La larga agonía de Alitalia

La entrada de Etihad no frenó la deriva de una compañía que ya ha costado 7.400 millones a los italianos

CORRESPONSAL EN ROMA Actualizado: Guardar
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Alitalia se convirtió en una especie de Monte dei Paschi di Siena de los cielos, es decir, en un pozo sin fondo que se ha tragado miles de millones de euros. Es otra vergüenza nacional, porque la principal compañía aérea italiana ha sido desde hace al menos dos décadas un desastre en su gestión y no despega. «Errores, mentiras, silencios. Los documentos revelan cómo sus dirigentes han llevado a la empresa al colapso. Y a pagar son los contribuyentes. Solo desde el 1974 al 2014 la compañía ha costado a los italianos 7.400 millones de euros, según los cálculos de Mediobanca», escribe esta semana «L’ Espresso». En el arco de diez años, Alitalia ha ido a la quiebra en dos ocasiones y casi una tercera hace unas semanas, porque para que sus aviones no se quedaran en tierra en Navidad, los socios bancarios de la compañía tuvieron que inyectar 120 millones de financiación y otros 100 Ethiad.

Uno de los símbolos del despilfarro fue el consejero delegado de Alitalia, Giancarlo Cimoli, nombrado en el 2004, que prometió lograr en poco tiempo un presupuesto equilibrado. Nunca lo logró. Un par de años después declaró: «Esta compañía, cuanto más vuela más pierde». La aerolínea acabó en bancarrota, por lo que él fue condenado a 8 años y 8 meses. Pero eso no era obstáculo para que él se embolsara un salario anual de 2,8 millones de euros y una liquidación de 3 millones.

En agosto 2014 Ethiad, aerolínea de los Emiratos Árabes, compró el 49% de las acciones de Alitalia a cambio de 560 millones de euros, acuerdo que entró en vigor en enero 2015. Los bancos renunciaron a parte de sus créditos y se despidió a 2.251 trabajadores. Se consideró que sería la salvación. Pero ha sido otro desastre. En el pasado año, las pérdidas rondaron los 600 millones de euros.

Alitalia en sus proyecciones para este año estima una pérdida operativa de 275 millones de euros

El número uno de Ethiad, el australiano James Hogan, su consejero delegado, había asegurado que «en el 2017 Alitalia logrará beneficios». Una promesa irrealizable. En el plan industrial, dado a conocer en esta semana para salvar la compañía, aparece otra montaña de pérdidas. Alitalia en sus proyecciones para este año estima una pérdida operativa (Ebitda, beneficio antes de intereses e impuestos) de 275 millones de euros y una pérdida neta de 348 millones. «Pero es un cálculo al que dentro de la compañía no se le da mucha credibilidad, porque, entre líneas, en las cuentas se evidencian riesgos relevantes, con una carga añadida de 310 millones de euros en este año», escribe el pasado martes el diario económico “Il Sole 24 Ore”. Son cifras que no incluyen el coste que tendrá el despido de personal, que puede llegar hasta 1.600 trabajadores. En protesta, los sindicatos han programado una huelga para el próximo 23 de febrero.

Larga agonía

El caos y confusión en que se encuentra Alitalia le ha costado el cargo al consejero delegado James Hogan, cuyo despido, que se ejecutará en el segundo semestre, se anunciaba el pasado martes. Cuando Hogan presentó en agosto 2014 el acuerdo de Ethiad con Alitalia se mostraba feliz como si hubiera hecho una gran conquista: «Queremos una Alitalia más sexy», dijo Hogan, quien de inmediato introdujo un nuevo look para las azafatas: vestido rojo y medias verdes, una combinación que desentona. Así ha sido también su gestión: desafinada y al borde de la quiebra. Es la última etapa de un calvario que dura veinte años. Ahora se espera que alguien salve a Alitalia de su agonía.

El fracaso de la «italianitá»

Alitalia ha sido el símbolo de un país burocratizado y la imagen de una empresa estatal, con exceso de personal, incapaz de vivir con sus propios medios. Ante las continuas y graves pérdidas, en 2006, el entonces primer ministro Romano Prodi decidió venderla a capital privado. El grupo franco holandés Air France-KLM ofreció 1.700 millones de euros y pidió el despido de 2.100 trabajadores. El trato estaba hecho. Pero Italia estaba en vísperas electorales y Silvio Berlusconi, líder de la oposición, puso el veto a la venta, en nombre de la «italianità», es decir, por razones patrióticas. Berlusconi ganó las elecciones y malvendió Alitalia a un grupo de empresarios italianos, encabezados por Roberto Colaninno. Fracasaron estrepitosamente.

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