David Gistau

Vidas paralelas

David Gistau
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Esta semana, Maradona hizo un paso por Madrid que no fue el de un prócer mundial del fútbol, sino el de un ídolo del rock terminal una semana antes de que su agente anuncie que ingresa en la Betty Ford y toda la familia lo apoya y lo quiere. Más allá del relato de sus desbarajustes en apenas 48 horas y de ese estilo de subjefe de la Camorra que dicta sentencias a muerte en función de los «códigos» que custodia, Maradona me pareció un personaje especialmente deprimente en la comparación con Zidane. Es verdad que Zidane fue sólo un futbolista grandioso y que, por pertenecer a una herencia cultural distinta, jamás tuvo que soportar la carga del personaje redentor de pueblos -casi la superstición religiosa, la estampita- que fue Maradona en la Argentina y en Nápoles.

Pero veo a ambos, legendarios cada uno a su manera, con las variaciones de peso delatoras de la angustia ciclotímica de uno y de la contención y el equilibrio del otro, y me doy cuenta de que Zidane ha logrado ser aquello que Maradona intentó en 2010. Me explico.

Zidane ha terminado convirtiéndose en un técnico exitoso pero poco científico que tiene con sus jugadores la relación a la que aspiraba Maradona

En una de las treguas entre periodos de autodestrucción, Maradona ocupó un papel que para mucha gente en Argentina no podía morir sin intentar: el de seleccionador mundialista. Las expectativas se llenaron de magia providencialista, de forma que el éxito del 86 iba a repetirse en Sudáfrica como por efecto de un abracadabra. Maradona volvía de ultratumba para curar la tristeza sebastianista de un pueblo que sin él no sabía ser campeón. La Segunda Venida anunciada por los profetas. No fue así. Maradona no daba charlas tácticas, sino que recurría al casticismo puteador -«Que la sigan chupando»- y prendía las brasas para el asado con Ruggeri. Si hablaba a los jugadores, era en los términos testiculares en los que pronunció una arenga de vestuario el otro día en Chamartín. Él creía que su sola presencia, su mero frotamiento, estimularía a los jugadores hasta extremos fanáticos que los harían invencibles: «Juegan para mí. Cómo van a perder». Ocurrió todo lo contrario. Los futbolistas no sólo salían a jugar sin argumento táctico, como quedó claro en la devastación de su medio campo por Alemania en el 4-0 de Ciudad del Cabo. Sino que, además, la presencia sacral de Maradona en la banda la sintieron menos como un estímulo que como un peso abrumador: como si salieran a jugar concediendo la ventaja a los rivales de tener que cargar ellos con un ídolo mesiánico como costaleros en una procesión. Esos días, me acordé de lo que dijo Schuster en una entrevista acerca de que, en aquel Barcelona, la presencia de Maradona inhibía a los compañeros, que salían al campo obsesionados por no fallar al mito. Después del fracaso en Sudáfrica, pocos motivos, salvo los familiares, le quedaban a Maradona para intentar no ser lo que es. Una vaquilla suelta en una fiesta.

Insisto en que Zidane jamás fue un personaje extradeportivo tan abrumador. Al revés: su único misterio era que hablaba poco, su única pasión la delataban los ataques de cólera como en la provocación de Materazzi. Pero fue grande, campeón del mundo como Maradona, campeón de Europa con un gol histórico y ganador en Glasgow. Personaje más aseado, más cosmopolita a la europea, ha terminado convirtiéndose en un técnico exitoso pero poco científico que tiene con sus jugadores la relación a la que aspiraba Maradona: los estimula, juegan para él y lo buscan en los festejos. Lo respetan porque fue más grande que ellos (no como ocurría con el hipercientífico Benítez, que daba una orden y se preguntaban qué rendimiento en el campo legitimaba esa autoridad). Lo respetan, lo admiran, pero no hasta el extremo de sentirse aplastados ante él, porque una estampita, un salvador, un Che por otros medios, todo eso Zidane no lo es. En fin, quería compartir una pequeña reflexión en la semana en que se cruzaron en la misma ciudad dos leyendas que, más allá del césped, tuvieron destinos tan dispares.

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