«Acabemos con el ciclo maníaco-depresivo de la economía»

Para Antón Costas, ex presidente del Círculo de Economía y catedrático de Política Económica (UB), se ha perdido el nexo entre la economía de mercado y el progreso

Costas se muestra crítico con las distintas reformas laborales MAYA BALANYA
Carlos Manso Chicote

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En plena tormenta política y económica sobre Cataluña tomamos el pulso a la actualidad con Antón Costas, expresidente del Círculo de Economía entre 2013 y 2016 y catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona (UB). Costas presentó este lunes su nuevo libro «El final del desconcierto» en la Fundación Rafael del Pino. En él, constata que «España es un país sin contrato social», y lo necesita.

—En su libro apuesta por un nuevo contrato social para España que suceda al de la Transición, ¿Cuáles deberían ser sus líneas maestras?

—La idea de contrato social surge de una pregunta que me hago sobre cuál es el pegamento que hace que una sociedad liberal permanezca unida. Un contrato social que, en las sociedades occidentales, surge después de la Segunda Guerra Mundial y que, en España. se articula en los años setenta con la democracia. Pero hoy es un país sin un contrato social, tanto en el plano social como territorial. En las dos décadas anteriores a la crisis, el crecimiento económico no vino asociado a progreso social ya que, por ejemplo, los salarios reales comenzaron a caer desde los años 80. Por eso se perdió ese nexo entre economía de mercado, crecimiento y progreso social.

«Cataluña ha sido en los últimos 150 años, la sala de mando y de máquinas de la economía española»

—Usted es crítico con la «versión oficial de las causas de la crisis » y su gestión, ¿Está la economía española en la senda adecuada?

—El problema es que ese buen comportamiento de la actividad económica, no viene acompañado de progreso:nuestros mecanismos redistributivos tienen muy poca capacidad y, varios impuestos redistribuyen en sentido inverso. Dicho esto, hay otro gran mecanismo redistributivo en España, al que no le prestamos atención, como es la eficiencia económica. A mi juicio las ineficiencias que tenemos en los mercados perjudican a los sectores con menores ingresos de la sociedad.

—En este sentido, fija cinco retos: estabilidad macroeconómica, eficiencia, crecimiento, distribución y democracia. ¿Como país podremos abordar el reto que propone?

—No creo en que haya que construir exnovo nada, ni el sistema impositivo, ni el sistema de prestaciones sociales. Sí pienso que mejorando el margen de muchos mecanismos, que tenemos en los apartados mencionados, lograríamos unas ganancias de productividad y bienestar considerables. En términos de democracia, hace falta un mejor reparto de responsabilidades y una división de funciones y poderes.

—Sobre la política económica, afirma que la prioridad es evitar la consolidación de un alto porcentaje de paro de larga duración...

—No puede ser casualidad que hayamos sido el país que, desde los años 80, hemos tenido tres veces tasas de paro superiores o igual al 25%, y a la vez ser donde más han durado las tres últimas recesiones. Creo que hay un vínculo entre la duración de una recesión y el desempleo. Esto tiene mucho que ver con la legislación laboral y con una mala gestión macroeconómica.Por este motivo, hablo de acabar con el ciclo maníaco-depresivo que tiene la economía española, con fases donde crece mucho y crea trabajo seguidas de otras en las que se desploma y destruye empleo.

—En «El final del desconcierto» dedica un espacio a la economía digital y sus riesgos («Gig economy»)

—Visto históricamente, en las primera fases de estos cambios tecnológicos, hay un momento de aumento de la desigualdad en la medida en que la mejora de la productividad no se reparte de forma equitativa. Sólo después de periodos convulsos viene otra fase, en la que la política pública interviene para que se distribuyan de una manera más homogénea. En el presente, creo que estamos en la primera fase, ya que alrededor de lo que llamamos las nuevas plataformas digitales están apareciendo monopolios con un poder de mercado extraordinario. En España, el problema no es todavía muy intenso; pero ya veo precios por encima de costes, que detraen renta disponible de los hogares.

«Hay que cerrar la herida social y política de la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010»

—También es muy crítico con la reforma laboral de 2012, ¿qué alternativas se podrían plantear?

—Llevamos ensayando el mismo tipo de reformas laborales desde los años 80, con gobiernos de Felipe González. Creo que hay ciertos comportamientos del mercado de trabajo que vienen de elementos estructurales de nuestro sistema económico. Por ejemplo, un país que tiene el mayor número de microempresas de toda Europa, cuando viene una recesión estas empresas no son capaces de afrontarla y se ajustan despidiendo o reduciendo jornada y salarios.

—¿Hay tiempo para virar el rumbo en Cataluña? ¿Habrá más consecuencias para la economía catalana?

—En Cataluña necesitamos unas elecciones para saber específicamente, cuáles son las preferencias políticas de los catalanes. Paralelamente hay que cerrar la herida social y política de la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010. Lo que exigirá, en algún momento, un referéndum sólo en Cataluña sobre un nuevo texto estatutario y, en su caso, otra votación en España sobre aquellas modificaciones de la Constitución que sean necesarias. En mi opinión, Cataluña ha sido en los últimos 150 años a la vez la sala de mando y de máquinas de la economía española. ¿Qué puede ocurrir ahora? Que salgamos de la sala de mando y nos quedemos a secas en sala de máquinas.

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