RÍO2016Juegos Olímpicos

Leyendas Españolas

El ataque más largo en la madrugada

José Manuel Abascal logró una meritoria medalla de bronce en los 1.500 de Los Ángeles 84 ante rivales de postín

José Manuel Abascal celebra el bronce en 1.500.
José Manuel Abascal celebra el bronce en 1.500. - Efe

La selección de baloncesto de los Corbalán, Epi y compañía tuvo a media España en vela en el verano de 1984. El último día de aquellos Juegos, la última noche española, un cántabro de 26 años, levantó los párpados de todos con una soberbia actuación en la final de los 1.500. José Manuel Abascal era un poderoso mediofondista con un final ramplón. Y en aquella final, de la que se había descolgado en las semifinales el otro referente español, José Luis González, estaba la plana mayor de los 'milleros' británicos: Sebastian Coe, Steve Owett y Steve Cram.

Abascal no tenía nada que hacer ante ellos si esperaba a que se resolviera la prueba en la última recta. Así que el español tomó el mando a falta de 600 metros. Fue una vuelta y media tan vibrante como agónica. Al toque de la campana seguía al frente. Unos pocos metros después, Owett se retiró. Un contrincante menos. A falta de 200 metros le pasaron los dos únicos rivales que aguantaron ese ataque largo y mantenido. Primero le superó Coe, quien se tuvo que conformar con la plata en los 800 tras caer ante el brasileño Cruz, pero que en la meta revalidó el título, con récord olímpico incluido (3:32.53), que había conquistado cuatro años atrás en Moscú. Después le rebasó Cram, que fue segundo. Pero Abascal resistió y logró defender el bronce ante el keniano Chesire.

El atleta de Alceda hizo historia. España, que en Moscú había ganado su primera medalla en el atletismo olímpico gracias al marchador Jordi Llopart, atrapaba, al fin, su primer metal en la pista. Abascal, en enconada rivalidad con González, inició la fructífera tradición española en los 1.500. Ellos, como Coe y Owett a escala mundial, levantaron el atletismo español con una serie de duelos que engancharon al público.

Jenaro Bujeda fue el hombre que descubrió a Abas. Tenía 16 años y disfrutaba jugando como delantero centro en el equipo de un colegio de Zaragoza. Como muchos otros talentos atléticos, Abascal mostró una gran capacidad para adaptarse a su nuevo deporte y ganó su primera carrera con unas botas de fútbol. No fue un mediofondista explosivo, pero era duro como el pedernal. De él se cuenta que un día perdió una carrera de 1.000 metros porque un clavo se le hundió en un pie. Dolido, al día siguiente ganó una de 2.000.

Abascal, aparte de resistente, fue un atleta generoso. Cuando ganó su primera gran medalla, en los Europeos de Helsinki'82, se la dedicó a sus compañeros. "Me gustaría partirla a cachitos", dijo aquel día. Quizás aquel carácter era fruto de su aprendizaje, de la época en la que su padre le dio 5.000 pesetas para que viviera en la Blume, la residencia de deportistas de alto nivel de Madrid.

Sus éxitos llegaron después, de la mano de Gregorio Rojo, su entrenador, con quien se marchaba seis semanas a los Picos de Europa para entrenar, rodeado de caballos y vacas, en altitud. Su éxito en Los Ángeles tuvo también un componente de paciencia. Aquel 11 de agosto de 1984, la mayoría de la delegación española había concluido ya su participación y se dedicaba a hacer excursiones por Hollywood o Long Beach. Abascal aún tenía un reto por delante y se mantuvo tranquilo en la villa. La recompensa le llegó a las siete de la tarde (madrugada española) en el Memorial Coliseum, donde después de 1.500 metros y un largo ataque, ganó la medalla de bronce y dio la vuelta de honor junto a Andrés Vera, quien fue séptimo en aquella final, ante 100.000 espectadores.

Toda la actualidad en portada

comentarios