Álvaro Domínguez
Álvaro Domínguez - Ángel de Antonio
Fútbol

Domínguez, el mal trago de una jubilación anticipada

El defensa, 27 años, último futbolista obligado a cambiar de vida por las lesiones

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«He estado los últimos años jugando en unas condiciones físicas pésimas. Me he visto obligado a seguir jugando y eso me ha llevado a dos operaciones. Me ha conducido a unas secuelas que sigo teniendo y esto me deriva a que me tengo que despedir de vosotros y de este deporte que tanto me apasiona. A nadie le gusta ser inválido con 27 años. Y este es el precio que voy a tener que pagar». El mensaje con el que Álvaro Domínguez anunciaba el pasado martes en las redes sociales su retirada resultó impactante.

Especialmente sobrecogedor para los aficionados del Borussia Monchengladbach, su último club, y para los seguidores del Atlético de Madrid, el equipo con el que ganó una Europa League y una Supercopa continental antes de emigrar a Alemania.

Un país en el que no encontró la felicidad. Sufrió una grave lesión de clavícula que derivó en un problema de espalda y acabó convirtiéndose en un martirio. Algunos días, en un auténtico calvario. La extremada juventud en casos como el suyo no inmuniza. Pese a sus esfuerzos y sus ganas por volver, el defensa se ha visto forzado a colgar las botas antes de tiempo como le sucedió a otros grandes futbolistas. Llega el momento de afrontar una nueva vida. Algunos deciden continuar en este mundillo, otros se alejan de él para siempre. Sin embargo, el balón nunca se olvida. Los consejos de excompañeros que pasaron por el mismo trance consuelan.

Domínguez ha conocido la cara más ingrata del fútbol, pero no es el primero que se ve obligado a la retirada y, lamentablemente, su adiós prematuro tampoco será el último. Lesiones mal curadas o recaídas son un mal endémico en este deporte. Nadie es inmune. Defensas o delanteros. Obreros del balón o estrellas de nivel mundial. Llega un momento en el que el cuerpo dice basta y, cuando los avisos se suceden, es preferible evitar males mayores.

Ante la posibilidad de quedar inválido, el central no ha querido asumir riesgos. «Se perfectamente lo que puede estar pasando por su cabeza porque yo viví una situación similar, incluso con menos edad. Es duro y cuesta asumirlo, pero no queda más remedio». A Óscar Miñambres (1-1-1981), un potente lateral del Real Madrid, el fútbol se le acabó con 26 años. Fue uno de los peores días de su vida. Un momento que no ha olvidado y que recuerda en una charla con ABC. Nunca se llega a superar, aunque el tiempo cicatriza la herida. «Hace unos días fui con mis tres hijos al Bernabéu a ver el partido de Copa ante la Cultural Leonesa. Llevaba nueve años sin ir a un estadio. Al principio no quería ni ver los partidos por televisión». La desconexión fue total.

Como Domínguez, Miñambres sabe lo que es insistir hasta el final para intentar volver al césped. Pese a los avances médicos y a los nuevos tratamientos, no siempre hay una solución. «Al principio fue frustrante. Estuve cuatro o cinco años sin querer saber nada de fútbol. Me daba mucha rabia no haber podido terminar mi carrera como la mayoría de los futbolistas, de manera natural», explica a este periódico. Dos operaciones de rodilla en tres años fueron, en su caso, el principio del adiós. Para el exjugador del Atlético, la espalda ha sido su cruz. «No merece vivir así con 27 años. El fútbol para mí se ha acabado. Mi objetivo ahora es vivir sin dolor», manifestó Domínguez horas después de retirarse.

Afrontarlo con optimismo

¿Consejos? «Cada persona es un mundo. Cada uno responde de una forma. A pesar de que decir adiós fue muy duro, yo intenté ver el lado positivo. Siempre he dicho que tengo que dar gracias porque me retiré con 26 años y con un dinero para seguir adelante en la vida». El optimismo ayudó a Miñambres a comenzar a asumir su nueva vida, alejada de los campos tras compartir vestuario, entre otros, con Zidane. Prometía en el fútbol después de llegar a debutar con el Madrid en la Champions en Oporto. Un estanco es ahora su fuente de ingresos. En la campaña 2004-05 se marchó cedido al Español, donde sufrió una grave lesión de rodilla. De vuelta al Madrid y cuando ya se creía recuperado, recayó. Lo intentó por última vez en el Hércules.

Seis días después de llegar, anunciaba su retirada. Un gesto de honestidad consigo mismo y con su club. Era el momento de un adiós que aún le duele. «Tengo 35 años y, si todo hubiera ido normal, ahora me estaría planteando cuándo colgar las botas». En su día no quiso saber nada de fútbol, ahora no lo descarta. «No me veía como entrenador, pero a mis tres hijos les gusta mucho el fútbol y ahora intento trasmitirles mis experiencias. Lo que más me duele es que ellos no me hayan podio ver en directo, aunque les pongo vídeos», reconoce mientras se le escapa una sonrisa. «Lo del banquillo se me pasa por la cabeza, pero el ritmo de vida no me lo permite».

En el banquillo es donde César Laínez encuentra su hueco en el fútbol. Él es otro guerrero retirado antes de tiempo. Un portero formado y criado en el Real Zaragoza, club en el que ahora entrena al filial de Tercera. Es feliz trabajando con canteranos. La vida le sonríe, pero también lloró mucho. Su despedida en mayo de 2005, con 28 años, resultó igual de emocionante que la de Domínguez. «Me han dicho que mi vida cotidiana puede correr peligro, tengo que pensar en mi futuro y lo que quiero es poder correr detrás de mi hijo», dijo el guardameta al anunciar que dejaba un deporte por el que sentía pasión. Como a Miñambres, le costó tiempo aceptarlo. «Estuve dos años separado del fútbol, necesitaba alejarme. Nunca quieres aceptarlo, pero yo sabía que la fecha de caducidad se iba acercando porque las lesiones eran muy seguidas. Por eso, yo les digo a mis jugadores que traten de disfrutar de cada instante. El fútbol es maravilloso, pero se puede acabar cuando menos te lo esperas», relata a ABC.

Al ver el mensaje de Domínguez en las redes, retrocedió en el tiempo y se vio reflejado en él. Un trago que pasó mejor gracias al calor de su familia y a la ayuda de su club. «El adiós fue un palo psicológicamente duro. Si la gente que te rodea no te ayuda, es difícil de aceptar. Yo tuve el cariño de los míos y de mi equipo, se portaron muy bien conmigo. Es algo que se agradece en esos momentos y parece que a Domínguez le ha faltado».

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