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Congreso de Estados Unidos - REUTERS

La lucha de los republicanos para no perder el Congreso

Las elecciones a esta cámara marcarán el equilibrio de poderes de la nueva Administración

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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A menos de veinte días de que los estadounidenses acudan a las urnas, muchos republicanos se preguntan cuál será la factura de haber colocado a Donald Trump como nominado del partido a la presidencia de EE.UU. ¿No ganar la Casa Blanca y permitir un tercer mandato demócrata, algo que no ha ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial? Las encuestas apuntan a que será así y Hillary Clinton será la primera presidenta de EE.UU. ¿Dejar al partido republicano hecho añicos? Las primarias abrieron una brecha entre las bases favorables a Trump y el establishment, contra el que el magnate neoyorquino ha descargado toda su furia. ¿ Perder además el Congreso, la mejor manera de controlar a la previsible Administración Clinton? Eso está por ver, y se decidirá en la mismas urnas donde se vota al presidente.

El 8 de noviembre, además de a su nuevo presidente y de algunas votaciones locales, los estadounidenses decidirán la nueva configuración de los dos órganos legislativos del Congreso. La Cámara de los Representantes se renovará por completo, con sus 435 escaños a votación. El Senado pondrá en juego 34 de sus 100 asientos.

Desde las elecciones legislativas de 2014, el partido republicano ostenta el control de ambas cámaras. Barack Obama desembarcó en la Casa Blanca tras su victoria de 2008 con mayoría demócrata en el Senado y en la Cámara de Representantes, lo que le permitió impulsar grandes reformas, como Obamacare. En 2010, los republicanos recuperaron la Cámara de Representantes y, en los dos últimos años, con mayoría en ambas sedes legislativas, han limitado las ambiciones de Obama, obligado a legislar a golpe de decreto presidencial.

Renovar sin problemas

El alcance de una presidencia de Hillary Clinton dependerá de cuánto Congreso consigan salvar los republicanos de la quema que supone Trump. Todo apunta a que no habrá problemas para renovar la mayoría conservadora en la Cámara de Representantes, donde ostentan 247 escaños desde 2014, la mayoría más amplia que han tenido en la cámara baja desde 1928.

Hace pocos días, la demócrata Nancy Pelosi, que fue presidenta de la Cámara de Representantes la última vez que tuvo mayoría su partido, se mostró optimista ante la posibilidad de recuperar el control. Pero las encuestas muestran otra realidad: la ventaja republicana es cómoda. Los demócratas deberían ganar en el 70% de los cincuenta distritos más comprometidos y eso no parece realista.

Seguro que los demócratas recuperarán posiciones y reducirán la distancia, pero dar la vuelta a la tortilla -incluso con un final electoral plagado de errores de Trump- se antoja imposible. En primer lugar, los republicanos han podido rediseñar la configuración de distritos a su favor. Además, la evolución demográfica perjudica a los demócratas, cuyo electorado está más concentrado que nunca en los núcleos urbanos, por lo que ganan con mucha amplitud en menos distritos. Es algo que ya se vio en las presidenciales de 2012, cuando Obama ganó en la mayoría de los estados, pero solo se impuso en el 22% de los condados del país.

Pero la principal clave, sin duda, será hasta qué punto identifica el electorado a los candidatos republicanos al Congreso con Trump. Dos encuestas recientes, la de The Washington Post/ABC y la de NBC/Wall Street Journal, muestran que aquellos que prefieren un Congreso de signo demócrata solo ganan por tres puntos a los que prefieren que lo controlen los republicanos, una distancia considerablemente menor que la ventaja que Clinton tiene sobre Trump en los sondeos.

Controlar la agenda política de Clinton

Eso indica que la insatisfacción con Trump del electorado no se ha contagiado del todo en la carrera por el Congreso. De hecho, el 57% de los votantes cree que Trump no representa los valores del partido republicano. Y lo que es más importante: muchos estadounidenses confían en que el Congreso sirva para controlar la agenda política de Clinton, si esta llega a la Casa Blanca. Solo el 40% quiere un Congreso demócrata que impulse las políticas de la candidata demócrata.

Todo esto será determinante en las elecciones al Senado, donde los demócratas sí tienen opciones claras de recuperarlo. Aquí ha habido varios candidatos republicanos -John McCain (Arizona), Kelly Ayotte (New Hampshire) o Joseph Heck (Nevada)- que se han desmarcado de Trump (han dicho que no le votarán) para tratar de asegurarse su escaño.

En estos momentos, la mayoría de las encuestas apuntan a que la balanza se inclinará en un puñado de estados donde todavía no hay un favorito claro. Muchos de ellos son también «estados bisagra», los que no tienen dueño claro en las presidenciales: Wisconsin, Indiana, Misuri, Carolina del Norte, New Hampshire, Nevada, Pensilvania o Florida, donde vuelve a presentarse Marco Rubio tras su frustrado asalto a la Casa Blanca. Lo que las encuestas dicen ahora es que la mayor parte de esos estados caerán del lado demócrata. Las predicciones de «FiveThirtyEight», por ejemplo, dan un 71% de posibilidades de que así sea.

Tribunal Supremo

La importancia del Senado es clave para impulsar o bloquear leyes, pero también para un asunto quizá más importante que el color político del Congreso o el próximo morador de la Casa Blanca: la renovación del Tribunal Supremo. El Senado es el encargado de confirmar la nominación de nuevos magistrados del máximo órgano judicial. Tras la muerte del juez conservador Antonin Scalia este año, la mayoría republicana del Senado se ha negado incluso a considerar la candidatura de Merrick Garland -juez liberal- propuesta por Barack Obama.

La confirmación del juez requiere 60 votos en el Senado y no parece posible que los demócratas lleguen a ese número. En teoría, el bloqueo republicano a la sustitución de Scalia podría continuar a largo plazo, pero sería algo difícil de justificar en minoría y que podría tener consecuencias negativas en próximas citas electorales. Lo que sí podría conseguir es forzar a que Clinton nomine a otro juez más centrista que Garland.

¿Y si hay empate? Hay posibilidades ciertas de que cada partido obtenga 50 escaños en el Senado. La desigualdad la desharía el vicepresidente (Tim Kaine si gana Clinton, Mike Pence si se impone Trump). En ese caso, la victoria sería doble: llevarse la Casa Blanca arrastraría también la victoria en el Senado.

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