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El equilibrio de Maverick Viñales

El piloto, tercero en el Mundial, habla sobre su camino hacia la estabilidad emocional tras un curso de frustraciones

Maverik Viñales Yamaha MotoGP
Laura Marta

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En un sala pequeña, ajena al ruido que acompaña a la fiesta de inauguración del nuevo hospitality de Yamaha, Maverick Viñales recibe a ABC. Ha cortado la cinta con su compañero Valentino Rossi, pero prefiere apartarse ahora que se descorcha el champán. Después de acaparar la atención al principio del curso pasado, prefiere ahora un segundo plano, dejando el protagonismo a Rossi. Y en ese rol de secundario el piloto de Roses es tercero del Mundial a solo cinco puntos del líder, Andrea Dovizioso.

Es una nueva filosofía aprendida desde la humildad que otorgan los golpes. Tan brillante todo en su principio de año con Yamaha, con dos victorias consecutivas y un caída a estas alturas de campeonato, que costó asimilar que no todo era tan fácil. «El año pasado nos precipitamos un poco. Sinceramente, después de Le Mans -otro triunfo-, con tantos puntos me veía incluso superior . Quería que todos los fines de semana fueran uno, uno, uno, uno. Y llega un momento en el que paso a ser noveno sin entender lo que pasa. Para la mente es complicado. Y para todos. Me pongo en la piel del equipo y pasamos de tener una moto espectacular a “ostras, el piloto no puede pilotar”; fue muy difícil para todos» confiesa.

Vio los focos apagarse. Perdía puestos, puntos, energía. Una situación que, sin llegarle a obsesionar, afectó a su forma de trabajar. «Una de las cosas que fallé, aunque mi pilotaje en la pista no cambió nada, fue anímicamente: había muchos picos, muy arriba, muy abajo. Y cuando estás muy abajo no puedes trabajar al máximo . Por supuesto que estaba enfadado. Ver que tienes el Mundial ahí a tus manos y que se escapa da rabia, da rabia. Porque si no estuviera aquí para ganar no tendría sentido estar en Yamaha y apretar cada día. Y el nivel al que estaba no era para hacer noveno, tanto yo como la moto estábamos para intentar ganar carreras. Verte noveno te frustra pero no encuentras cómo cambiarlo. Era difícil mantener la concentración», reconoce.

Sigue sin entender lo que pasaba. Por qué, de un circuito para otro, dejaron de funcionar los neumáticos, la puesta a punto, la electrónica, todo. Sin tener un alguien o algo al que culpabilizar para rebajar, al menos, la rabia. «Somos un equipo. Hay que intentar estar todos al cien por cien. Porque aquí, si falla una pieza… complicado. El nivel de MotoGP es muy alto. Para estar delante y poder ganar hay que tener todas las piezas perfectas. Pero reconozco que era difícil entenderlo». Por eso la solución la ha encontrado en sí mismo. En el equilibrio.

«Al final nos sirvió de mucho todo lo que pasó. He aprendido muchas cosas, sobre todo a ser un poco más estable emocionalmente. No depender tanto anímicamente de los resultados sino de cómo me siento en la moto. No fue fácil verlo solo, fue algo de todo el equipo. Hemos cambiado la mentalidad y se ha visto la evolución».

Ni euforia ni decepción

En la calma, en centrarse en su propio pilotaje y en explicar mejor las sensaciones sobre la moto, Viñales ha encontrado la luz. «Ahora no hay ni tanta euforia ni tanta decepción cuando un resultado no es el esperado. Trabajamos sin prisas, muy tranquilos, para no perder el camino de vista. En la línea correcta: explicar bien mis sensaciones y entender qué necesitamos para ir rápido. En Austin hicimos segundos y estamos satisfechos y ahora intentar rascar un poco más en Jerez . No hacer saltos muy grandes porque a lo mejor vas hacia detrás ».

Este Viñales vuelve a sonreír, aunque todavía tímidamente: «En Qatar salí muy atrás y aunque remonté hasta quinto, estábamos para luchar por la victoria. En Argentina tuvimos fallos de puesta a punto y en la carrera nos costó. Estar a cinco puntos fallando en dos carreras es para estar contentos. Y pensamos que la moto tiene más nivel del que estamos demostrando . La línea de trabajo es esa: ir a por el podio cada semana. Porque la victoria viene como consecuencia de muchas cosas». No todas están en su mano, por eso Viñales escapa de la euforia y de la fiesta y centra su mirada en depender solo de sí mismo. El equilibrio para mantenerse en lo alto.

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