Ignacio Ruiz Quintano

El derbi del marqués

El Madrid, con Zidane, es equipo que disputa exclusivamente una competición

No hablamos de Del Bosque, sino de Cabriñana, es decir, don Julio de Urbina y Ceballos Escalera, el marqués (milagrosamente muerto de muerte natural en el Madrid del Terror Rojo) que hizo el reglamento del honor ventilado mediante duelo. El balón, según Cabriñana, no es arma de duelo, pero la cultura socialdemócrata sólo permite el duelo a balón, y así, a lo marqués de Cabriñana, se dirimió ayer en el Bernabéu el honor madrileño, que acabó en tablas.

El anticipo del domingo madrileño fue el sábado manchesteriano, cuando el City de Guardiola podía cantar el alirón liguero ganando al United de Mourinho, que tiene muy mal equipo (salvo el portero, ninguno de sus jugadores encontraría un puesto en el Madrid). Guardiola, que venía de llevarse una felpa europea en Liverpool, calentó el derbi metiendo su lazo amarillo en el tupé de Pogba, y Pogba, ese armario de luna que la Juventus le colocó al United, le levantó al City un 2 por 0 con dos remates «cristianísimos», que unidos al gol de Smalling sirvieron para aguarle la fiesta alironera al Bolívar de Sampedor, pasado de aspavientos (y de niki pezonero) en la banda. Disimulando la media lagartijera que llevaba puesta, Guardiola trató de explicar a Pogba el malentendido: el apoderado de Ibrahimovic (que es el de Pogba) había declarado que el amigo de Roures es una mala persona, y el amigo de Roures contestó al apoderado de Ibrahimovic que, si tan mala persona lo considera, ¿por qué le había ofrecido a Pogba? A Pogba, de temperamento sanguíneo, le quedaban dos salidas: darle al «Control+Alt+Suprimir», como llevaba haciendo toda la temporada, o arrear a Guardiola una patada en el antifonario, por bocachancla. Eligió lo segundo.

¿Se mejoraría en Madrid lo de Manchester?

El Madrid regresó de cargado de muy mala literatura periodística sobre la chilena de Cristiano a Buffon, desde luego una visión como la de Cellini, que cuenta en su «Vita» cómo en una tarde de invierno se le apareció una salamandra en el fuego del hogar y cómo su padre, entonces, le propinó una paliza. «Que esta deslumbrante visión –le dijo–, tan pocas veces concedida a los hombres, se te grabe en la memoria».

Pero, estéticamente, la chilena de Ronaldo tampoco es la faena de Julio Aparicio al toro «Cañego», de Alcurrucén, en el San Isidro del 94, para justificar esos «bukakkes» nerudianos entre prosistas que ya no cumplen los treinta años.

–Siento decirlo, pero una gran promesa, una gran figura, no se ve entre ellos –decía del 27 Juan Ramón–. La poesía ha de ser natural, ha de fluir naturalmente, y todo lo que sea truco no puede ser poesía. A todos ellos les falta invención, no tienen inventiva… En cuanto a Neruda, que sus amigos quieren presentar como un genio, es disparatado. Allá él y ellos.

El caso es que el Madrid, que con Zidane es equipo que disputa exclusivamente una competición, se presentó ayer en el campo del honor con la «superioridad moral» de la chilena de Cristiano. Cristiano y diez (nueve, si sale Benzema) más frente a Simeone y once estacas (¡los «espárragos de Rommel»!). El segundón, Atlético, contra el tercerón, Real, sin que ningún resultado pudiera alterar el orden. La propaganda insistía: «Ser segundo siempre es mejor que ser tercero». La experiencia, sin embargo, enseña que al día siguiente nadie se acuerda del segundo. Todo, pues, queda en marketing y glamour, incluido ese himno que suena a versión norcoreana de «Montañas nevadas» de Franco Manera. Lo mejor de la primera parte fue Lucas Vázquez, el Colibrí de Curtis (el famoso vicicilin del cronista de Indias López de Gómara), que se mantiene del rocío del área sin posarse sobre la yerba. En la segunda, al «touché» de Cristiano en la portería de Oblak respondió Griezmann con un cachavazo en la portería de Keylor. Y entonces Zidane cometió la humorada de la jornada: sacó a Cristiano y metió a Benzema, que no hace goles, pero suma trienios. Fue todo. El Madrid es tercero porque ha sido incapaz de ganar al primero y al segundo. Cabriñana los hubiera corrido a gorrazos.

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