota en el envío cada vez «de más y mayores cargamentos», explica a ABC el comisario jefe de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional, Ricardo Toro. La gran parte de ellos es localizada durante su traslado por mar, bien con la droga oculta entre mercancía legal en los contenedores que transportan los cargueros -caso del alijo de 696 kilos de cocaína descubierto por la Guardia Civil el viernes en el puerto de Algeciras-, bien en «barcos nodriza» que parten de los países productores del sur de América y realizan travesías transatlánticas para transferir en algún punto los fardos a las lanchas rápidas de los traficantes, que a su vez los confían a otras pequeñas embarcaciones que acaban depositándola en tierra.

Colaboración «perfecta»

Las intervenciones más espectaculares se desarrollan en aguas territoriales o internacionales, donde la colaboración de los efectivos de la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) -a menudo auxiliadas por el buque de operaciones especiales «Petrel» de la Armada y el patrullero de la Agencia Tributaria- con las autoridades de Ecuador, Perú y Colombia «funciona a la perfección», según confirma el comisario jefe. De hecho, en la zona marítima más sensible, España mantiene oficiales de enlace en la Plataforma de Bogotá (Centro para la lucha contra el tráfico de cocaína), la OCRTIS (Oficina central para la represión del tráfico ilícito de estupefacientes» en la isla francesa de Martinica y la JIATF-Sur (Fuerza operativa conjunta inter-agencias) instalada en Florida.

Ricardo Toro subraya igualmente la cooperación «excelente» alcanzada con Marruecos, hacia donde hace ya tiempo se percibió que también se desviaban los barcos de la «coca» destinados a Europa, movidos por el deseo de las mafias de esquivar la vigilancia española en torno a la Península. La compenetración ha dado para realizar abordajes conjuntos con la policía del Reino alauí, cuyo último gran éxito fue la captura en noviembre pasado de 2.575 kilos de este alcaloide en un pesquero a 30 millas de Dakhla, en el Sahara Occidental. Esta mercancía, como tantas otras, habría ido a parar a España o directamente a Holanda, o al Reino Unido sin necesidad de pasar por nuestro país y ya «por tierra» -léase mediante camiones o vehículos embarcados para salvar el Mediterráneo-, con el componente añadido de que las caravanas que a menudo transportan las sustancias a través del Magreb se ven obligadas a pagar peajes a organizaciones que en realidad financian el terrorismo.

Con todo, el comisario jefe explica que este itinerario marroquí se va dejando de lado en favor de otro más al sur -ajeno, en principio, al ámbito de actuación de España- con rumbo a Guinea Bissau, Guinea, Cabo Verde, Gambia, Sierra Leona, Senegal o Benín. donde los traficantes han encontrado la ventaja de unos estados fallidos y cuerpos policiales corruptos que oponen poca resistencia a la introducción de estas sustancias ilegales, cuyo consumo se afianza en África.

En algunos de esos países «ya se han instalado narcos colombianos», amos durante décadas de las principales mafias de la droga, que tampoco son ya lo que eran. Los cárteles a imagen de los legendarios de los años 90 -Medellín y Cali- han dado paso a «organizaciones más pequeñas y con menos poder, menos personalistas». «Constantemente están surgiendo nuevos grupos», dice el mando policial, que indica que, en el caso de España, estos narcos siguen asentando sus bases en levante o en el sur y teniendo a su servicio a los clanes gallegos en el papel de transportistas. El estrecho seguimiento de unos y otros ha sido clave para la ejecución de algunas de las más importantes aprehensiones de cocaína en el mar de los últimos años.

Los expertos y las estadísticas consideran un verdadero agujero negro dentro de este tráfico el control, mencionado al comienzo, de los contenedores que navegan en los mercantes con droga de la que, habitualmente, la tripulación no tiene ni noticia. Según la Organización Mundial de Aduanas, apenas se inspecciona el 2% de estos contenedores, en los que la Policía Nacional se incautó en 2015 de 798 kilos de cocaína en total y de 3,9 toneladas el pasado año.

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