Bill Clinton o 'Cómo conocí a vuestra presidenta'

El maestro del discurso fue de menos a más, en un relato sobre los logros y la preparación de su esposa articulado desde su historia de amor

Filadelfia (EE.UU.) Actualizado: Guardar
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«En el verano de 1971 conocí a una chica», arrancó Bill Clinton en su discurso de la convención demócrata, y los delegados cogían postura en sus butacas, entornaban los ojos, listos para ser mecidos por un seductor de audiencias. A ello se ha dedicado toda su vida Clinton y ayer tenía el encargo de elevar la figura de su mujer, Hillary Clinton, en un momento tan histórico como delicado para ella: horas antes, se había convertido en la primera nominada a la presidencia por uno de los dos grandes partidos de EE.UU. Al mismo tiempo, necesita un espaldarazo para convencer al electorado demócrata en rebeldía tras unas primarias muy polarizadas y arañar apoyos de Donald Trump, que ya le ha remontado en las encuestas.

El relato parecía a ratos el de una historia de amor cualquiera, tan dulce como cualquiera, sobre la que el expresidente articuló los progresivos logros en educación, en sanidad, en el cuidado de los niños, en materia de seguridad o en política exterior conseguidos por Hillary Clinton en su carrera, desde sus años como Primera Dama de Arkansas y de EE.UU., hasta sus cargos de senadora por Nueva York y secretaria de Estado.

Clinton detalló cómo no tuvo éxito las dos primeras veces que le pidió matrimonio y cómo a la tercera fue la vencida. «Me casé con mi mejor amiga, alguien que todavía me asombra 45 años después», dijo antes de coleccionar aplausos. En las gradas, había tensión por descubrir si habría alguna referencia al caso Lewinsky, un escándalo que marcó su segundo mandato y que por poco le costó un ‘impeachment’, por ver si su historia de amor paraba en su historial de infidelidades. No hubo nada, excepto quizá una frase: «Sé que Hillary nunca os dará la espalda, porque a mí nunca me la dio».

El discurso comenzó algo plano, en algunos tramos como una mera sucesión de recuerdos de pareja y de proyectos desempeñados por su mujer. En la recta final, tuvo momentos brillantes, como cuando comparó la Hillary que venden los republicanos -en su convención se llevó todos los golpes- con la Hillary «de verdad». La primera es “una caricatura, bidimensional, fácil de absorber”, mientras que la verdadera es la que «se ha ganado la lealtad, el respeto y el apoyo ferviente de todos los que han trabajado con ella», la que se preocupa de sus familiares, la que ha cosechado «elogios de pesos pesados republicanos», la que es «capaz de conseguir verdaderos cambios»… «Me alegro por vosotros, porque hace un rato habéis nominado a la real», dijo antes de recibir una ovación.

Fue un discurso raro de Bill Clinton: era su postulación para tener un papel secundario, un empujón para estar a la sombra de su mujer, para ser un Primer Caballero en la Casa Blanca, cualquiera que sea la forma en la que se califique su posición si Hillary gana las elecciones. Pareció un esfuerzo imposible para un maestro de la política encantado de conocerse: no habló de él, se entregó por completo a la figura de su mujer.

«Juntos, Hillary nos hará más fuertes. Lo sabéis porque ha dedicado toda su vida a ello», dijo en el cierre, justo antes de pedir el voto, algo por lo que, dijo a todo el país en directo, «vuestros hijos y vuestros nietos os bendecirán para siempre si lo hacéis».

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