Los tipos de interés a largo plazo amagan con subir

Al sector público español el cambio de escenario le pillará sin haber hecho los deberes; no hemos aprovechado la bonanza para eliminar el déficit público estructural

CARMELO TAJADURA

Un movimiento relevante en los mercados financieros en las últimas semanas ha sido la elevación de los tipos de interés a largo plazo, especialmente en los bonos norteamericanos, que han llegado a rebasar el nivel del 3% en el plazo de 10 años lo que no ocurría desde principios de 2014. Luego retrocedieron algo.

Hay varias razones para temer que suban más los tipos a largo en EE.UU. Entre ellas, unas perspectivas de inflación más elevadas por la subida del precio de las materias primas, así como por la posibilidad de que una guerra comercial eleve los aranceles y los precios. Pero también la anticipación de mayores déficits por la reforma fiscal y consiguiente mayor oferta de papel, el riesgo de que la Fed suba los tipos a corto de forma más rápida o intensa de lo previsto, y su desinversión en los títulos de la QE. Todo ello en el contexto de una mayor volatilidad en los mercados de renta fija y variable, quizás con el horizonte del final de los nueve años de expansión de la economía norteamericana, la segunda más larga de la historia.

Unos mayores tipos en EE.UU. arrastrarían a las rentabilidades de la deuda en otros mercados, máxime cuando el diferencial entre los tipos norteamericano y alemán a 10 años está en el nivel más alto desde hace 30 años: cerca de 250 puntos básicos. Y el problema para el mundo es que el volumen de deuda hoy es mucho más alto que hace unos años. El FMI lo cifra en 164 billones de dólares y representa el 225% del PIB mundial. En la última crisis las economías avanzadas han contenido su avance, pero ha aumentado fuertemente en las emergentes, sobre todo en China. Así que, si sube su coste, el efecto va a ser importante.

Efecto dominó: «Unos mayores tipos en EE.UU. arrastrarían a las rentabilidades de la deuda en otros mercados»

El caso español

En nuestro país, el sector privado se ha desapalancado significativamente respecto a 2008, pero no hay que olvidar que antes había aumentado su deuda de manera explosiva en los años de expansión, por lo que sigue siendo bastante elevada. Y, en cualquier caso, el sector público la ha incrementado muchísimo , más que compensando la reducción privada. Un dato demoledor es que nuestra deuda externa, pública y privada, está actualmente en el récord de 1,9 billones de euros, por lo que la subida de tipos supondría una clara transferencia de renta al exterior. Máxime cuando nuestros activos internacionales son mucho menores (la posición neta es de -0,94 billones).

Por ahora, los tipos de la deuda española se han visto beneficiados por factores como las mejoras del rating, el sólido crecimiento económico y la disminución de los temores por Cataluña. Así, el tipo español a 10 años ha limitado su alza hasta sólo el 1,30%. Pero, antes o después, el movimiento alcista de tipos a largo afectará de lleno a España. En realidad, dadas nuestras deficiencias, suena raro que países serios (por ejemplo, Reino Unido) tengan que pagar tipos más elevados que los nuestros, aunque sean diferentes las tasas de inflación y la divisa de denominación de la deuda. Claro, que el BCE acabará cambiando el tono de la política monetaria y reducirá su tenencia de bonos, y entonces nos encontraremos con la realidad.

Impacto en casa: «Antes o después, el movimiento alcista de tipos a largo afectará de lleno a España»

Al sector público español la subida de tipos de medio y largo plazo le pillará sin haber hecho los deberes. No hemos aprovechado la bonanza para eliminar el déficit público estructural, que es aún alto, y ese grifo abierto sigue alimentando la deuda pública, cercana al 100% del PIB (límite UEM: 60%). Al menos, hemos alargado el plazo medio de la deuda, pero, sólo con que el coste medio de la misma aumentara un cuarto de punto (ha bajado punto y medio desde 2011), ya nos supondría cerca de 3.000 millones anuales, que deberían detraerse de otros destinos. Y, sin embargo, seguimos como la cigarra, cerrando los ojos. Por ejemplo, con la reversión, al menos temporal, de una de las pocas reformas estructurales que se habían hecho (aunque a medias): la de pensiones.

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