Invertir el ahorro y sufrir

El economista Carmelo Tajadura cree que «en España ni resulta sencillo ahorrar, ni tiene muchos estímulos hacerlo, ni es fácil invertir adecuadamente el ahorro»

CARMELO TAJADURA

«Tengo un amigo, que gestiona ciertos ahorros, que lleva algún tiempo repitiendo la misma frase: «¡Qué dura es la vida del inversor!». En realidad, lo que ocurre es que tiene un grado notable de aversión al riesgo en un contexto, hoy en día, en el que no hay rentabilidad posible sin riesgo apreciable e incluso intenso. Por lo que, asumirlo, supera su umbral de comodidad y, además, la actuación de los bancos, las autoridades financieras y el fisco también le incomoda habitualmente.

Antiguamente, mi amigo tenía una buena parte de sus ahorros en depósitos a plazo, que ha abandonado por falta de rentabilidad. Constituían un producto financiero bastante obsoleto pero encajaban relativamente en su perfil, a diferencia de los productos estructurados que nunca ha querido suscribir. También ha huido de la deuda pública y despotrica contra Draghi, igual que los alemanes, a quien culpa de perjudicar al ahorrador con tipos negativos incluso a plazos largos (tres años en España). Le quedaba la opción de invertir en deuda de países como Portugal o Grecia (o en bonos basura de Cataluña) que, al menos, rentan algo. Pero mi amigo, aunque es conservador, no carece de conocimientos financieros y dice que en esa clase de títulos lo único que cabría es ponerse corto (vender títulos tomados en préstamo y cubrir la posición cuando bajen de precio), nunca comprar en este entorno.

Últimamente se había interesado por comprar CoCos (bonos convertibles contingentes) de grandes bancos considerados seguros, pues rinden intereses del 5/6% y cree que el riesgo estaría equilibrado. Pero no puede, porque la CNMV no deja venderlos a inversores residentes. Contradictorio, dice, porque lo peor que les puede pasar a los CoCos es que, si al banco le falta capital, se conviertan en acciones y, sin embargo, éstas están permitidas y aquellos no.

De hecho, él invierte en acciones aunque su perfil le lleve a elegir valores supuestamente seguros. Eso le salvó en el Popular, donde salió antes de la debacle, pero tiene aún un susto del que, en parte, culpa a los supervisores y autoridades europeas. En Bolsa, opera mediante internet lo que representa otra fuente de lamentos: que si la web del banco va desesperadamente lenta, que si no le permite fijar límite para vender derechos de suscripción (y se lo ejecutan «por lo peor»), que si ponen información equívoca… Dice que algunos bancos presumen de digitalización, pero no parece que les cunda mucho lo que invierten.

Hace ya algún tiempo que destina una buena parte de su patrimonio financiero a los fondos. Tampoco ahí está contento y se queja de comisiones elevadas y rentabilidad mejorable, sobre todo en los fondos de inversión que gestionan y venden las entidades bancarias. Hasta el punto de que, últimamente, prefiere fondos de inversión de gestión pasiva, porque ahí el binomio rentabilidad/comisión le parece mejor. En fondos de pensiones le parece absurdo y desmotivador que, cuando se rescatan, los rendimientos tributen como base del trabajo y no del ahorro, lo que puede elevar los impuestos. Le gusta la noticia reciente de que Guindos va a limitar las comisiones y autorizar el rescate a los 10 años. Pero teme que el sector consiga limitar este propósito.

Sabe que, para mitigar el riesgo, tiene que diversificar y, como no domina los valores extranjeros, contrató con el departamento especializado de su banco que le gestionase la parte del patrimonio destinada a esos mercados. Al menos no le cobraban mucho, porque la entidad negociaba retrocesiones con los fondos donde le invertía. Hasta que hace poco también le encontré enfadado: Mifid II prohíbe esas retrocesiones y ahora la entidad le cobrará a él, aunque digo yo que al menos se lo gestionarán de manera más independiente.

Todo son lamentos para mi amigo. El último es que acaba de leer las ideas fiscales del PSOE para recaudar más. Y dice: ¡lo que faltaba!, quieren subir la tributación del ahorro, y repite su frase usual, ¡qué dura es la vida del inversor!

En fin, aumentar el bajo nivel de ahorro en España es importante para financiar la inversión sin recurrir al déficit exterior. Pero, la realidad es que ni resulta sencillo ahorrar, ni tiene muchos estímulos hacerlo, ni es fácil invertir adecuadamente el ahorro.

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