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El BCE se enfrenta a los efectos secundarios de su medicina

A pesar de haber brindado cientos de miles de millones de euros, la inflación se mantiene lejos del objetivo del 2%

Madrid Actualizado: Guardar
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Nunca sabremos qué habría pasado si Mario Draghi no hubiera inundado la economía europea con dinero gratis, eso es cierto. Pero sí sabemos ya que, a pesar de haber brindado cientos de miles de millones de euros en préstamos prácticamente libres a los bancos comerciales, la inflación no tira. En agosto fue de apenas un 0,2%, lo suficientemente lejos del objetivo del 2% como para hablar de fracaso.

En cuanto al crecimiento, estamos en un más que modesto 0,3% trimestral, con desempeños de lo más diverso en diferentes países y regiones y que tampoco es para tirar cohetes. El sector bancario ha visto disminuir peligrosamente su margen de negocio y los tipos bajos están bloqueando operación de fusión que ayudarían a la consideración.

Y además, los mercados sufren los efectos del dopaje y muestran abiertamente su dependencia. Todo les parece poco. Los analistas de Ebury, institución financiera especializada en el intercambio de divisas, consideran que “cualquier ampliación por debajo de seis meses del programa de compra de bonos sería una decepción”.

Y eso es lo que seguramente decida el Consejo del BCE en la reunión de mañana. Escudándose en que el Brexit no parece haber tenido una crítica onda expansiva, a menos por ahora, Mario Draghi tendrá la coartada perfecta para no dar más pasos y seguir observando. Mantendrá estable la política monetaria, sonstendrá las tasas de refinanciación y depósito en 0 y -0,4% respectivamente, y en diciembre Dios dirá. Se limitará a ampliar la compra de bonos más allá de marzo de 2017 y repetirá su desesperada llamada a los gobiernos para que sigan haciendo reformas. En vano, porque los gobiernos tienen preocupaciones que perciben como mucho más urgentes y muestran una gran indolencia sobre las consecuencias del tratamiento que el BCE se está viendo obligado a mantener durante mucho más tiempo que el deseable.

Según un análisis de Bank of America, los efectos secundarios se han disparado y ya se ha sobrepasado al menos una de las líneas rojas, con los tipos negativos de interés de la deuda alemana a 10 años. Las cifras alcanzadas ya por la política de Draghi, por otra parte, son ya estratosféricas. A pesar de que en agosto la institución recortó un 27,5% sus compras de activos públicos, hasta los 50.513 millones de euros, el BCE ha superado ya el billón de eurosinvertido en deuda pública desde marzo de 2015. La deuda alemana se ha convertido en la que ocupa un mayor espacio en la cartera del BCE, con 237.884 millones de euros, por delante de la francesa, con 188.929 millones, la italiana, con 164.345 millones y la española, con 117.900 millones de euros.

A los signos de fatiga de la política de Draghi y a sus efectos secundarios dañinos, se suman además nuevas distorsiones en los mercados como el hecho de que tenemos ya empresas colocando deuda con tipos negativos, como la farmacéutica francesa Sanofi, que ha emitido 1.000 millones de euros con vencimiento en 2020, y la alemana Henkel, que ha emitido 500 millones de euros con vencimiento en 2018. En ambos casos, la rentabilidad se situó en el -0,05%, mientras que cualquier inversor que quiera crear economía, por el contrario, debe pagar intereses a los bancos.

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