Cataluña, independencia y desequilibrios financieros

El economista Carlemo Tajadura advierte de los problemas económicos que Cataluña sufriría si se separa de España

EFE

CARMELO TAJADURA

Los patrocinadores de una eventual Cataluña independiente se la pintan a los incautos como si fuera a resultar un país de ensueño. En realidad, un proceso unilateral como el que se pretende tiene una muy escasa probabilidad de alcanzar su objetivo. Y, si ocurriese, los analistas señalan enormes problemas económicos, entre los que me referiré aquí a los importantes desequilibrios financieros y monetarios que llevaría aparejados. Porque conviene analizar las implicaciones teóricas de esa utopía para poner de manifiesto lo que están ocultando algunos que la promueven y lo que ignoran quienes se dejan guiar exclusivamente por las emociones.

Los nacionalistas están diciendo a los votantes que, tras su exclusión automática de la Unión Europea, Cataluña reingresaría inmediatamente en la misma por su gran importancia. Pero es falso. Hay muchos países europeos a los que no interesa sentar precedentes. Y esa vuelta, que incluso en una independencia legal sería un camino proceloso, constituiría un salto al vacío en la unilateral. El abandono de la UE implicaría que los bancos con sede en Cataluña dejarían de estar bajo el paraguas del BCE. Caixabank y Sabadell trasladarían inmediatamente la sede porque se deben a sus accionistas, no a los políticos de la Generalitat, y necesitarían poder seguir accediendo al BCE. Tras ello, convertirían en una filial el negocio que tienen en Cataluña, igual que harían el resto de bancos españoles allí presentes, limitando así mucho su exposición al riesgo catalán al dejar de tener sucursales directas. Y los depósitos ya no estarían cubiertos hasta 100.000 euros por el Fondo de Garantía de Depósitos español.

«Caixbank y Sabadell trasladarían su sede, porque se deben a sus accionistas, no a los políticos»

Sin imprimir dinero —y sin tener acceso a los mercados— es muy probable que la Generalitat tuviera serios problemas de caja. Porque dejaría de recibir el FLA, afrontaría una cierta fuga de contribuyentes, tanto particulares como empresas, y tendría que hacer frente a mucho más gasto ahora asumido o financiado por el Estado, por ejemplo las pensiones. Los nacionalistas dicen que el llamado déficit fiscal hoy existente basta para cubrirlo. Pero hacen las cuentas de la lechera, como explica muy bien alguien tan autorizado como Borrell. Por lo que seguir con el euro podría suponer, al menos a corto/medio plazo, serios problemas.

La otra alternativa sería que Cataluña emitiese una nueva divisa propia. Esto tendría la ventaja para la Generalitat de que podría pagar sus compromisos en esa moneda y evitaría estrangulamientos de liquidez. Pero, claro, la depreciación de esa nueva divisa sería previsiblemente muy fuerte y rápida. Con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo del ciudadano. Y multiplicación de la ya alta deuda. Mal asunto.

Por todo lo que antecede, existiría una fuerte propensión de los agentes económicos a trasladar activos financieros fuera de Cataluña. En realidad, es probable que eso haya empezado ya, aunque en una proporción aún escasa. Si miramos los datos del Banco de España, desde diciembre 2012 (las primeras elecciones tras los desacuerdos con el gobierno español fueron a finales de ese año) los depósitos en Cataluña han retrocedido el 5,8% mientras en el resto de España han crecido un 3%. No es que la diferencia sea brutal, sobre todo si tenemos en cuenta la influencia de factores como un mayor trasvase a activos fuera de balance al tratarse de una región con mayor cultura financiera relativa. Pero son datos que ya muestran algo. Y, en cualquier caso, la huida no es más fuerte porque la probabilidad de independencia se considera escasa. Si aumentase, se aceleraría y, si llegara la secesión, es probable que fuera necesario el control de capitales, es decir un corralito.

Por último, en Cataluña existe un significativo desequilibrio financiero en el sistema bancario al haber un stock de crédito a hogares y empresas (234.000 millones de euros) bastante mayor que la cifra de depósitos (180.000), en parte financiado por fondos del resto de España. Es obvio que este trasvase tendería a desaparecer con una independencia unilateral y las entidades financieras deberían gestionarlo. Como Cataluña es ya bono basura para las agencias de rating, y lo sería aún más en la eventualidad descrita, compensarlo recurriendo a los mercados resultaría muy caro y casi imposible. Así que empresas y familias catalanas verían su acceso a la financiación enrarecerse y encarecerse.

En definitiva, serios problemas financieros. Algún dirigente independentista intentará descalificar estas reflexiones, acusándolas de que pretenden meter miedo y aduciendo que Cataluña es viable como Estado. Podría serlo, con suerte, pero a largo plazo y después de pasar por un durísimo corto/medio plazo, donde el daño para el ciudadano sería enorme. Algunos independentistas aceptan ese sacrificio si a cambio logran su dudosa utopía. Pero, una mayoría de catalanes sensatos no lo harían, y no deberían desconocer este tipo de riesgos a los que, con elevada probabilidad, se exponen.

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