Nibali al frente en la ascensión al Izoard en el Tour 2014
Nibali al frente en la ascensión al Izoard en el Tour 2014 - REUTERS

Tour de FranciaEl Izoard, un puerto «entre lo difícil y lo terrorífico»

El final de etapa en el coloso alpino es una de las grandes novedades del Tour 2017 presentado ayer

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Mira el perfil Chris Froome, ganador de las dos últimas ediciones, y dice que el Tour de Francia 2017 está diseñado para escaladores. «Se va a decidir en los puertos. A mí me gusta cuando hay más contrarreloj. Esta vez solo hay el prólogo y 23 kilómetros al final», aseguró el ciclista del Sky en la presentación que tuvo lugar ayer en París.

Lo mira Nairo Quintana, némesis de Froome los últimos años, el colombiano que exprime su talento en las cumbres, y no lo tiene tan claro. A pesar de que la carrera rinde visita a los cinco grandes macizos montañosos del país -los Vosgos, el Jura, los Pirineos, el Macizo Central y los Alpes-, algo que no sucedía desde hace un cuarto de siglo, hay menos montaña que en ediciones pasadas (23 puertos frente a los 28 de 2016, sin ir más lejos).

El director de la carrera, Christian Prudhomme, lo admite, al tiempo que lanza su pronóstico: «Es un Tour para atacantes». La media montaña, con etapas ideales para las emboscadas, son la gran apuesta.

«Algo por reconocer, mucho por analizar. Se inicia el conteo regresivo para un nuevo sueño del Tour 2017», aseguró Nairo en las redes sociales. Prudhomme no escatimó guiños para el ciclismo colombiano, que vive su edad de oro con corredores como Quintana, Chaves, Pantano, Henao, Anacona y Atapuma. «La pasión por el ciclismo en Colombia está en su momento cumbre. El mismísimo presidente, Juan Manuel Santos, premio Nobel de la Paz, está pendiente y tuitea las victorias de su compatriotas». La etapa con final inédito en el Izoard se celebrará el 20 de julio, día nacional de Colombia.

El Izoard es leyenda del ciclismo, un grito de piedra que se unió al club en 1922 y que, de forma sorprendente, nunca había tenido la meta instalada en su cima, a 2.360 metros sobre el nivel del mar. «El Izoard se sitúa entre lo difícil y lo terrorífico», escribió Henri Desgrange, el «padre» del Tour. Su dureza va en aumento a lo largo de 14 kilómetros. De las suaves pendientes iniciales se pasa a desniveles superiores al 10% a mitad de la ascensión, sin descanso hasta que se llega a Casse Déserte.

Un pequeño descenso da paso al tramo último, casi tres kilómetros de exigente pendiente. A tres días del final en los Campos Elíseos, será la última oportunidad de los escaladores antes del «mal trago» en la crono de Marsella. La víspera, el pelotón ascenderá otro coloso alpino, el Galibier, que fue meta en 2011 por vez primera en su historia y que, en esta ocasión, será la última gran dificultad antes del final en Serre-Chevalier.

Aunque para muchos la etapa reina será la novena, entre Nantua y Chambery, con 4.600 metros de desnivel, un viaje trepidante que incluye el Col de la Biche, Grand Colombier por el lado del Virieu-le-Petit, y el Mont du Chat, todos de categoría especial. «No me disgusta el recorrido. Ahora toca prepararse. Estoy ilusionado y el Tour será mi gran objetivo para el próximo año», señaló, por su parte, Alberto Contador, que cierra estos días su temporada en Abu Dhabi y estrena equipo en 2017, el Trek-Segafredo.

De los cuatro finales en alto, el primero llega muy pronto, en la quinta etapa, que trepa hasta La Planche des Belles Filles, un puerto de 6 kilómetros y un final con rampas del 14 por ciento donde Froome ganó en 2012, año en el que fue segundo en la general tras Wiggins.

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