Maverick Viñales
Maverick Viñales - EFE

MotoGPMaverick Viñales, un campeón que vuela desde la cuna

Le debe el nombre al protagonista de «Top Gun», lo apadrinó Paris Hilton y aprendió a rodar en un campo de futbito

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Para enfrentarse al día por las mañanas, Maverick Viñales (se llama así por la película «Top Gun») elige leche con cereales. Un desayuno sencillo y casi infantil que lo ha convertido en el piloto de moda. En su tercer año en MotoGP, en su primer curso en Yamaha, logró su primera victoria en Qatar, en el estreno del Mundial 2017. Se ha convertido en el segundo piloto más joven en conseguir dos triunfos con distintos equipos, solo por detrás de Mike Hailwood. Así, con 22 años, ya ocupa un espacio en el libro de MotoGP.

Pero al de Roses (Gerona) no le coge desprevenido. Al contrario, dice que no eligió pilotar, que eso lo llevaba dentro. Y la familia ayudó: su primo Isaac está en Moto2.

Fue en un campo de futbito donde aprendió a manejar su minibike, con tres años. A partir de entonces fue dando pasos en todas las categorías, y extendió su radio de victorias desde Gerona hasta el resto del país. Y de ahí, a hacerse un nombre y un récord: con quince años se convirtió en el piloto más joven en ser campeón de España y de Europa en 125. Unos réditos que lo impulsaron al campeonato del mundo, donde siempre había soñado, y batallado, para estar.

Llegó en 2011, con la edad mínima para participar, 16 años, y en el equipo que patrocinaba Paris Hilton. Un paso más en su educación como piloto, en su camino para convencerse de que podía llegar a todo, y no solo aspirar a ello. Adiós a esa idea de estudiar Derecho y ser notario algún día. Ganó la cuarta carrera, en Le Mans, con 16 años y 123 días. Otro récord de precocidad. Imposible no unir su presente con el rey de los hitos de juventud, Marc Márquez, como unido estará su futuro en MotoGP, como lo estuvo su pasado, en algunas carreras de niñez en las que era Viñales quien ganaba.

Tenía el talento, la agresividad, el entendimiento instantáneo con la moto, pero luego vino el trabajo, la conciencia de que solo se llega a lo más alto con confianza propia y ajena, de toda la gente de la que se ha sabido rodear desde el inicio. Sobre todo su padre, Ángel, que lo crió desde pequeño sin apoyo materno, y que también fue su protector en el quizá peor momento de su carrera. No fue una lesión, aunque ya ha padecido varias; ni tampoco una caída, aunque ya muchas cicatrizan en su cuerpo -le falta una falange de su dedo anular-. Fue una decisión, arriesgada, pero contundente: abandonar el Mundial en 2012, a un paso de ser campeón, porque el equipo en el que estaba, Avintia Blusens, no le daba lo que necesitaba para ganar.

Tenía 17 años, y un futuro que se oscurecía. Terminó ese año en tercera posición. Pero confió en su criterio y, aunque tuvo que enviar una disculpa a su exequipo, pronto encontró la luz: Team Calvo pagó su cláusula y apostó todo por él. Volvió a la moto, volvió a ser feliz. Y en 2013, campeón. «El mejor día de mi vida», repetía y repetía.

Profesional

No fue un fin, sino un impulso. Subió a Moto2, un curso para comprender que si quería evolucionar debía hacerlo en MotoGP. En la máxima categoría mantuvo sus manías: ponerse el casco dos minutos antes del entrenamiento, colocarse primero el guante derecho, luego el izquierdo; al salir del garaje, estirar primero la pierna derecha, luego la izquierda. Pero añadió un nuevo matiz para crecer: dedicación.

Controló su alimentación, y sumó apoyo psicológico. Ordenó su cabeza y curtió su cuerpo. Horas de entrenamiento mental y físico a ritmo de rock o hip hop para hacer de su pasión un trabajo y de su trabajo, una profesión. «Desconecto entrenando, con la bici, corriendo, con motocross, gimnasio. Es lo que hago y lo que me gusta: entrenar y competir». Así entiende él su vida y, por el momento, es una fórmula que le funciona. Tras un año de adaptación, logró que Suzuki subiera a un podio por primera vez en ocho años, y que celebrara una victoria, en Silverstone, tras quince años de sequía.

Y otra decisión marcó entonces su camino: cambiar Suzuki por Yamaha. Una elección dura porque dejaba un equipo humano volcado con él. Pero, por el momento, otra vez acertada. Siempre tuvo muy claro que quería ser campeón. Compite y aprende junto a su ídolo, Valentino Rossi. Tiene la moto y el apoyo tecnológico y de confianza para lograrlo. Ha ganado el primer gran premio, líder para empezar. Pero volverá a desayunar leche con cereales.

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