El «Davos de la tecnología» alerta sobre la «dictadura del software»

Las dudas sobre el impacto económico y social de la robotización y la digitalización sobrevolaron la última edición del Web Summit en Lisboa

Un grupo de asistentes al South Summit prueba un nuevo modelo de gafas de realidad virtual EFE
Francisco Chacón

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El espectáculo de la Web Summit cerró la semana pasada sus puertas en Lisboa y dejó tras de sí un maremágnum de ideas, negocios, tendencias… Sin distinción de sectores, con vocación de alcanzar o analizar el éxito a través de la tecnología, pero también de retratar hacia dónde nos lleva esta sobredosis que invade nuestras vidas cotidianas. Esta cumbre anual, celebrada en el Parque das Naçoes ante 65.000 asistentes , ha certificado que la revolución en el mundo del trabajo no ha hecho más que comenzar. Se vivirán, a lo largo de los próximos 20 años, episodios que darán un vuelco a la existencia de las personas en el mundo desarrollado. Y la primera consecuencia ya está aquí: la «dictadura» del software, que está arrasando a la industria tradicional y lo hará todavía más en un plazo de cinco a 10 años.

Stephen Hawking resumió la incertidumbre generalizada sobre el fulturo al asegurar durante su intervención para inaugurar este evento, considerado el «Davos de la tecnología», que «el éxito en la creación de la inteligencia artificial puede ser el mayor hallazgo de la historia de nuestra civilización, o el peor. Simplemente no lo sabemos». Con estas inquietantes palabras el científico echó un jarro de agua fría entre un público megatecnológico. La semana pasada el científico aseguró en la misma línea que «la inteligencia artificial puede llegar a reemplazar a los humanos completamente».También el ex presidente francés François Hollande instó a los emprendedores a «evitar las desigualdades sociales» creadas por la tecnología.

Y es que basta darse cuenta del poderío económico conseguido por Uber, una de las firmas más polémicas de esta revolución digital. No posee ninguna flota de taxis y, sin embargo, ya se ha convertido en la compañía de taxis más grande del mundo. Sus precios son tan competitivos que apenas encuentran rival, aunque los trabajadores del ramo se alzan en pie de guerra en las principales urbes del planeta para intentar frenar lo irrefrenable.

Es un paradigma de la comodidad de las webs y «apps» bien diseñadas, igual que sucede con Airbnb, empresa que puede presumir de ser la mayor compañía hotelera del mundo sin poseer un solo hotel. Pero es que, además, comienzan a desarrollarse otros fenómenos en Estados Unidos, que muy probablemente se exportarán a Europa en los próximos meses o años, en vista de que el laboratorio de Silicon Valley rige los destinos económicos casi tanto como Wall Street domina los mercados.

Los jóvenes abogados sufren ya las dificultades de encontrar trabajo. ¿Y por qué, si tenemos en cuenta que los conflictos de todo tipo no dejan de crecer? Pues porque IBM Watson ha puesto en marcha una aplicación que permite obtener asesoramiento legal en solo unos segundos y con un 90% de exactitud.

Su actividad no solo se circunscribe al Derecho, sino que también se encuentra probando en la Sanidad gracias a una herramienta que ayuda a las empresas a efectuar diagnósticos de cáncer, por ejemplo. Nada extraño si pensamos que la inteligencia artificial y la realidad virtual corren, más que caminan, y que en 2030 habrá ordenadores más inteligentes que los humanos.

Mucho antes, dentro de un año aproximadamente, está previsto que circulen los primeros automóviles sin conductor y la propia Uber ha aprovechado su presencia estelar en la Web Summit de la capital portuguesa para difundir que será en 2020 cuando lleguen los primeros vehículos voladores, en colaboración conla NASA. Algo así como la estética de ‘Blade Runner’ materializándose de verdad. «Es el principio del fin de los coches individuales», sostuvo el responsable de producto de Uber, Jeff Holden, quien consideró que en el futuro solo se comprarán coches personales «por cuestiones de hobby».

Sí, porque los próximos cinco años pueden ser decisivos para dar un vuelco a la industria del automóvil. ¿Quién deseará poseer un coche y padecer la enorme dificultad de aparcar cuando se podrá llamar uno con una «app» descargada en el teléfono móvil? Una vez que aparezca, nos transportará (sin necesidad de chófer, claro) y solo se nos cobrará por el trayecto en cuestión.

Así las cosas, los niños de hoy apenas se afanarán en sacarse el carné de conducir, sencillamente porque no lo necesitarán. Y, por tanto, irá descendiendo progresivamente la venta de automóviles, actual motor de la actividad económica mundial. Aquí radica tal vez la raíz de los cambios más drásticos que vendrán después. Representantes de Volkswagen rubricaron en Lisboa un protocolo de acuerdo con Google y también Amazon ha anunciado su entrada en este ámbito, de modo que el tiempo que aún duren las operaciones de adquisición de vehículos reflejará el adiós gradual a la tradicional visita a un concesionario.

¿Irán a la quiebra las compañías de automóviles? Como mínimo, tendrán que reinventarse de una manera insospechada hace solo unos años. De hecho, los portavoces de Tesla se han dejado notar en esta cumbre tecnológica con cada vez mayor poder de convocatoria.

Otro sector que se verá seriamente afectado: las compañías de seguros. Si vamos hacia un universo donde la propiedad de los vehículos entrará en desuso y el automóvil disfrutará de una perfecta conducción automática, entonces las pólizas dejarán de tener sentido porque el riesgo de accidentes se reducirá de forma considerable.

Gabriel Coimbra, líder de la consultora IDC , ha lanzado una inquietante advertencia: «Cerca del 85% de los empleos que habrá en 2030 no existe aún».

La evolución del mercado laboral resulta irresistiblemente vertiginosa y las empresas que no se suban al tren marcha llegarán a descarrilar. El mundo automatizado se ha asomado a esta Web Summit, con la inminencia de que ya no se trata de ciencia-ficción. Es una realidad palpable, y hasta las grandes ciudades se verán afectadas en su arquitectura y fisonomía, en vista de que los gigantescos aparcamientos dejarán de tener sentido en pocas décadas.

¿Más parques? ¿Más energía sostenible? Muy probablemente. Y las especialidades (actuales o venideras) de las especialidades marcarán el mejor acceso a un mercado de trabajo en transformación constante.

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