«Sindicatos y patronal saben solucionar los conflictos»

Entrevista a Marcos Peña, autor del laudo del aeropuerto de El Prat

Marcos Peña, en su despacho I. MARTÍNEZ

ANA MORIYÓN

El presidente del Consejo Económico y Social (CES), Marcos Peña, firmó esta semana el laudo que obliga a Eulen a pagar hasta 200 euros más a los vigilantes de El Prat y reforzar la plantilla, una propuesta basada en gran parte en la oferta de mediación de la Generalitat catalana formulada la segunda semana de agosto que había sido rechazada por los trabajadores.

-Ya avisó de que nadie iba a salir contento del conflicto del Prat y a los trabajadores no se les ve muy satisfechos...

-Estaba en el guion. Este tipo de laudos tienen que ser excepcionales y su objetivo debe ser minimizar el daño y no contaminar la negociación ordinaria de las condiciones de trabajo del sector, que es inminente. Había una cuantia aceptada por la empresa y la Generalitat, 200 euros, por lo que ofrecer menos ni se consideraba, y ofrecer más tampoco era acertado porque podia condicionar futuras negociaciones.

-Aunque usted tiene experiencia como negociador, supongo que mediar en este tipo de conflictos no se sea plato de buen gusto.

-No ‘presta’ mucho, la verdad. Pero llevo casi 40 años y, al final, uno es su biografía. No estoy especialmente incómodo porque conozco las caras, la historia reciente de los sindicatos y la patronal, soy hijo de este mundo.

-¿Ha recibido algún tipo de presión para favorecer a alguna de las partes?

-La presión personal es de tal intensidad que no hace falta alguna otra. Las presiones descaradas suelen conseguir siempre el efecto contrario y la gente es bastante civilizada. Así que, en absoluto.

-Los trabajadores consideran que el laudo es ilegal y amenazan con llevarlo a los tribunales. ¿Entiende que este mecanismo pueda ser considerado como una vulneración de sus derechos?

-Claro que lo entiendo. Pero estamos hablando de un asunto absolutamente excepcional que se ha dado muy pocas veces en nuestro país y que, evidentemente, no es agradable para los sindicatos porque atenta contra su condición elemental. Pero debemos ser razonables cuando chocan otros derechos como la seguridad o los derechos del consumidor, y en esos casos hay que establecer un procedimiento excepcional.

-El laudo está pensado para situaciones excepcionales, pero si es el Gobierno el que, unilateralmente, impone este mecanismo. ¿Se puede correr el riesgo de abusar de esta fórmula?

-Yo creo que no porque es una fórmula absolutamente incompatible con el abuso, ya que su abuso desnaturalizaría su condición de excepcional. Además, yo no creo que la situación laboral de este país sea excepcional, ni mucho menos, las cosas funcionan de forma normal y cada vez más ordenada. En el año 1979, se perdían 123 millones de horas de trabajo por huelgas, mientras que el año pasado sólo se perdieron dos millones de horas escasas. Los españoles hacemos las cosas de forma razonable, los sindicatos de nuestro país solucionan los conflictos de forma sensata y merecen el reconocimiento de todos.

Tenemos más de un millón de ocupados menos que antes de la crisis. Es una herida profunda la que padecimos que va a tardar en cicatrizar y, además, dicen que el empleo es malo, que no es para echar cohetes. Obviamente es necesario crear más empleo y mejor, pero eso no es tan fácil como publicarlo en el BOE. Hay que apostar por el mayor factor estratégico de la economía de un país, que es el factor humano y el conocimiento como herramienta. Necesitamos un pacto por la inversión, la ciencia y la formación profesional. Esta debe ser la apuesta porque, todo lo demás, distrae. Y un país que pierde el tiempo en otras cosas corre el riesgo a olvidar lo que realmente es importante: la personas y su conocimiento son las que no sacarán realmente de la crisis.

-Se escucha decir que, por primera vez, nuestros hijos vivirán peor que nuestros padres. ¿Comparte tal afirmación?

-No. Pero es que yo soy poco apocalíptico. Aunque tampoco tengo una visión idealizada del progreso. Hay que ser conscientes de que las dificultades previstas en el futuro mercado de trabajo son enormes y difíciles de gestionar, pero no creo que nuestros hijos vayan a vivir peor que nosotros. No tengo una visión alarmista. La nave se mueve con dificultades, pero no zozobra.

-Si usted no es alarmista, entonces es de los que opina que el sistema de pensiones de nuestro país está garantizado.

-Eso va a depender de nosotros, no de ninguna conjunción astral. Tenemos que ser conscientes de que es un tema de primera magnitud y tenemos la obligación ética de protegerlo y de blindarlo. Es una de las principales obligaciones de los partidos y el país tiene que ser consciente de que es una cuestión prioritaria. Garantizar las pensiones ha permitido que la tasa media de pobreza de los mayores de 65 años fuera de un 13 o 14%, casi la mitad de la del resto de la población, que está en el 26%. Durante el periodo de crisis los jóvenes han visto disminuida su capacidad adquisitiva en un 23%, pero los mayores han visto su renta aumentada. Esto ha permitido cohesionar la sociedad y garantizar la convivencia. Y eso es realmente hacer política.

-Parece que existe unanimidad en la necesidad de reformar el sistema, aunque las últimas informaciones indican que será complicado que pueda hacerse en esta legislatura. ¿Nos podemos permitir tomárnoslo con tanta calma?

-No. Habría que hacer algo en esta legislatura. Pero, más que una reforma, yo creo que lo importante es la actitud reformista. No se trata tanto de una gran reforma sino de ser conscientes de que periódicamente hay que hacer reformas o reformitas. Reformar el sistema día a día para ajustar lo que sacamos del cajón con lo que metemos. Es muy peligroso cuando se transmite la idea de la reforma definitiva porque genera una falsa expectativa y el sistema no se soluciona si no es con el compromiso de mantenerlo y prestando atención a que funcione.

-Entonces, ¿no hay fórmula mágica?

-Cuando la herramienta de trabajo es una varita mágica, estamos perdidos.

- Es evidente la necesidad de recuperar el pacto de Toledo , pero ahora parece imposible un entendimiento de este calado...

-Eso es verdad. Pero otra verdad es que tenemos que establecer un orden de prioridades políticas en este país, porque ese orden está muy confuso. Últimamente el peso del espectáculo, de la política mediática, empieza a oscurecer esos asuntos que son realmente serios porque afectan, como le decía, a la convivencia de las personas. La política no es asaltar los cielos, es aliviar el daño y favorecer la convivencia.

-Además de voluntad política, tienen que salir las cuentas, y la pirámide poblacional es la que es.

-El origen de las pensiones se remonta a inicios del siglo XX, cuando empezó a coger fuerza en Inglaterra y Alemania. En ese periodo la edad media de vida no alcanzaba los 60 años y, sin embargo, la previsión media hoy de percibir una prestación es de 21 años para los hombres y 23 para las mujeres. De aquí a cuarenta años, las previsiones europeas establecen que habrá unos 55 millones más de personas con más de 65 años y 45 millones menos de trabajadores. Pero eso no tiene que generar alarma, sino compromiso y trabajo.

-¿Elevar la edad de jubilación es necesario?

-Es conveniente. Pero no debemos fantasear, debemos tener en cuenta nuestro mercado de trabajo. La edad de 67 años parte de un acuerdo en el que participaron los sindicatos. ¡Chapó por ellos!. De entrada esa cifra me parece razonable, pero creo que es necesario ser un poco más flexibles. El español vive un cambio abrupto porque pasa de trabajar a, al día siguiente, jubilarse, y muchas veces estamos en condiciones óptimas para que nuestro trabajo sea rentable. Hay que flexibilizarlo para que el proceso sea más natural.

-¿Recomienda complementar el sistema público de pensiones con planes privados?

-A mí no me escandalizan los planes privados y, además, promoverlos es bueno porque se promueve el ahorro. Pero no creo que uno vaya a sustituir a lo otro porque el ahorro medio en planes privados no puede cubrir ni un año de jubilación. No podemos poner este tipo de planes como solución porque sería engañar a todo el mundo.

-La robotización, la digitalización o la economía colaborativa están desequilibrando nuestro sistema tradicional. ¿Cómo gestionarlos?

-Se avecinan modificaciones importantes en nuestra forma de trabajar y eso modifica también nuestra forma de vivir. Está cambiando la base que permitía la cotización y tenemos que ser capaces de gestionar esta nueva realidad porque vamos a necesitar 120 millones de euros al año para pagar las pensiones y hay que conseguirlos sin hacer daño a la eficiencia del sistema. Pero la solución nunca es prohibir porque en la prohibición está el pecado.

-Los sindicatos reclaman una reforma laboral ¿Es la prioridad?

-La modificación de los artículos cada vez me interesa menos y mire que yo he sido un reformista, pero nuestro sistema laboral está exhausto de tanta reforma. El compromiso y la voluntad de las personas es más importante que las reformas legales y el objetivo debe ser la formación y el conocimiento de nuestros compatriotas.

-¿Cree que es el momento de pactar una subida salarial, como apunta Fátima Báñez?

-Es verdad que los trabajadores son siempre los últimos invitados a la fiesta de la recuperación y qué habrá que pactar como se pueda y cuando se pueda una subida salarial. Pero tampoco echemos a volar la fantasía. Para ganar más tenemos que ser más listos y trabajar mejor. Y, perdone que insiste, para eso el compromiso nacional debe ser el conocimiento.

-¿Cómo se ve la economía asturiana desde Madrid?

-Estamos todos igual. Todos estos problemas de los que estamos hablando evidentemente también afectan a Asturias, con el añadido complejo que tiene el Principado porque allí la ecuación entre activos y pasivos se ha roto y hay más personas que reciben una prestación que personas que trabajan. Pero es la evolución comprensible de cómo se ha producido en esta región la reconversión industrial y otra serie de temas que son singulares en Asturias. Aunque no se crea, tampoco hay ninguna comunidad tan singular.

-Somos una de las pocas regiones que no han sido capaces de recuperar, ni está previsto que lo logre el próximo año, el PIB que tenía antes de la crisis. ¿En qué fallamos?

-Me gustaría a mí saberlo, contárselo a usted y que lo resolviéramos. La evolución de Asturias y de la economía asturiana ha sido muy singular y esta región, en un periodo muy breve, perdió sus dos señas de identidad productivas. Pero creo que lo ha gestionado muy bien y además sigue manteniendo algunas ventajas con respecto a su capital humano. No tengo ninguna visión apocalíptica ni mucho menos de Asturias. Al revés, han de sentirse orgullosos de Asturias.

-Pero mucho talento se ha ido.

-Claro que se fue, pero no solo de Asturias. El problema de Asturias no es que se hayan ido los jóvenes, sino que tienen que volver más formados aún. Por eso tenemos que ser atractivos para que vuelvan.

-Las empresas asturianas se quejan de la alta fiscalidad. ¿Se equivoca el Principado en su política fiscal?

-La fiscalidad tiene que ser, primero, suficiente, pero también equitativa y, además, eficiente, porque tiene que favorecer el desarrollo y porque si es ineficiente recaudamos menos. La fiscalidad es un asunto vital y es otro de los debates que debe abordar este país.

-¿Aboga por la armonización para evitar las desigualdades entre comunidades?

-La armonización es necesaria, aunque no sé hasta qué punto se pueden producir fugas de empresas como se dice y a mí, lo de las balanzas fiscales, me parece metafísica. Pero sí es cierto que se necesita un cierto orden, especialmente en donaciones y sucesiones. Pero no seamos niños cuando hablamos de igualdad de derechos. Un extremeño tiene la mitad de renta que un madrileño. Ésa es la verdadera seña de identidad que sirve.

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