Alberto Contador
Alberto Contador - EFE

Tour de FranciaContador deja su huella hasta el final

El madrileño, noveno al final, queda lejos del podio, pero es protagonista y le marca el camino a Landa

París Actualizado: Guardar
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Dentro de un tiempo, cuando el siglo avance, los cronistas del Tour reclamarán un ataque al estilo de Alberto Contador. Más allá de haber ganado las tres vueltas grandes, el madrileño ha defendido un manera de competir. Sin concesiones. En su décimo, y puede que último, Tour ha terminado noveno, su peor plaza salvo la del debut en 2005 (puesto 31). Con menos fuerza que antes, ha sido el de siempre. Protagonista. «Sin las cuatro caídas que he sufrido, estaría luchando por el maillot amarillo», lamentó antes de los Alpes. Contador no ha podido en la ronda gala con Froome, su sucesor. Su tiempo se termina. Correrá un año más. Irá a despedirse del Giro. Cuando se vaya, el ciclismo perderá a uno de su mejores agitadores.

La luz de tantas carreras.

Con ese foco alumbró a un corredor que puede heredar su espíritu, Mikel Landa. Este Tour ha asistido al traspaso de papeles. Sucedió en la decimotercera etapa, en los Pirineos camino de Foix. Contador arrancó desde lejos. A por todo. Landa le siguió. Cumplía su papel de gregario de Froome. Ahí, el madrileño apretó el interruptor y le mostró otro camino. «Alberto me abrió los ojos», agradece Landa. Contador le animó a ir a por el liderato del Tour. «Me hizo soñar», confiesa el alavés. Antes de irse, el ciclista de Pinto ha dejado su semilla. Landa es otro dorsal indómito. Coinciden en una misión: «Que disfrute la gente».

Desde 2011, las caídas han lastrado a Contador. Ha vuelto a sucederle. Cuatro tropiezos. En el ecuador de este Tour estaba tan machacado que le plantearon la posibilidad de la retirada. Contador se dio tiempo. No quería irse así de su carrera. Y convirtió la etapa de Foix en inolvidable. Landa y él. Gigantes del Tour. «¡Venga, Mikel. Que vamos a hacer algo grande!». La etapa fue para Barguil, que pudo con Contador y Quintana. Landa entró con ellos y no se vistió de amarillo. Pero queda su intento, el sueño que le abrió Contador.

El madrileño ha subido en dos etapas al podio como el corredor más combativo. Su segundo fogonazo fue en los Alpes, en la Croix de Fer. Salió en busca de la fuga y batió el récord de la subida. Luego pagó ese esfuerzo extra en el Galibier y no pudo seguir a Primoz Roglic, el vencedor en Serre Chevalier. Hasta 2010, el viaje de Contador por la Grande Boucle fue triunfal; desde 2011 ha sido una carrera de obstáculos. Ya no ganará el Tour, una carrera que le echará en falta.

Cuando las etapas caigan en la monotonía, los futuros cronistas tirarán de archivo y recordarán la pimienta que Contador le ponía a las carreras. «Hay victorias de las que no me acuerdo, pero no olvidaré nunca las etapas en las que he hecho disfrutar a la gente aunque no las haya ganado». Así se resume el «estilo Contador».

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