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Los jugadores del Athletic celebran un gol ante el enfado de Luis Suárez - reuters
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El Barcelona naufraga en San Mamés

Los azulgranas, sin piernas ni ideas, son zarandeados por un Athletic brillante en el partido de ida de la Supercopa (4-0)

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El caballo recela se utiliza para estimular a las yeguas y cuando ya están preparadas son apartados para que entre a cubrirlas el semental. Algo así como le solía suceder siempre al Athletic con el Barça, que jugaba a calentarle, pero a la hora de la verdad, a la hembra ni tocarla. Aunque a diferencia de los recela, que de tanto querer y no poder acaban con el tiempo enloqueciendo, hay que decir que el Bilbao siempre vuelve a intentarlo, y siempre con dignidad, y siempre con clase, como si estuviera convencido de que esta vez será la vez en que podrá escribir la Historia después de su goleada (4-0) en la ida de la Supercopa. [ Así hemos narrado el partido]

Compareció el Barça con un medio campo insólito, sin demasiada profundidad pero con suficiente aplomo para volver inútil la presión inicial de un Athletic que corría más de lo que era capaz de pensar. En el minuto 5, los de Luis Enrique tenían un 95% de la posesión, tan absoluta como estéril. El rondo hipnotizante parecía una danza pactada con el rival. La afición local empezaba a impacientarse. La yegua continuaba sin inmutarse.

Entre un Barça vulgar y un Athletic inexistente, el partido llegó al minuto diez sin ningún disparo. En el once el Barça perdió un balón y Eraso intentó algo sin demasiada importancia que Ter Stegen mandó a córner. En los siguientes dos minutos, el Barça perdió otros dos balones fruto de una defensa imprecisa, novedosa, y a la que se le nota que todavía le falta trabajar los conceptos básicos. En el 14, Ter Stegen quiso lucirse con la cabeza y metió la pata, en otra demostración de que a pesar de tener virtudes no es, como mínimo de momento, un portero fiable. En la falta de la Supercopa contra el Sevilla pudo hacer algo más que quedarse quieto, y este viernes su salida frívola, e innecesaria, permitió que San José le marcara un golazo desde medio campo en un tiro que no habría ni intentado de no verle tan absurdamente adelantado.

Luis Suárez jugó con fuego con un codazo merecedor de roja directa que por suerte suya no vio el árbitro. El Barcelona se instaló en una improductiva mediocridad, entre el peligro de una defensa fallona y un centro del campo del talento de los funcionarios de la RDA. El Athletic empezaba a acariciar la idea de que podía acabar llevándose la yegua por delante.

Por primera vez en mucho tiempo -desde el año pasado, concretamente en septiembre, contra el Málaga- el Barça llegó al minuto 35 sin haber chutado ni una sola vez a puerta. Un Athletic sin proponer nada concreto defendía su gol de ventaja con más pasión que ideas, pero el Barcelona fallaba tanto -especialmente Bartra- que daba la sensación de que en cualquier contraataque tonto los de Valverde podían ampliar su ventaja.

Qué aburrido se vuelve el fútbol cuando el Barça juega mal. Supongo que comparado con cualquier otro equipo, el Barcelona jugó este viernes una primera parte normal, sin nada destacable. Pero el arte de estos chicos llega a ser tan sensacional, y las expectativas que generan son tan altas, que cuando no brilla la genialidad todo parece una estafa.

La primera parte estaba a punto de concluir sin más pena ni gloria que la cantada de Ter Stegen y el gol bellísimo de San José, pero hubo tiempo para una falta al borde del área cometida sobre Pedro, que chutó Messi y que sólo la mano prodigiosa de Iraizoz evitó que se colara por la escuadra. Un Barça sin piernas y sin ideas, que notaba el cansancio de Tiflis, se marchó al vestuario necesitado de inspiración y cambios.

Penalti absurdo

En la reanudación empezó Iniesta a calentar, toda la finura que le faltaba al Barça, y la vulgaridad continuó siendo la característica del encuentro. En un fallo defensivo de Laporte, Pedro chutó al larguero. Messi hizo lucir en el 50 a Iraizoz, y pareció que su equipo despertaba. Salió Iniesta, pitado como siempre en San Mamés, y justo cuando parecía que el Barcelona podía emerger, Aduriz, que parece que tenga 20 años y no sus 34, remató a gol un centro de Eraso con un impresionante salto vertical y un soberbio cabezazo. El caballo recela conseguía el móvil de la yegua.

A pesar del 2-0, el Barcelona encontraba más profundidad que en la primera parte. Luis Enrique renunciaba a sus rotaciones y Rakitic entraba por Sergio Roberto. Pero tras dos errores inconcebibles de Adriano y de Alves, dos errores lamentables, de patio de colegio, impropios del Barça aunque sea agosto, Adúriz marcaba el tercero y la noche en San Mamés iba camino de convertirse en gloriosa.

Y así fue, porque con el Barça naufragando en su más absoluto desconcierto, un penalti de Alves, tan estúpido como indiscutible, le permitía a Aduriz conseguir un magnífico triplete y la Semana Grande de Bilbao llegaba con un día de adelanto. La yegua y el recela ya habían acabado de cenar, y ella le invitaba a su casa a escuchar -es música de yeguas- unos discos de jazz.

Gurpegui entró por Eraso y Bóveda por Susaeta, para aguantar el centro del campo y evitar a toda costa un gol de los blaugrana. La lluvia caía mansa y el público estaba feliz en la noche mágica en que tras tantas finales perdidas, y tanto amor postergado, el Athletic obtuvo su premio sin que nadie viniera a molestarle. Nadie, nadie, ni mucho menos el Barça.

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