Lagarde y Rajoy, en una imagen reciente
Lagarde y Rajoy, en una imagen reciente - efe

Lagarde es del PP... por ahora

A la directora del FMI le gusta Mariano Rajoy. Es de su cuerda. Conservador y reformista. Para ella, aplicar ahora una política de izquieras sería dar un paso atrás en lo logrado por España

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La directora-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, es simpatizante del Partido Popular (PP). Y no porque lo diga yo. Ni tampoco por aquello de «más vale lo malo conocido...». No. Más bien porque ha reconocido en más de una ocasión, y no sólo en privado, estar en línea con las ideas del Ejecutivo de Mariano Rajoy -quien ha sido «muy, muy valiente», dijo ella hace tiempo- y la forma en la que las traslada del pensamiento a la realidad española. Incluso cuando esas ideas no son las que estaban «in mente» (por tener que subir los impuestos nada más llegar al Gobierno en 2011, por ejemplo).

Y es que la «jefa» del «prestamista mundial», que no reniega ni mucho menos de sus orígenes, siempre ha estado del lado del centro-derecha.

No en vano fue fundadora de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, en francés: Union pour un Mouvement Populaire) llamado inicialmente Union pour la majorité présidentielle (Unión para la Mayoría Presidencial) para dar apoyo a la candidatura del presidente Jacques Chirac en las elecciones presidenciales de 2002. Un partido «popular», que no «populista». Calificativo distintivo para entender también su posición hoy respecto a las políticas en los países a los que «aconseja».

Firme defensora de la austeridad como base clave a partir de la cual volver a poner en marcha la economía de un país, Lagarde y sus «hombres» -de negro- han realizado un chequeo exhaustivo de la economía española desde que se aprobara oficialmeente la petición de ayuda -que no «rescate»- a la banca aquel fatídico 9 de junio de 2012. Dramática fecha que estos días, tres años después, estamos recordando. Desde entonces, una a una han ido cayendo las recomendaciones de los técnicos del FMI para relanzar nuestra economía. Y Rajoy acataba.. pero por estar de acuerdo. No quedaba otra.

Y estos días, en los que España vive el desenfreno de sus políticos para llegar al poder, a través de pactos de todos los colores, unos absurdos, otros menos, también han visitado nuestro país los «chicos Lagarde», a dejar «recaditos» varios, y variados. De parte de la propia gerente del organismo internacional. «España lo está haciendo muy bien si lo comparas con el resto de economías europeas», comentaba el jefe de la misión del FMI, Helge Berger, en respuesta a la pregunta de si había riesgo de que se perdiesen los progresos registrados por la nueva escena política que se abre en el horizonte. Pero el mensaje va más allá. Porque, si bien denota preocupación por el cambio del mapa político español, se sigue pensando que no hay que desistir en el empeño de seguir haciendo reformas. A la dirigente francesa de centro-derecha no le vale con las que están en marcha y sus resultados. Y, además, está convencida de que el único partido que puede cumplir con sus expectativas es el que aún, hoy, está en el poder. Algo que parece chocar con los deseos de parte del electorado español. Que si bien puede llegar a reconocer que «la cosa» empieza a funcionar, está cansado de no notarlo en sus bolsillos. Aún hay demasiado paro.

Dicen que Lagarde le ha comentado a Rajoy que las medidas fiscales que decidió poner en marcha para reducir el déficit fueron muy duras, pero valientes, por lo que le aconseja que deben ser apoyadas con otras venideras: «Me siento muy, muy mal por la gente. Porque sé lo difícil que es. Y sé lo difícil que es para las personas que pierden su puesto de trabajo, para las familias que tienen dificultades para llegar a fin de mes. Pero, igualmente, sé que es necesario» (sic). «Es un proceso por el cual los países tienen que pasar para recuperar su situación y poder volver a crecer y crear puestos de trabajo de nuevo». El FMI advierte que no deberían deshacerse las reformas emprendidas, las cuales han desempeñado un papel esencial en la vigorosa recuperación española: «Una reversión de las reformas pasadas generaría incertidumbre y podría frenar la recuperación, sobre todo si el entorno exterior se deteriora». Es la primera vez que la institución lo menciona de manera tan meridiana. Parece incluso una acción coordinada y concertada con el Gobierno Rajoy, sobreaviso respecto a la perspectiva de un bloque Podemos-PSOE a lo largo y ancho del mapa autonómico y municipal español. Algo que pone los pelos de punta a Lagarde, que ya bastante tiene con Grecia.

Más que cambios cosméticos

La gerente del FMI ha pedido una vuelta de tuerca más en las reformas, que Rajoy no acatará. Porque «témome» que en un año electoral como en el que estamos en este país, y con el lógico «hartazgo» del personal -con tanta medida mermante-, las peticiones de Mademoiselle Lagarde tendrían una malísima acogida entre los ciudadanos españoles... y sus consiguientes malas consecuencias para el Ejecutivo Rajoy. Para los que están. Lo mismo si vinieran otros... Porque de aquí a final de legislatura no está previsto ni aumentar el IVA, ni abaratar el despido, ni introducir el copago sanitario. Mejor bajar cotizaciones sociales.

Ahora bien, el presidente está más en clave política. Y Lagarde lo asimilará. Sus medidas siguen ahí a la espera. Toca un lavado de imagen. No sólo valen cambios «cosméticos». Que De Guindos (Economía) y Wert (Educación) se vayan a otros destinos por voluntad propia serían retoques de «chapa y pintura». Se señala con insistencia, dentro y fuera, la salida del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Su sustituto, quizás en una supercartera económica, José Manuel Soria, que, a su vez, cedería Industria a José Ramón Bauzá (presidente en funciones de Baleares), que lo mismo toma Hacienda. Mientras, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. sería el relevo en Fomento, hoy en manos de Ana Pastor, que volvería a Sanidad... Cospedal, ¿a Cultura?... Todo son conjeturas. El martes bien podría ser el día para despejar dudas, y, de fondo, la reunión de los grandes empresarios (Consejo Empresarial para la Competitividad), comentando, casi en directo, la jugada del presidente. ¡Qué nervios!

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