Hillary, «más cerca» de la nominación, sale invicta del ‘mini Super Martes’

Mucho tienen que cambiar las tendencias que hasta ahora han marcado las primarias demócratas para que a Hillary Clinton se le escape la nominación. Ayer, con cinco estados en juego en el denominado ‘mini Super Martes’, la ex secretaria de Estado se impuso en cuatro de ellos –Florida, Carolina del Norte, Ohio e Illinois– y solo permitió un empate técnico en Misuri. En este último estado, el recuento de votos era tan ajustado ya entrada la madrugada de ayer que el reparto de delegados será casi el mismo para Clinton y para su contrincante, Bernie Sanders.

El senador por Vermont no consiguió repetir el gran triunfo obtenido la semana pasada en Michigan, en el que algunos pusieron las esperanzas de que pudiera plantar batalla a Clinton.

En dos estados similares, industrializados, donde pesa el mensaje económico, como son Ohio e Illinois debería haber obtenido mejores resultados para considerar todavía que tiene opciones para la nominación. En Illinois estuvo a punto de conseguirlo (50%-49% para Clinton), pero no ocurrió lo mismo en Ohio (56%-43%).

En Florida, el estado donde más delegados se repartían (el tercero en todo el país después de California y Nueva York), la victoria de Clinton fue contundente (64%-33%), y la ex secretaria de Estado también se impuso en Carolina del Norte (55%-41%). Estos dos últimos estados tienen una fuerte presencia de voto negro, uno de los principales factores de la ventaja que lleva Clinton en las primarias, que ha ganado en 16 estados, por los 9 en los que se ha impuesto Sanders.

«Estamos más cerca de asegurar la nominación del partido demócrata y de ganar estas elecciones en noviembre», aseguró Clinton satisfecha desde West Palm Beach, en Florida.

Con las primarias llegando a su ecuador, Clinton ha conseguido posicionarse como la candidata de garantías para mantener la Casa Blanca del lado demócrata. Según las encuestas a pie de urna de la cadena ABC News, casi el doble de los electores en las primarias daban a Clinton más posibilidades de vencer a la gran sensación de las primarias, Donald Trump, en una hipotética elección general que a Bernie Sanders. Por el contrario, los mismos encuestados percibían al senador de Vermont como más honesto y confiable: así lo consideran 8 de cada diez electores, frente a 6 de cada 10 que decían lo mismo de Clinton.

Con todo, Sanders mantiene que dará pelea hasta el final. Al comienzo del recuento, cuando todo apuntaba a que al menos perdería en Florida, Ohio y Carolina del Norte, compareció desde Phoenix, en Arizona, en un mitin en el que volvió a los lugares comunes de su campaña, como si no hubiese salido derrotado de la noche. «Empezamos esta campaña con un apoyo del 3% a nivel nacional», dijo a sus seguidores. «Hemos hecho mucho en diez meses. Y la razón por la que nos ha ido tan bien es porque estamos haciendo algo radical en la política estadounidense: estamos diciendo la verdad».

Recuperó los ataques contra Wall Street, contra la financiación electoral, contra la riqueza de un país en el que sufre la clase media y no dio indicios de apretar el freno en sus aspiraciones a ganar la nominación. Tiene dinero para ello –ayer recordó los cinco millones de donaciones individuales a su campaña, con una media de 27 dólares– y la forma proporcional en la que se reparten los delegados en las primarias demócratas le permitiría que Clinton no se asegurase la nominación hasta junio (lo mismo que ocurrió en 2008 entre la candidata favorita y Barack Obama).

Sin embargo, las matemáticas están en su contra. Desde que las primarias pasaron por la mayoría de estados del Sur -en los que arrasó Clinton- el equipo de Sanders sabe que necesita más que espaldarazos anímicos como el de Michigan. Necesita arrasar en estados importantes. Ayer fue una oportunidad perdida y nada asegura que lo consiga en el futuro.