La Liga

La hormona del estrés, al servicio del fútbol de élite

Científicos de la UNIR estudian el cortisol como indicador de rendimiento en equipos de Primera y Segunda división

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Un futbolista con una elevada carga de estrés tiene muchas más probabilidades de ofrecer un bajo rendimiento que uno que se encuentra en modo zen. Pero ¿cómo puede distinguir un cuerpo técnico el baremo de estrés de cada uno de los 25 jugadores de su plantilla? La respuesta la tiene Manuel Jiménez, investigador del Grupo sobre Tecnologías aplicadas a la Educación Física (Tecdnodef), profesor adjunto de la Universidad Internacional de la Rioja, y responsable de un interesante ensayo científico que está realizando la UNIR con la ayuda de varios clubes de Primera y Segunda y, también, de extranjeros, como el Rubin Kazan: «Estamos trabajando junto a una serie de equipos en el análisis del rendimiento de futbolista visto desde la dualidad psicofisiológica.

Disponemos de una información que tiene mucho peso y que puede ser decisiva para el devenir de un equipo durante una temporada. Haciendo un estudio permanente de los futbolistas, obtenemos respuestas anticipatorias. Esto ayudaría al cuerpo técnico a reestructurar las cargas de entrenamiento, modificar la política de rotaciones y recuperar rápidamente las buenas sensaciones, minimizando el impacto sobre la tabla clasificatoria» explica Manuel.

Antes que docente, este malacitano fue profesional del bádminton, deporte que utilizó como cobaya en los albores de su estudio: «Hace varios años empecé a trabajar con la respuesta psicofisiológica de un jugador de bádminton. Quería saber cómo el estrés podía perjudicar a su rendimiento. De hecho, esta fue gran parte de mi tesis doctoral. Y como resultado encontré que cuando un jugador de bádminton se levantaba con unos niveles altos de cortisol (la hormona del estrés), en el 63 por ciento de las ocasiones perdía el partido que iba a jugar ese día».

Tres de cada cuatro casos

Los datos extraídos de este estudio provocaron que Manuel Jiménez, junto a otra serie de investigadores de la UNIR, decidieran adentrarse en el mundo del fútbol, teniendo en cuenta los imponentes parámetros económicos y sociales que se mueven en el deporte rey: «Si un futbolista tiene unos altos niveles de concentración de cortisol y, además, su indicador de testosterona está bajo, ese jugador está sufriendo una etapa de mucho estrés que condiciona negativamente sus prestaciones al equipo. Esto ocurre en el setenta y cinco por cientos de los casos, es decir, en tres de cada cuatro futbolistas con estos indicadores».

imagen

¿Cómo se miden las cantidades de cortisol y testosterona? Con una sencilla prueba: «Tomando una muestra de saliva antes y después de entrenamientos y partidos. Estas nos indican cuáles son las respuestas adaptativas del futbolista, tanto a la carga de entrenamiento como a la carga fisiológica y emocional. De esta forma, al cuerpo técnico le damos una retroalimentación de cómo se encuentra cada jugador», añade el docente.

El objetivo de este trabajo es controlar durante toda una temporada a un futbolista, para saber exactamente en qué momento van a aumentar sus concentraciones de cortisol y cuándo el nivel de testosterona empezará a descender. En ese momento, «está demostrado que el futbolista no rinde a la altura de lo que se espera. Falla pases fáciles, no tiene punta de velocidad, se agota rápidamente, es superado con facilidad por su oponente, comete errores defensivos de principiante o no es capaz de ver portería por muy sencilla que sea la ocasión. Ya ha habido esta temporada rachas negativas de equipos de Primera y Segunda que nuestro equipo de investigación se las anticipó a sus cuerpos técnicos», revela Jiménez, cuya labor conlleva una cláusula de confidencialidad que le obliga a no desvelar los clubes con los que están trabajando.

El poder de la mente

El cerebro humano actúa de dos maneras muy distintas en la acción de respuesta. Por un lado, puede utilizar el área premotora, estructura que busca alternativas motoras que le den soluciones ante estímulos visuales: «Por ejemplo, en el lanzamiento de un penalti, el jugador visualiza la portería, piensa a qué zona va a tirar, y de manera cognitiva lanza esa información al área premotora para que su pierna ejecute el golpeo del mejor modo técnico posible», detalla Jiménez.

En el punto opuesto está el área motora suplementaria, situada en el lóbulo parietal. Se trata de una estructura meramente emocional, recurso muy válido en bastantes situaciones del fútbol en las que la ruta neuronal vinculada al área cognitiva no es suficiente: «En este caso, el jugador no piensa lo que va a hacer, sino que lo hace. Por ejemplo, cuando un defensa coloca su pie justo en la posición que debe ponerlo pasa despejar un centro que llega al área que llega a ochenta kilómetros por hora. Lo hace sin meditar por qué lo hace. Simplemente, sabe que detrás suya hay un delantero espera ese balón para rematarlo a la red y actúa en consecuencia. Pero si ese defensa tiene una carga elevada de estrés, piensa. Si piensa, llega tarde. Y si llega tarde, pone el pie de manera equivocada, no despeja el centro y el ariete hace gol», explica Manuel.

La parte emocional de un futbolista de élite tiene mucho peso en su rendimiento. Se juega a tal velocidad, que son centésimas de segundo las que marcan la diferencia. A esto, hay que añadirle una doble presión: mediática y social.

Por eso, si un jugador no fluye sobre el campo, si piensa más de lo que debe, está perdido: «Hay futbolistas, que el día de partido, se levantan como una moto. Tienen una inusual frecuencia cardíaca y una mayor temperatura corporal, activación periférica y presión arterial. ¿Qué ocurre entonces? Ese jugador gasta energía de modo superfluo. Una energía que echará de menos en el minuto 83, cuando el encuentro esté 1-0 en contra de su equipo. Pueden ser tres puntos de Liga, o puede ser una final de Champions o de un Mundial. Con nuestro trabajo, detectamos a qué jugadores les sucede esto, con todo lo positivo que ello conlleva para el entrenador. La carga de estrés de un profesional puede decidir títulos, permanencias o ascensos. Así de claro».

Ver los comentarios