En la imagen, ambiente en un colegio electoral en Madrid
En la imagen, ambiente en un colegio electoral en Madrid - JAIME GARCIA
Campaña 24-M

Las «bambalinas» de la fiesta de la democracia

Cientos de personas, millones de euros en los presupuestos, preparativos, logística... Así se preparan unas elecciones

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Es la fiesta a la que están invitados más de 35 millones de españoles y extranjeros residentes en España. Un ritual para algunos, decisivo para otros e importante para la mayoría, incluso para los que deciden no participar. La llaman la fiesta de la democracia. Y como todas las celebraciones, el día en que el pueblo habla va acompañado de una serie de preparativos —y un desembolso en los presupuestos— y de un engranaje formado por cientos de personas en el que, para la puesta de largo, ninguna pieza puede fallar.

La cita comienza a las 9 de la mañana, pero los primeros invitados llegarán a las 8. Se trata de quienes constituyen la Mesa Electoral: presidente de mesa y dos vocales, a quienes el azar ha colocado en sus puestos, los suplentes —nerviosos, bien a la espera de que llegue el titular y puedan marcharse a casa, bien deseando ocupar su lugar— el representante de la Administración y los responsables de la Junta Electoral de zona, estén o no presentes, coordinados a su vez por los cinco que componen la Junta Electoral Provincial.

Cada partido lleva a su pequeña comitiva a cada colegio. El jefe del grupo es el interventor, vinculado a la Mesa, uno por partido y luciendo el emblema del mismo como único signo de campaña, y su grupo de apoderados, voluntarios, a veces remunerados, que pululan por la sala para controlar que nada de lo que allí ocurra perjudique a su formación. Incluso pueden cambiar de colegio electoral y controlar más de uno, con sus reclamaciones aquí y allá.

Las grandes protagonistas de las elecciones son la urna y las papeletas. Las cajas que contendrán los votos y cuyo diseño dicta el BOE, descansan el resto del año en los depósitos municipales, junto a las cabinas y parte de la señalización, o las pone la Delegación o Subdelegación del Gobierno. Aunque cada año se compran unidades nuevas. Los ayuntamientos son los encargados de poner a disposición los medios necesarios para armar el escenario electoral —locales preferentemente de titularidad pública y de carácter docente, cultural o recreativo— o de contratar a una empresa externa para ello. En Oviedo, por ejemplo, el gasto de la contrata para estos comicios es de 60.000 euros.

Poner el marcha la maquinaria electoral supone un buen mordisco en los presupuestos generales del Estado, a través del Ministerio del Interior, salvo para las autonómicas, que corren a cuenta de cada región. Más de 345 millones de euros ha presupuestado el Gobierno para las múltiples veces que acudiremos a las urnas en 2015; de ellos, 189 millones son para material y suministros, gastos de personal y seguridad. El resto se lo llevan los partidos para preparar sus campañas. Y a la cuenta hay que sumar los casi 31 millones de euros que podrán las autonomías para sus comicios.

Las papeletas, convenientemente diseñadas según dicta el Boletín Oficial del Estado, llevarán el color correspondiente a cada votación: blancas para las municipales, sepia para las autonómicas, con sus sobres emparejados. Habrá dos urnas, pero una sola mesa, que requiere la coordinación de las dos administraciones implicadas para que «la fiesta» salga bien. Los encargados de su entrega a la mesa serán los ayuntamientos en las municipales y las regiones en las autonómicas.

Durante la campaña, el país entero se empapela. Y no solo con los carteles electorales y la propaganda en la que los candidatos intentarán lucir sus mejores rostros. Las papeletas electorales se imprimen por millones y casi el 90% de ellas acabará pegado a la suela de algún zapato o directamente en la basura. De hecho, para las elecciones generales del 20-N se redujo el número de impresiones en 500 millones, con el consiguiente ahorro (fue de 850.000 euros y la tala de 11.000 árboles menos). Para la impresión de las papeletas, se abre concurso y las empresas que quieran hacer caja con el proceso electoral ofrecen sus presupuestos de impresión. Conviene contratar a una compañía por municipio, o un ente mayor que se ocupe de todas las de la provincia, para evitar diferencias en la impresión derivadas del uso de distintas máquinas. Casi 97 millones de papeles se pedían en el pliego de prescripciones técnicas con el que la Comunidad de Madrid sacaba a concurso la impresión y transporte a cada Ayuntamiento para las autonómicas de 2015.

Antes del día «D», como lo llaman en algunos partidos, sus sedes ya recogen papeletas, adonde van los más veteranos a pedir la suya para llegar al Colegio Electoral con el trabajo hecho. Otras se envían a los buzones de los electores, junto a la propaganda electoral. Para ejercer el derecho al voto, uno puede ocupar un sitio en las cabinas, donde se asegurará de que la papeleta escogida quede en privado, cogerla directamente de la mesa o traer su sobre preparado de casa. Lo que no se permite es que otros metan la papeleta en el sobre por ti; al menos, no a ojos de los apoderados e interventores; lo que venga de casa ya no se puede saber. María Fernández ha sido interventora de su partido varias veces, en Pontevedra. «En estos años he visto de todo. Sobre todo hay que vigilar las cabinas, que las papeletas de tu partido estén bien colocadas y a la vista. También es habitual que lleguen señoras mayores a las que ves cómo su ciudadora le mete la papeleta en el sobre y entonces el interventor dice que ese voto no entra», explica.

Muchos de los que no pueden asistir a la fiesta encomendarán su papeleta a Correos, que también se lleva un trozo de la tarta presupuestaria para sus quehaceres. El cartero llega a la mesa electoral correspondiente, con su montón recogido con una goma elástica. Es a las ocho de la tarde y cerrado ya el colegio electoral cuando el presidente de la mesa se hace cargo de esta peculiar correspondencia. «En las últimas elecciones, recibimos el voto por correo de una señora que había fallecido justo antes del día D. Como no nos poníamos de acuerdo, llamamos a la Junta Electoral y al final el voto no entró», explica María. Bolígrafos, papeles, impresos… todo está incluído en la logística de unos comicios. También los alrededor de 60 euros que recibe el presidente de mesa y los vocales, elegidos al azar de entre los censados y de participación obligatoria —salvo causa justificada— con consecuencias incluso penales. «Pero no está pagado», comenta Juanma Díaz, presidente de mesa en los comicios de 2008. «Y si lo está, deberían ser más de 60 euros». No obstante, la experiencia de Juanma fue gratificante. Cayeron incluso unos churros de desayuno a los que invitó el marido de una vocal. Los interventores los buscan los partidos de entre sus afiliados, o incluso algún amigo o familiar al que no le importe colaborar (no todos tienen personal suficiente). «Antes se les daba hasta 5.000 pesetas, pero cada vez menos», señala María. Hay quien ha hecho incluso las veces de apoderado para su partido… y para el minoritario que no tenía a nadie vigilando sus papeletas.

A medida que los españoles pegan los ojos a sus pantallas atentos a las barras que marcan los resultados del escrutinio, uno podría imaginarse un sofisticado sistema propio de la era de la tecnología haciendo las labores de recuento. Pero la realidad es otra. Cartulinas, bolígrafos y pintar palitos para contar de cinco en cinco, un presidente de mesa abriendo una urna y diciendo en voz alta el nombre del partido incluido en la papeleta, que irá a parar a engrosar uno de los montones. Es otro de los momentos mágicos de las elecciones: un sistema de recuento artesanal pero increíblemente infalible. El «truco» reside en que entre ese grupo de personas, los interventores, cada uno defiende los intereses de su partido, y velará porque «esta papeleta que lleva un tachón» no vaya a parar al montón equivocado. «Una vez, los del BNG nos tuvieron hasta las 2 de la mañana contando. Un voto no le cuadraba y tuvimos que recontar y recontar», recuerda María.

Para estos comicios se estrenan en 21 ciudades las nuevas mesas administradas electrónicamente, que pretenden agilizar el proceso electoral y «evitar errores humanos». Seguirán estando los miembros de la mesa tras ellas, pero en lugar de las cartulinas y los bolígrafos, habrá un portátil con lector de DNI electrónico y una impresora. Entre sus ventajes, el ahorro en material electoral impreso. Y en árboles. Tras el recuento y los muchos documentos que toda la mesa tiene que firmar y sellar —«¡casi nos sale un callo en la mano!», se queja Juanma—, el presidente lleva al urna y las actas hasta la Junta Electoral. Tiene derecho a taxi pagado, pero la cola para cobrarlo siempre es la más larga del Juzgado.

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