Fórmula 1

Sauber, grandezas y miserias de 400 grandes premios

Imaginen una escudería patrocinada por Red Bull y Petronas. Suena a campeón, sí. Pero no

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Imaginen una escudería de Fórmula 1 patrocinada, a la vez, por Red Bull y Petronas, actual socio de Mercedes. Suena a equipo imbatible, a millones de euros puestos a disposición para ganar campeonatos. Pero no. Eso ocurrió durante varios años a finales del siglo pasado en Sauber. La escudería suiza, que celebra 400 grandes premios en la Fórmula 1 este fin de semana, contó con ese doble patrocinio de lujo entre 1996 y 2005, pero nunca estuvo cerca de conquistar un Mundial, ni siquiera de ganar una carrera. Solo después, cuando el gigante BMW asumió el mando de la escudería entre 2006 y 2010, estuvieron cerca del éxito.

La historia de Sauber representa a la perfección lo que significa una escudería privada en el difícil y competitivo mundo de la Fórmula 1, con sus grandezas y sus miserias.

Un equipo artesano que, como tantas grandes obras, comenzó en el sotano de una casa, el lugar donde Peter Sauber concibió su primer monoplaza, al que bautizó C1, y comenzó a competir con él en carreras de montaña. A partir de ese rudimentario modelo Sauber comenzó a construir auténticos coches de carreras que participaron en las 24 Horas de Le Mans, y se marcó el objetivo de alcanzar la Fórmula 1. En 1993 llegó a un acuerdo con Mercedes para construir una fábrica en Hinwil, lugar de residencia de Sauber en Suiza. Se suponía que la marca alemana sería un socio preferente, pero un año después se alió con McLaren y obligó a Sauber a buscar nueva financiación.

La encontró en Malasia, donde la compañía petrolera Petronas decidió invertir en un proyecto para construir motores V10 para la Fórmula 1. En esos años se aseguró también el patrocinio de Red Bull. Dietrich Mateschitz, dueño de la compañía de bebidas energéticas, llegó a entrar como socio en la compañía.

Sauber descubrió en 2001 a un imberbe Kimi Raikkonen y le hizo debutar en la F1

Pero todo se fue al traste en 2005. Mateschitz canceló el patrocinio de Red Bull tras comprar Jaguar y montar su propia escudería, y llegaron los problemas financieros que derivaron en al venta del equipo a BMW. La compañía germana mantuvo el apellido Sauber más por cortesía que otra cosa, porque el suizo se quedó en el equipo como mero consultor.

En realidad, esos fueron los mejores años del equipo suizo. El equipo fue subcampeón de constructores en 2007 y Robert Kubica, en Canadá 2008, consiguió la primera y única victoria que luce en las vitrinas de Hinwil.

Pero BMW no terminó de dar el salto ganador que le exigía el tremendo gasto que implica la F1 y decidió abandonar en 2010. Sauber vio la oportunidad perfecta para recomprar el equipo, que desde entonces mantiene un perfil bajo, sin estridencias. Tampoco ayuda el escaso fulgor que revelan sus monoplazas. El diseño nunca ha sido el punto fuerte de Sauber. En negro, azul o blanco, sus colores siempre resultan anodinos e invisibles para las cámaras.

Sauber puso punto y final a su andadura en la F1 en 2012. Cansado y agobiado por las deudas, este vendedor de coches suizo delegó todas sus funciones en Monisha Katelborn, que se convirtió entonces en la primera mujer en dirigir una escudería de Fórmula 1. Tal vez eso, y el fichaje de und esconocido Kimi Raikkonen en 2001, sean el mayor legado de un equipo orgulloso de celebrar 400 grandes premios.