Leo Messi celebra los goles del Barcelona y pide el apoyo del Camp Nou
Leo Messi celebra los goles del Barcelona y pide el apoyo del Camp Nou - REUTERS

FC BarcelonaEl anuncio de Luis Enrique origina la piña del vestuario culé

Del caos a la euforia. De la depresión a resucitar la palabra «triplete». Y todo en tres semanas. La autogestión del vestuario devuelve la alegría al Barça

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A las diez y media de la noche del pasado 19 de febrero el Barcelona estaba sumido en las tinieblas. Deambulaba por el Camp Nou ante un Leganés que llegaba al último minuto del partido con el 1-1 en el marcador. En ese momento el Barcelona estaba prácticamente eliminado en la Champions tras haber caído esa misma semana estrepitosamente en París (4-0) y sus opciones en la Liga se difuminaban porque el Madrid, que había ganado al Español, estaba tres puntos por encima y aún le restaban dos partidos por disputar que tenía aplazados.

Pero Iglesias Villanueva señaló un penalti cometido sobre Neymar que Messi transformó para resucitar de nuevo a los azulgranas. Tal era el desánimo de los futbolistas y del barcelonismo que ni el argentino lo quiso celebrar.

Contrastaba su actitud con la que manifestó cuatro meses antes cuando también logró la victoria en tiempo añadido ante el Valencia. Las especulaciones se sucedieron y el desánimo cundió entre los barcelonistas. El equipo estaba desdibujado y su juego no invitaba al optimismo. Hasta el púbico pitó a Luis Enrique y a André Gomes.

Conjura de la plantilla

Pero ahí empezó la autogestión del vestuario, que se conjuró para sacar adelante la situación. Esa reacción de la grada del Camp Nou cambió el chip de la plantilla y del cuerpo técnico. Había habido fricciones con Luis Enrique. Quedó escenificado cuando Iniesta y Piqué censuraron abiertamente el planteamiento del entrenador ante el PSG en el Parque de los Príncipes. Los jugadores entendieron que debían ser una piña y el técnico, tocado por esos abucheos de sus propios seguidores, entendió que debía dar un golpe de efecto para relajar el ambiente. Fue entonces cuando empezó a pensar que debía hacer pública su marcha. El futuro no era halagüeño.

Pero aquí fue donde entró en juego el Real Madrid, que se disparó en el pie con una derrota en Mestalla. Los de Zidane podían catapultar su diferencia hasta los cuatro puntos si ganaban a un irregular Valencia, en el primero de los partidos que tenían aplazado. Pero perdieron y eso dio aire al Barça. Yde qué manera. Los azulgranas empezaban a salir de la UCI.

La visita al Calderón se afrontaba como una prueba de fuego pero con ánimos renovados. Y se volvió a ganar sobre la bocina con un postrero gol de Leo Messi (min. 87) que colocaba el definitivo 1-2 en el marcador. A partir de este momento fue cuando el interruptor hizo click y el cambio empezó a verse como algo más que una utopía. Fue entonces cuando Luis Enrique tomó la decisión más trascendente de la temporada, más allá del cambio de sistema o de la apuesta por uno u otro jugador. El asturiano decidió que anunciaría su marcha y que sería tras jugar ante el Sporting, el equipo de su vida.

Fue el punto de inflexión total. Tras la goleada la bomba. Y todo cocinado a fuego lento. Tanto, que el mismo día, ese miércoles, 1 de marzo, el Madrid empataba ante Las Palmas en un tropiezo histórico y permitía que el Barça se aupara a la primera plaza de la Liga. De forma momentánea, porque el Madrid tiene un partido menos. Pero psicológicamente era impactante.

Reuniones del vestuario

Las reuniones en el vestuario se sucedieron y los pesos pesados de la plantilla decidieron dar un paso al frente. Piqué o Iniesta salieron a la palestra para dar su apoyo al técnico y manifestar su confianza en lograr todos los objetivos. Los futbolistas dejaron sus diferencias al margen e hicieron piña para que el adiós del inquilino del banquillo estuviera a la altura de su historial. Una especie de conjura que pudo ayudar ante el PSG. La arenga caló en el Camp Nou, que relajó sus críticas al equipo. Y empezó a gestarse ante el Celta. El 5-0 fue un resultado emparejado a la mística más culé que permitía soñar en la posibilidad de remontar ante los franceses. Y tres semanas después se había pasado del caos a empezar a flirtear con la palabra «triplete». « Han querido enterrarnos pero aún seguimos vivos, nos queda mucho», resumía Gerard Piqué.

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