El euro, siempre sometido a amenazas

El economista Carmelo Tajadura afirma que «sólo el BCE está funcionando bien y constituye la mayor garantía para el euro»

MADRID Actualizado: Guardar
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Los sustos para el euro son continuos y, cada vez que ocurren, los mercados debilitan su cotización. Es el sino de una divisa que nació como irreversible, pero con un diseño imperfecto y en una Eurozona que no era un área monetaria óptima. Si ahora se desintegrase nadie sabe qué pasaría realmente, pero seguro que habría impactos muy negativos. Para facilitar su continuidad se han adoptado algunos parches, como el MEDE o la unión bancaria (incompleta y muy lejos aún de inducir bancos paneuropeos). Pero otras alternativas más ambiciosas, como una significativa mutualización de deuda o la unión fiscal, ni siquiera se vislumbran. En realidad, sólo el BCE está funcionando realmente bien y constituye la mayor garantía para el euro.

Grecia, Francia e Italia son ahora los focos de mayor atención. La primera es una economía relativamente pequeña y, en sí misma, no representaría un riesgo excesivo.

Pero, si abandonara el euro, sería el fin de su teórica irreversibilidad y los mercados descontarían que algún otro podría seguirle, el más probable Portugal. Esto último constituiría un riesgo importante para España. Porque se trata del quinto cliente al que más exportamos y nuestras entidades financieras copan el 25% del sistema bancario portugués. Así que los continuos problemas con el rescate griego y su inevitable quita de deuda suponen una interrogante en los mercados y una preocupación en Moncloa.

«Abandonar el euro supondría un coste altísimo para Francia e Italia»

En abril y mayo serán las elecciones francesas. Le Pen quiere un referéndum para salir de la UE y, si triunfara, podría ser el principio del fin del euro, al menos tal como lo conocemos ahora. En realidad, esta señora no pasa de ser una demagoga que busca en el euro un chivo expiatorio de la pérdida de competitividad del país. Pero los problemas de Francia no están ahí sino, más bien, en su rigidez económica y falta de reformas (por ejemplo, laboral) así como en un excesivo peso del gasto público (e impuestos). Afortunadamente, es bastante poco probable que gane. Porque, aunque lo hiciera en primera vuelta, que está por ver, quedaría a considerable distancia de cualquier otro oponente en la segunda.

También hay algunas fuerzas políticas relevantes que proponen dejar el euro en otro país importante como Italia. Que tiene un triste récord de pobre crecimiento económico (también para 2017 la Comisión Europea le prevé el menor crecimiento en la Eurozona) y eso es un caldo de cultivo para el populismo. Grillo dice que el euro es un instrumento de control del BCE que asfixia a economías como la italiana. Curioso porque, con una montaña de deuda pública y varios bancos cuasi quebrados, el país hubiera sufrido mucho más sin la actuación de Draghi. En realidad, creo que lo que algunos italianos añoran es la solución fácil de poder devaluar, como hacían antes.

Abandonar el euro supondría un coste altísimo, tanto para Francia como para Italia. Sin ir más lejos, la deuda se haría casi impagable por la depreciación de la nueva divisa que adoptasen. O, si se redenominara en la nueva moneda, supondría una expropiación a los tenedores de la misma (que en un alto porcentaje son sus propios residentes). Pero parece que al populismo esto no le importa.

En España también hay políticos que quieren salir del euro, aunque hay bastante consenso en permanecer (siempre que esta divisa perdure, claro). Pero tenemos que hacerlo sin repetir errores como el que cometimos tras conseguir el objetivo de entrar en esa divisa en 1999. En palabras de Miguel Sebastián «entrar en el euro nos anestesió» y nos olvidamos de hacer las reformas necesarias para crecer equilibradamente, lo que contribuyó a maximizar el impacto de la inevitable crisis. Así que, cara al futuro, no hay otra opción: dentro del euro, pero haciendo los deberes, para ganar productividad, ser competitivos y evitar desequilibrios graves. Que, por cierto, es la misma disciplina económica que deberíamos tener fuera del euro, pero con un enorme coste e incertidumbre tras una eventual salida.

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