Una polémica portada de The New York Times contra Trump
Una polémica portada de The New York Times contra Trump - ABC

Los excesos de la prensa para desactivar el «fenómeno Trump»

Los medios norteamericanos han contribuido a combatir al mismo candidato que alimentaron antes

WASHINGTON Actualizado: Guardar
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¿Tiene derecho un establishment a defenderse del ataque de un candidato que amenaza con romper el sistema? ¿Deben los medios, como parte de ese establishment, abandonar su imparcialidad hasta el punto de contravenir normas básicas del periodismo? El debate amenaza con pasar factura a partir del 9 de noviembre, pero, en esta inédita y turbia campaña, las televisiones y, en buena medida, también la prensa de información general prestigiosa, la llamada prensa seria, ha dado una repuesta aparentemente positiva a ambas preguntas. La interpretación no responde tanto a la medida de las coberturas como al tono con el que ha sido valorado el outsider, Donald Trump, el fenómeno que ha convertido esta campaña en única, en función del momento por el que discurría la campaña.

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Hasta convertirse en el sorprendente candidato republicano, el recién desembarcado magnate neoyorquino, conocido como fiero promotor inmobiliario y de otros negocios, pero también como figura mediática en ciernes gracias a un programa televisivo propio, alcanzó la máxima popularidad gracias a un aparente matrimonio de conveniencia con los medios. Durante meses, ríos de imágenes, sonidos, letras y tinta engordaron la imagen de Trump, amplificada por el altavoz televisivo, pero también por las portadas de los periódicos, en sus dos versiones, digital y de papel. La orgía informativa sin precedentes, a golpe del titular que facilitaba un irreverente suministrador de titulares chillones, llevó en primavera al mismísimo presidente Obama a una frase que no preocupó a los dueños de los medios tanto como a algunos sonrojados periodistas: «Informar no es poner el micrófono y reproducir sin más análisis».

Era la abierta crítica al corazón del prestigioso periodismo estadounidense de un cariacontecido inquilino de la Casa Blanca que empezaba a atisbar que un populista podía llegar a convertirse en presidente de Estados Unidos, si sus provocaciones seguían teniendo acogida en semejante caja de resonancia. Aunque el verdadero destinatario del dardo era la cadena CNN, la más influyente en materia política, cuyo presidente, Jeff Zucker, gestionaba la cadena NBC cuando Trump adquirió en ella su fama con su programa «El aprendiz». Su tendencia hacia el periodismo-espectáculo, en pos de la audiencia ha sido criticada en diversas ocasiones.

Aunque no parece que ningún medio esté en disposición de tirar la primera piedra. Es indudable que «The New York Times» y «The Washington Post» han recuperado influencia en esta campaña, pero no siempre a un bajo precio. Un reportaje del diario neoyorquino, basado en entrevistas a dos decenas de exempleadas de Trump, fue el primer paso en falso. Pese a que apenas un par de las consultadas criticaba abiertamente el magnate, el enfoque fue tan innecesariamente contundente como para tomar el todo por la parte. Con el añadido de que una de las aludidas desmintió el sentido de sus frases, lo que obligó a los dos reporteros a comparecer en televisión para reparar el entuerto. Las últimas semanas, su defensor del lector, que en el Times representa el Public Editor, se ha visto obligado a justificar el sentido de algunas informaciones que los lectores apreciaban excesivamente tendenciosa contra el candidato republicano. Entre ellas, la publicación a doble página completa de todos los insultos e imprecaciones de Trump en la campaña, un ruidoso estilo poco habitual en el diario neoyorquino. En su haber, habría que anotar la investigación que desenmascaró las triquiñuelas legales del magnate para no pagar impuestos.

El prestigioso diario washingtoniano, que adquirió protagonismo y éxito por su oportunidad de difundir el vídeo soez de Trump, donde el magnate detallaba su intento de mantener sexo con una mujer casada, también arrastra algunos debes. Podría decirse que se ha convertido en el periódico aficionado a rechazar afirmaciones de campaña del magnate, en ocasiones incluyendo la palabra «mentira» en el titular, algo al menos discutible desde el punto de vista del buen hacer periodístico. Su combatividad le llevó a impulsar y mantener viva en una campaña en la que comparaba a Trump con Hitler, desde que su columnista Robert Kagan lanzara la idea.

Si por algo se ha caracterizado esta campaña es que la frontera entre opinión e información que distingue a los periódicos estadounidenses ha venido a diluirse más que en ningún otro momento reciente.

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