Mundial 2018 | Fase de clasificación

España, el mayor botín a domicilio

España se empachó en Vaduz con la mayor goleada de su historia como visitante

E. YUNTA

Muchas veces sirven las celebraciones para entender la magnitud de una cita. Cuando los jugadores, después de un gol, se las toman a guasa, o directamente no festejan y se limitan a chocar las palmas y dar cachetes de complicidad en el culo al que ha marcado, se asume que el partido tiene tintes de amistoso o que interesa lo justo. Se daba tan por segura la victoria de España ayer en Vaduz que los aficionados de Liechtenstein, a los que el encuentro no les alteró lo más mínimo la plácida vida entre montañas y billetes, se pusieron a hacer la ola a los quince minutos cuando sus muchachos ya perdían 0-3. Fue un carro de goles al final y hubo una pregunta en la zona noble del Rheinpark Stadion muy elocuente. «¿Por qué se juegan estos partidos?».

Se juegan porque se tienen que jugar, porque en el fútbol de selecciones no se diferencia entre combinados de primera o de segunda, porque los pequeños reclaman también parte del pastel y porque quieren ver a las estrellas en directo. Hay una sorpresa de cada cien (como el empate de Luxemburgo en Francia el pasad domingo), y tienen pocos alicientes salvo el probar cosas, dar minutos o levantar la autoestima de alguno, aunque también puede generar el efecto contrario. Así que España cumplió con la agenda , llegó a Liechtenstein después de su festival ante Italia, goleó de blanco y adiós, muy buenas, hasta la próxima. Rusia ya se intuye en la siguiente curva y Lopetegui se congratula porque la cosa marcha.

De nuevo, y ayudado porque el enemigo no entrañaba peligro, el entrenador movió el árbol. Es innegable su intervencionismo desde que se puso al frente de la nave y esta vez recuperó el dibujo de defensa de tres, aunque seguramente no hubiera pasado nada si jugaba sin zagueros. Para ese formato, el que entra es Monreal por la izquierda, mientras que Ramos se encanta subiendo la banda y pisando el área. A los dos minutos, el capitán remató de cabeza para poner la primera piedra y amagó con hacer el arquero, pero se lo pensó mejor y se quedó a mitad de camino. Mejor así.

Marcó Morata , que ni siquiera sonrió, Isco empujó el tercero después de una bochornosa pifia de Jehle (portero de Liechtenstein, ingrata posición, pero la más entretenida) y David Silva se consolidó como el pichici de Lopetegui (nueve aciertos van ya). Fue una falta por la escuadra, un golazo, y ni un saltito ni nada. Parecía un partido de la liga de empresas, puede que ahí incluso se viva con más pasión.

Llegados a este punto, sirvió la jornada para alimentar el ego de Aspas (doblete) y para que Morata consolide su candidatura como «9» de España , abrazado a una estadística que hay que tener muy en cuenta: lleva 12 dianas en 21 internacionalidades, mejorando incluso los registros de Villa.

Fueron ocho, y porque no se quiso abusar del pobre portero, al que la selección le ha hecho 39 agujeros en ocho tardes. Y, puestos a rescatar algo, un dato: España, que nunca había marcado tantos goles a domicilio, firmó su triunfo más amplio como foránea.

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