Vuelta a España

Los potenciómetros, el nuevo credo de los ciclistas

La relación watios/kilo ha transformado el paisaje de las carreras

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Mientras Nairo Quintana exprimía su cuerpo duro de agricultor y Chris Froome respondía enérgico y bravo en el Aubisque, Purito Rodríguez emitió un juicio tajante en Eurosport sobre el debate de la semana en la Vuelta a España, los potenciómetros. «Todo son tonterías. Si las patas no van, los números no funcionan». Los números son los dígitos que exhala el nuevo credo de los ciclistas, el artilugio en la era 3.0 de la tecnología social que ha cambiado el paisaje de las carreras. Los potenciómetros lo detectan todo en la relación del ciclista con la bici y su entorno: miden los watios, la fuerza por kilo, los metros de escalada en cada kilómetro, la pendiente media, el desnivel parcial y total, el cansancio muscular, tienen GPS y pulsómetro incorporados.

En la pantalla del pequeño ordenador de a bordo que llevan los ciclistas en el manillar llegan a aparecer 24 funciones diferentes y simultáneas. Ese monstruo se ha cargado las vueltas, dicen unos, porque ha anulado la imaginación y el instinto en favor del cálculo y la ciencia. Pero la realidad navega a favor del artificio. El 95 por ciento de los profesionales lo utilizan.

Induráin nunca entrenaba con pulsómetros, sino que se regía por sus sensaciones. También Marco Pantani y, hoy en día, Alejandro Valverde. Triunfadores del pedal que no necesitaron el refrendo de las ecuaciones y las variables watio/kilo. Pero los ciclistas actuales se han vuelto empíricos. Se fían más del potenciómetro que de los signos de su organismo. Las impresiones a veces fallan, el ordenador no.

«Es una herramienta útil para entrenarse -cuenta a ABC Carlos Sastre, ganador del Tour 2008-. Permite mejorar el rendimiento y entender las cosas de una manera razonable. Te ayuda a no sobrepasar los límites, pero eso provoca que los corredores sean más conservadores». El potenciómetro es un mecanismo de precisión y también un radar de tráfico. El ciclista divisa los límites en su manillar.

El pelotón lleva años sometido a una división. Los watios por kilo. La fuerza que desarrolla el ciclista repartida por su peso. Esa frecuencia -5, 6, 7 u 8 w/k- supone el registro definitivo que ha acabado con las pájaras. Cuando un corredor aprecia que no puede dar más de sí, se controla y afloja el paso. Así se ha terminado con el célebre «tío del mazo» descrito por Perico Delgado.

«La potencia no lo es todo -explica el catedrático de Fisiología Alfredo Córdova, antiguo médico de equipos ciclistas, que ha escrito un libro sobre el tema «Potenciómetros, mitos y mentiras»-. Desdeñar en el ciclismo o en el triatlón la importante información que aporta el pulsómetro es un error. El pulsómetro es un claro indicador del comportamiento de nuestro cuerpo desde el punto de vista médico, científico y fisiológico. El potenciómetro es ideal para el entrenamiento. Cuantos más parámetros conoces de tu organismo, mucho mejor».

Froome y el Sky han instaurado los potenciómetros en el pelotón. Fían su suerte al rango de las matemáticas. El ganador del Tour nunca sufrirá un desvanecimiento. Tiene la sangre fría de dejar marchar a Quintana y Contador en la etapa de los Lagos porque sabe, lo dice su ordenador, que los watios no le abandonarán si mantiene constante el pedaleo en la subida con tal porcentaje, a tantos kilómetros de la meta, etc, etc. Los potenciómetros van sincronizados y conectados al ordenador del director en el coche de cada equipo, con lo que los mandamases de las escuadras tienen una ensalada de dígitos bailando delante de sus ojos mientras conducen y atienden al recorrido y las vaivenes de cada etapa.

«Estamos en la era de la tecnología y no se puede ir contra el progreso y la información -explica Sastre-. Es la realidad del ciclismo moderno. Cada equipo usa el potenciómetro en función de los intereses de su patrocinador, pero muchas emociones no se pueden medir y yo prefiero los ramalazos de genio de Perico, Chava o Pantani. Lo echo de menos».

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