El presidente extremeño, José Antonio Monago, en moto durante la campaña electoral
El presidente extremeño, José Antonio Monago, en moto durante la campaña electoral - abc

Rajoy cree un éxito ser el más votado aunque pierda plazas simbólicas

El PP sería la lista más votada en diez de las trece regiones que celebran comicios, según sondeos de GAD3 y el CIS

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Mariano Rajoy lo ha comentado en su círculo más íntimo: « Vamos a ganar las elecciones del próximo 24 de mayo». Si ganar significa, claro, obtener más votos que el segundo y consecuentemente conseguir más concejales y escaños autonómicos. Otros -mantiene- matarían por una victoria así. Pero al PP se le exige más, aseguran en la cúpula popular. Primero porque se parte de un resultado inalcanzable que tiñó de azul la España que abjuraba de siete años de Zapatero. Hace cuatro, el PP sumó 8.474.031 de votos y sentó en los Consistorios a 26.499 ediles, cinco mil más que el PSOE. Por no hablar de que hizo historia en Castilla-La Mancha y Extremadura, Comunidades de voto -casi biológico- socialista.

Y además -añaden- porque después de una legislatura de Gobierno, con recortes, reformas y un insufrible reguero de casos de corrupción (con el escándalo Rato a la cabeza) llevan a una certeza indiscutible: el partido está a la baja, con posibilidades de perder Alcaldías y Gobiernos importantes, situación que empeora con la dinámica al alza de Ciudadanos.

Encuestas para ABC

Sin embargo, el presidente ha pedido calma y avisado a navegantes: se va a presentar en los comicios generales de finales de año. Pase lo que pase. Pero es que cree, además, que lo que pasará no será tanto como auguran los sociólogos. Será «una caída controlada».

Las encuestas apuntan precisamente a un retroceso -estimable- pero no catastrófico. El lector lo puede comprobar hoy en estas mismas páginas: once sondeos autonómicos, realizados por GAD3 para ABC, confirman que el PP sigue siendo el primero en nueve Parlamentos: en todos menos Asturias (gana PSOE) y Navarra (UPN). Además las encuestas del CIS apuntan que también ganaría en Baleares, pero no en Canarias (CC). Por tanto, los populares obtendrían mayoría en diez de las treces regiones que celebran comicios, además de Ceuta y Melilla. Pero las encuestas también demuestran que eso no garantiza que revalide ni mucho menos su hegemonía territorial, en manos de los acuerdos ulteriores. E introducen otra variable: muchos Ayuntamientos y Asambleas regionales pueden entrar, tras el 24-M, en un periodo de caos y desgobierno, tal y como ha ocurrido en Andalucía, donde incluso la elección de la Mesa del Parlamento está impugnada ante el Constitucional. Por no hablar de la infructuosa investidura de Susana Díaz.

De hecho, los socialistas centran sus opciones en los pactos posteriores a las elecciones para engordar sus resultados en las urnas; que es como fiar, según el entorno de Rajoy, a los acuerdos contra natura la propia supervivencia de Pedro Sánchez como candidato a las generales que se celebrarán medio años después. El listón que le dejó a Sánchez su antecesor Pérez Rubalcaba frisa el suelo: tan solo gobierna en una Comunidad de las 13 en liza: Asturias. Por eso, apuntan fuentes socialistas, la suma de cualquier otra presidencia autonómica sería «un triunfo para el partido». Ferraz da por sentada la reelección de Javier Fernández (obtiene un 29,1% de sufragios en el trabajo de ABC) Y tiene dos objetivos claros: arrebatarle Extremadura al PP, donde ha gobernado el popular José Antonio Monago con el respaldo de IU; y recuperar Castilla-La Mancha, Parlamento donde María Dolores de Cospedal ha disfrutado de mayoría absoluta en la última legislatura.

Monago resiste a duras penas

Nada más lejos de la realidad: según el citado sondeo, Monago volvería a ser el más votado (le sacaría cuatro puntos al PSOE) aunque requeriría de los apoyos de Ciudadanos para ser investido dado que IU pagaría la «pinza» extremeña perdiendo su representación parlamentaria.

Por su parte, la número dos del PP rozaría la mayoría absoluta cosechando entre 16 y 17 escaños, suficientes para mantener el poder. Su reelección tendría una proyección mayor a la de cualquier compañero: la presidenta castellano-manchega vería reforzada su figura como hipotético recambio de Rajoy en un futuro, engrosando la terna de aspirantes que completan el presidente gallego, Alberto Núñez-Feijóo y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Es decir, las ambiciosas aspiraciones de Pedro Sánchez chocarían con la aritmética salvo que el PSOE revoque una de sus promesas de permitir que gobierne la lista más votada. ¿Cómo lo argumentaría? «Arrogándose -explican en esta formación- el papel de partido institucional, obligado a formar pactos con otras fuerzas ante la imposibilidad del PP de constituir mayorías con su grupo más afín, Ciudadanos, convertido en llave de muchas grandes ciudades y Ejecutivos autonómicos».

La dirección nacional del PP sabe que solo se desataría una crisis de consecuencias incalculables si se produjera una circunstancia que consideran improbable: que el PSOE, el partido que según el CIS le pisa los talones, tuviera más votos que el PP. Por supuesto, nadie se plantea que ese primer puesto pudiera ocuparlo Podemos, también en sus peores horas electorales. Porque -sostienen en el Gobierno- incluso si no se gobernara en las dos plazas sistémicas (Madrid y Valencia), se podría «vender» que en ambas Comunidades el PP ha vuelto a ser el partido con más sufragios, tal y como avanzan todas las encuestas, incluida la que acompaña a estas líneas.

En Génova se trabaja ya en el mensaje que se ha de trasladar la noche electoral: más allá de lo que ocurra con las alianzas posteriores, el PP quiere mostrar una cosecha positiva, con victorias (aunque sea en minoría) en Madrid, Comunidad Valenciana, Aragón, Murcia, Cantabria, Castilla-La Mancha, La Rioja, Extremadura y, por descontado, en Castilla y León. Allí, Juan Vicente Herrera parece garantizar incluso la mayoría absoluta al igual que Juan Vivas, en Ceuta.

La resistencia de Rajoy

El relato que repiten los populares es uno: si los sondeos se confirman, los ciudadanos van a volver a inclinarse por Rajoy, pero «las componendas de perdedores, cambiarán el sentido del voto en muchos lugares, haciendo imposible la constitución de algunas instituciones».

Conjurado ya el malestar de hace algunos meses por la falta de iniciativa política del presidente, ni barones ni dirigentes nacionales dudan de que el presidente resistirá el desafío si logra consagrarse como fuerza más votada salvo descalabro «ahora mismo impensable». Es más, el equipo de campaña confía en que la bolsa de indecisos (que se acerca a un 20%) desempate a favor de sus siglas. Será fácil hacer entender a la sociedad -creen en Génova- que las urnas dijeron una cosa y los cambalaches políticos han cambiado el signo del voto.

De ahí que el mensaje de los populares no cambie la figura. Rajoy apela en todos sus mítines a que el partido que gobierna España es el único que asegura una senda de tranquilidad, estabilidad y sentido común. En Don Benito habló del «peligro» que supondría la incierta situación que augura la demoscopia. Lejos, apuntan en el PP, del discurso de «prueba-error» en el que incurre su inmediato competidor, Albert Rivera, empeñado en testar mensajes poco elaborados (como el de la necesidad de un relevo generacional para acometer los cambios políticos) que «sumen en la incertidumbre a sus potenciales votantes». Nadie niega que, aunque Ciudadanos pueda desgastarse de aquí al domingo, «su verdadero objetivo es destruir al PP y hacerse con su electorado», como se ha atrevido a verbalizar José María Aznar. Y además hay cierto optimismo en el Gobierno: al presidente el último CIS le dio un respiro, pese a su tradicional baja valoración. Solo logró una buena clasificación cuando ganó las elecciones de 2011 y consiguió aproximarse al aprobado.

Barberá y Aguirre

Ahora, cuando se acerca el momento de intentar revalidar un segundo mandato, ha subido posiciones y parece inspirar mayor confianza, pese a ocupar el décimo puesto de los catorce examinados, como líder nacional. Algo puede tener que ver, concluyen, la nueva estrategia de comunicación de Moncloa que ha permitido al presidente tener más contacto con periodistas y mayor presencia en la calle, extremo favorecido por la campaña electoral.

Aun repitiendo como primera fuerza, retener feudos simbólicos como Madrid y Valencia se antoja complicado para los populares. Que la empresa no era fácil lo demuestra que el jefe del Gabinete se tuvo que implicar personalmente en la designación de sus dos veteranas candidatas, Esperanza Aguirre y Rita Barberá.

A pesar de que la presidenta del PP madrileño es una de las dirigentes en activo que reúne en su haber más enfrentamientos políticos con Rajoy, su perfil populista obligó a colocarla en el ticket electoral que comparte con Cristina Cifuentes. El sondeo de ABC las coloca a las dos como las cabeza de cartel más votadas pero con similares dificultades para gobernar si no consiguen los apoyos de Ciudadanos.

La opción de Rita Barberá también ha sido una apuesta del jefe del Ejecutivo. Pero a diferencia de Aguirre, que se postuló publicamente durante meses, a la alcaldesa de Valencia la tuvo que convencer Rajoy, ya que estaba dispuesta a dejar la política, tras seis mandatos consecutivos. Los guarismos que arroja le permitirían volver a ser regidora siempre que contara con el favor de Albert Rivera. Si este partido se uniera a un conglomerado de cuatro grupos de izquierda, lograrían desalojar a Barberá, en el poder desde 1991. Su compañero autonómico, Alberto Fabra, sigue en liza pese a que algunos de los mandos de Madrid no le consideraban el candidato ideal. La proyección de voto le entrega en manos de Ciudadanos, aunque el PSOE aguanta como segunda fuerza política.

Ciudades en peligro

Eso sí, su líder Ximo Puig, con el peor resultado de la historia de su partido, no tendría opciones de formar una coalición con otras formaciones más a su izquierda, como Compromís o Podemos. Empero, los dos graneros electorales (más de 20 años de poder) no son los únicos enclaves donde la mayoría absoluta peligra. Ciudades como La Coruña, Toledo o Zaragoza también están en la cuerda floja. Sin olvidar Barcelona, donde el PP sigue en caída libre y la populista Ada Colau trata de tú a tú al veterano nacionalista, Xavier Trías.

Ver los comentarios