17-A: el día que nunca quisimos vivir

ABC reconstruye el trabajo en las Ramblas con agentes que estuvieron en la zona cero

Traslado de uno de los heridos en los atentados del 17 de agosto del pasado año en Barcelona EFE
Anna Cabeza

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Eran las 16.50 horas de un jueves soleado de verano cuando la tranquilidad de Barcelona quedó rota por el terror yihadista . Sergi Amposta, intendente de la Guardia Urbana en el distrito de Horta-Guinardó, que justo ese día estaba de jefe de guardia del cuerpo, volvía de una intervención cuando, en el cruce de la avenida del Paralelo con la calle Nou de la Rambla, escuchó que un compañero hablaba por la emisora de un atentado en las Ramblas, a apenas cinco minutos de donde estaba. «Me pilló en la moto y de paisano. Pensé en qué me iba a encontrar y en nada estaba ante la furgoneta blanca y me di cuenta de que eso no era cosa de un conductor despistado...», relata a ABC. Este diario ha reconstruido el opertivo con sus responsables medio año después aquel fatídico 17-A.

«Había gente en el suelo y muchos no se movían»

La tragedia acababa de pasar hacía menos de diez minutos y Sergi, que lleva 14 años en el cuerpo, y como él todos los agentes policiales que escucharon la emisora, supieron que se trataba de algo serio. «Llegué y había compañeros introduciendo a los heridos dentro de los locales y aislando el entorno más inmediato de la furgoneta. Había mucha confusión , no sabíamos que podía pasar a continuación. Y había mucha gente tendida en el suelo, muchos no se movían», recuerda. Como si fuera ahora, Sergi tiene presente que sobre las 17.10 horas mandó una foto a su jefe de las Ramblas para mostrarle la envergadura de la emergencia.

Las fuerzas de seguridad, inciden en ello, habían estudiado muchos casos teóricos de atentados . En esa situación era cuestión de poner en práctica los conocimientos –«todos sabíamos lo que teníamos que hacer», destaca con orgullo– y por ese motivo en menos de una hora se estableció un centro de comando avanzado (CCA) en las inmediaciones del punto cero con responsables de la Urbana, Mossos d’Esquadra y Protección Civil. El comedor del Hard Rock Café, a tan solo unos pasos del principio de las Ramblas, se convirtió en la central de coordinación de la jornada.

Con todos los efectivos ya sobre el terreno, la incidencia seguía abierta y los rumores y focos no hacían más que abrirse. Sobre las 17.40 horas, rememora Sergi, la policía tenía centrados los esfuerzos en dos posibles puntos de las Ramblas con sospechosos de la masacre. Poco después, sobre las 18 horas, los agentes tuvieron que ampliar el perímetro de seguridad hasta la Via Laietana y la Ronda de Sant Pau. Todo a contrarreloj.

Información frente a rumores y bulos

Trabajaron sin parar hasta bien entrado el amanecer. Sin parar cuando se desconocía cómo evolucionaría la tragedia ni si su autor estaba allí mismo; cuando a las 18.30 horas se supo del incidente en la avenida Diagonal en la que un coche – conducido, se supo después, por el autor de los hechos – hirió a una agente y se fugó; cuando a las 18.50 horas se confirmó que era un atentado; y también cuando a las 19.30 horas se encontró en Sant Just Desvern el vehículo de la Diagonal con una víctima mortal en su interior.

La actualidad fue incesante. «Hubo un momento en que me dijeron que por la tele ya daban imágenes de un posible sospechoso y los Mossos no habían dicho nada de eso», pone como ejemplo Sergi. Capeando rumores como este e intentando que la realidad no les afectara siguieron con su trabajo. Los bulos, de hecho, fueron uno de los males de jornada y desde el departamento de comunicación de Mossos y Protección Civil trataron de mantener informada al máximo a la ciudadanía y así apaciguar miedos. «Por suerte teníamos preparado un esqueleto de respuesta en caso de atentado y no caímos en el bloqueo», relata a ABC Marc Homedes, jefe de comunicación de Protección Civil. Un simple grupo de Whatsapp entre los responsables de comunicación de las fuerzas de seguridad ayudó a la toma de decisiones para decidir qué se contaba y así capear la situación de crisis y disipar rumores. De esa interminable jornada, Marc tiene unos recuerdos muy duros: «Salí reventado y no podía ni dormir». Tardó mucho tiempo en volver a «ramblear».

Un silencio impactante

A pesar de la inmensa incertidumbre que se vivió en redes, y todavía más en la vida real, dentro del perímetro confinado los agentes fueron controlando la situación con cruciales intervenciones: asegurar la zona, abrir vías rápidas para la entrada y salida de ambulancias, coches policiales y también fúnebres o visitar los locales con confinados para comprobar si había heridos o incluso los autores del atentado. Los empleados de los comercios y bares de la zona, convertidos en héroes anónimos, ayudaron a calmar a los afectados encerrados en sus locales. A pesar de la intensa actividad, sin embargo, la vía estaba más apagada que nunca. « Ver las Ramblas sin nadie, sin actividad , en silencio, era impresionante, impactante. Entonces te dabas cuenta de la magnitud del caso...», explica Sergi.

La dimensión del suceso era más que evidente. Rosa Mata, jefa de servicio de operaciones territoriales de Protección Civil, estaba de vacaciones y se puso en alerta al recibir una llamada poco después del atropello masivo. «Ya no pude ni contactar con mi responsable porque todo el rato comunicaba, pero intuí que se trataba de algo grave y regresé a Barcelona», incide. Así, sobre las 18.30 horas se plantó en su sede de trabajo, en el departamento de Interior, y poco después se desplazó cerca de la zona cero para gestionar un improvisado centro de atención a afectados. Acudió allí andando y del cuarto de hora que tardó solo le viene a la cabeza el silencio y el pánico que se intuía de la gente con la que se cruzaba. Momentos de incertidumbre y gente corriendo por los sucesivos rumores. «También yo iba pensando hacía dónde tenía que moverme si pasaba algo...», reflexiona.

Un desalojo complejo de la zona

En el punto de acogida, que se instaló en el hotel Avenida Palace de la Gran Vía, pronto se prepararon técnicos municipales de servicios sociales y también de la Cruz Roja para atender a los afectados: «La gente tenía miedo de estar en la calle. Llegaban perdidos, sin bolsos, sin móviles, sin entender qué pasaba, sin saberse de memoria los teléfonos de sus familiares ...».

Allí mismo el equipo de profesionales intentó ir ayudando en la medida de lo posible a cada una de las víctimas. Con un aparente control de la situación, pasadas las 19 horas en las Ramblas los agentes empezaron a desalojar a los confinados por grupos. No eran pocos e identificar a cada uno de ellos cuando salían de la zona cero fue una invisible pero compleja tarea de los cuerpos de emergencia. Y como esta, otras tantas. Por ejemplo, para facilitar el trabajo a la policía científica para que diera con las máximas pruebas y pistas del crimen, o a los profesionales forenses, que estuvieron «in situ» durante unas tres horas, hasta casi las 22 horas, cuando se acabaron de levantar los cadáveres. Gestionar algo tan básico como una apertura del alumbrado de la avenida cuando no era de noche para que los efectivos en la zona trabajasen con más luz fue otra de las pequeñas acciones coordinadas desde el CCA.

400 personas en busca de ayuda

Mientras, en el hotel de apoyo iba llegando gente a cuentagotas. «Atendimos un par de casos de familias que habían visto morir algún miembro y muchos otros de gente que no sabía nada de sus allegados», rememora Rosa. De su relato del 17-A destaca el caso de una joven desesperada que no sabía nada de su marido e hija: perdió el móvil y no recordaba ni un teléfono, con lo que hicieron algo tan simple como dejarle un ordenador para consultar en Facebook un número y poder llamar. Como esa historia, que acabó bien, hubo decenas.

Otros acudieron allí durante toda la noche en busca de acceso al mail, una estancia para dormir –se prestaron gratuitamente once habitaciones– un baño o simplemente un lugar donde calmarse. Se desconoce la cifra exacta, pero probablemente unas 400 personas pasaron por allí en busca de ayuda.

A unos 500 metros de allí, los agentes de las Ramblas siguieron custodiando la zona hasta pasada la madrugada porque quedaron «quioscos abiertos, tenderetes tirados, pertenencias de valor de los afectados ... Todo estaba por los suelos », recuerda Sergi. A última hora del día también fue necesaria la intervención de servicios de limpieza para que borraran las señales de la tragedia. Hasta prácticamente la 1 de la madrugada el escenario no volvió a aparentar normalidad.

Lo más difícil es «saber mantener la calma»

La noche fue larga, y silenciosa. Sergi casi ni recuerda lo que comió –en el Hard Rock les dieron bocatas–, pero sí tiene muy presente que pensó en muchas ocasiones en su familia. Terminó su jornada laboral tras entregar su informe del servicio en la comisaría de Ciutat Vella pasadas las 6 la mañana del día siguiente.

Luego, «cuando llegas a casa... no te lo puedo ni contar...», dice abatido, al tiempo que ratifica que ese fue el día profesional más duro de su vida. Ahora, a seis meses vista y ya con la cabeza fría, reflexiona que lo más difícil es, sin duda, «saber mantener la calma» ante una situación como esta para que no te desborde. Como Sergi, Marc y Rosa, fueron centenares los efectivos de seguridad que lo dieron todo ese 17-A, una jornada que ninguno de ellos hubiera deseado cubrir.

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