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Muere John Gutfreund, el «rey de Wall Street»

En la efervescencia de Wall Street en los 80, John Gutfreund fue el gran héroe -y villano- de la industria financiera

Nueva York Actualizado: Guardar
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John Gutfreund personificó el cliché del financiero agresivo de Wall Street: ambicioso hasta el exceso, áspero, exigente. Con su boca pegada a un cigarro, dictaba a voces la frenética actividad en la sala de ‘trading’ de Salomon Brothers, la legendaria firma de inversión que dirigió en los años 80. Como el Gordon Gekko de ‘ Wall Street’, Gutfreund compaginó una avidez sin escrúpulos en los negocios con un estilo de vida extravagante, y, también como el personaje interpretado por Michael Douglas, cayó del Olimpo financiero entre escándalos y problemas con la justicia.

Gutfreund falleció el pasado miércoles en el hospital New York Presbyterian-Cornell, en Manhattan, el mismo lugar en el que nació en 1929. Su padre hizo fortuna en el negocio de la venta de carne al por mayor y, aunque consideró una carrera académica en literatura, acabó decantándose por las finanzas.

Le fichó Solomon Brother en 1953 y ascendió hasta la cúpula del banco de inversión.

Gutfreund fue un innovador, el pionero en la titulización de hipotecas -el instrumento financiero que después fue clave en la crisis financiera de 2008-, y un brillante gestor que convirtió a Solomon en el principal operador de bonos del Tesoro de EE.UU.

“Parecía capaz de oler algo que perdía dinero”, aseguró el escritor Michael Lewis, autor de grandes superventas como ‘Liar’s Poker’, ‘Moneyball’ o ‘The Big Short’, su libro sobre la crisis hipotecaria ‘subprime’ que se acaba de tener una adaptación en Hollywood. “Tenía un sexto sentido sobrenatural para entender cuándo estaba destapándose una crisis”, explicó Lewis, que de joven trabajó en Salomon como ‘trader’.

Gutfreund compaginó sus jornadas de trabajo interminables en Wall Street con una activa vida social. Sus excesos con su segunda mujer -desde alquilar el palacio de Churchill en Oxford para una fiesta con setecientas personas a reservar dos plazas en el Concorde para volar al pastelero favorito y su tarta de Nueva York a París para su cumpleaños- hicieron las delicias de la prensa rosa de la época.

Pero los excesos que acabó pagando fueron los que hizo en los negocios. Un escándalos de operaciones no permitidas con bonos del Tesoro forzó su salida de Solomon y una avalancha de problemas legales con los que batalló durante años.

Cuando comunicó a los ejecutivos su dimisión, en 1991, no dio un paso atrás en su altanería y se negó a pedir perdón a nadie, en el más puro estilo soberbio de Wall Street. “Lo que pasó, pasó”, dijo.

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