Entrevista

Panenka: «Edison inventó la bombilla y yo, un penalti»

Su pena máxima es una de las mayores genialidades de la historia del fútbol. 39 años después de aquel famoso lanzamiento, su gesta sigue muy viva

MADRID Actualizado: Guardar
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El primer lugar a donde se dirige nuestra mirada cuando se tiene el privilegio de conocerle en persona es su simpático mostacho. Ahí sigue, con más de medio siglo de vida, dándole ese toque vintage tan propio de los futbolistas de la década de los setenta y los ochenta. Ahora, a sus 67 años tan bien llevados, le acompaña una barriga prominente que le hace aún más adorable. Como buen checo -su país es el que más cerveza consume en el mundo-, Antonin Panenka (2 de diciembre de 1948, Praga) disfruta de su condición de mito del fútbol con una entrañable sonrisa en su rostro y una buena birra en su mano izquierda. De este modo atiende a ABC, rememorando su asombroso penalti de la final de la Eurocopa de 1976 que le dio el título a Checoslovaquia.

Para muchos, la mayor genialidad de la historia del fútbol.

-Usted nunca fue un jugador de alto nivel y, sin embargo, es tan famoso como Maradona o Pelé...

-Tiene razón. En Checolosvaquia era un jugador con cierta fama que tenía buen trato del balón, pero que no destacaba mucho en cuanto a velocidad, fuerza o disparo. Encima, en la época comunista era complicado hacerse un nombre fuera del Bloque. Cuando dejé el Bohemians, tras 14 años jugando con ellos, me marché a Austria y allí gané dos Ligas con el Rapid de Viena, pero está claro que lo que me hizo famoso fue el penalti que anoté con Checoslovaquia en la final de la Eurocopa de 1976 contra Alemania Federal.

-Dicen que estuvo dos años entrenando su famoso penalti. ¿Es verdad?

-Sí. Tras los entrenamientos, me encantaba ensayar penaltis con Zdenek Hruska, el portero del Bohemians. Nos apostábamos cerveza y casi siempre perdía. Él era un gran guardameta y me los detenía prácticamente todos. Así que estuve mucho tiempo dándole vueltas a cómo podía marcarle los penaltis y una noche, al irme a la cama, fue cuando se me ocurrió lanzarlo suavecito, bombeado y al centro. El resto de la historia ya la saben...

-¿Se considera un inventor?

-Mis excompañeros y amigos me echan en cara, de un modo cariñoso, claro, la suerte que yo he tenido en la vida. Dicen que me ha ido de lujo gracias a que una vez tuve la suerte de lanzar de un modo original un penalti y solo por eso ya pasé a la historia. Y yo lo que les digo es que Edison se hizo famoso inventando una bombilla, y yo, un penalti. También tengo el derecho de considerarme un inventor. De hecho, intenté patentar mi penalti, pero no me dejaron (risas)...

-¿Fue usted un loco o un genio?

-No creo que fuera un loco, pero tampoco un genio. Simplemente, tuve la suerte de que aquel penalti entró.

-¿Qué hubiera pasado si no llega a marcar ese penalti?

-Me dijeron que podía haber sido acusado de deshonra a la patria, algo que me hubiera privado de seguir con mi carrera y que me hubiera devuelto a la fábrica. Yo, antes de ser futbolista, era tornero. También hubo gente que me comentó que incluso podía haber acabado en la cárcel, pero eso sí que nunca me lo creí.

-El régimen en Checoslovaquia era muy duro con ustedes. ¿Cómo vivían en aquella época?

-Por norma general, nos tenían prohibido beber y fumar. Tampoco nos dejaban comer «knedlíky», que es una comida típica checa (algo así como unos buñuelos de harina). Decían que era muy pesada. Y, encima, nos recomendaban no tener relaciones sexuales desde tres días antes de la disputa de un partido. Imagínate cuando nos tocaba jugar miércoles y domingo, cómo le explicaba yo a mi mujer que esa semana nada de nada (risas)...

-¿Y cumplía esas normas?

-No. Usted ya sabe que cuando al ser humano se le prohíbe algo, con más ahínco lo va a querer hacer...

-Gracias a su condición de deportista, tenía la oportunidad de cruzar el Telón de Acero. ¿Qué privilegios tenía esa medida?

-Lo aprovechábamos para hacer negocio y sacarnos un dinero extra o comprar regalos para la familia. Según el país al que fuéramos a jugar, llevábamos el producto que pensábamos que más les podía interesar. Por ejemplo, cuando íbamos a un país escandinavo, llevábamos vodka, champán o ron. Y cuando el destino era Alemania Occidental, Italia o Francia, vendíamos nuestro famoso cristal de Bohemia. A veces, en la habitación de los hoteles teníamos más cristal de Bohemia que en todas las tiendas de Praga...

-¿Por qué nunca llegó a hacer la mili?

-Cuando me llegó mi turno, me hicieron un chequeo médico y comprobaron que tenía algunos problemas cardíacos. Entonces, me dieron un año de plazo antes de tomar una decisión definitiva. Durante esos doce meses me hicieron decenas de pruebas, hasta que finalmente decidieron darme el Libro Azul, el documento que me eximía de hacer la mili y, también, de jugar en el Dukla, el equipo del Ejército, que si te reclamaba para su club no podías negarte a jugar con ellos.

-¿Y cómo llegó a ser un futbolista profesional teniendo un problema de corazón?

-Estuve varios años en tratamiento con un especialista y mejoré bastante. Además, llegaron al diagnóstico final de que la enfermedad que tenía no era contraproducente para la práctica deportiva. Sufría el «fenómeno de Wenckebach», que es un bloqueo auriculoventricular benigno que solo me daba problemas cuanto estaba en reposo, pero no cuando jugaba al fútbol. Era muy curioso. Resulta que estaba preocupado por un problema de salud que me hacía bien cuanto más deporte practicara.

-¿Quién ha imitado mejor su peculiar modo de lanzar los penaltis?

-Me sorprendieron las agallas que tuvo Ramos en el España-Portugal de la Eurocopa de 2012. Lo lanzó de manera magistral. Pero si he de quedarme con un solo futbolista, elijo a un jugador de la Liga argentina al que le vi lanzarlo hace varios años, pero nunca he llegado a saber su nombre.

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