CÁDIZ CF

Ardor en la pelea

La distancia entre este Cádiz CF y el Cádiz CF de la racha victoriosa de la primera vuelta tan sólo la marca el gol

Pepe Reyes

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Garrido en un partido con el Cádiz CF

Tantas jornadas aupados en lo más alto de la tabla clasificatoria, tan cercanas parecían las máximas metas, tan al alcance de la mano se antojaba la gloria que el golpe de realidad experimentado en la segunda vuelta ha dejado a la grada como aturdida, en estado de incredulidad y estupefacción.

Una extraña sensación de frustración no bien asimilada, que ha provocado que determinado sector de la afición haya querido ver desgana y falta de fe donde sólo existe la dura constatación de las propias limitaciones. Extremo que ha conocido su punto álgido tras el último empate frente al Sporting en un partido en el que el equipo lo dio todo, jugó con la máxima intensidad, anuló casi por completo la capacidad creativa del contrario, pero en el que no pudo conseguir la victoria.

Cierto es que, a pesar de controlar con autoridad el duelo, apenas se generaron acercamientos peligrosos y sólo se crearon dos ocasiones de gol. Escaso bagaje, sí, pero que en otros momentos de la competición eran suficientes para materializar alguna y sumar los tres puntos. Ahí radica la diferencia entre el Cádiz CF ganador, que se imponía a sus rivales meses atrás, y el Cádiz CF dubitativo e impotente que parece en la actualidad.

La distancia entre un equipo y el otro tan sólo la marca el gol. Corolario feliz del esfuerzo derrochado durante noventa minutos, pero que tanto nos cuesta conseguir. No sería justo dudar del denuedo y del amor propio que nuestros delanteros ponen en el empeño, pero el grado de acierto con la portería contraria arroja unos niveles nimios, exiguos, irrisorios, muy alejados de cualquier conjunto con aspiración. Si a ello se le suma el inacabable reguero de lesiones musculares, que ha provocado, entre otras vicisitudes, la infrautilización de un jugador llamado a marcar las diferencias, como es Perea, las dificultades para romper las defensas contrarias resultan evidentes.

Pero no es el momento de dudar de un sistema  con el que hemos llegado donde estamos, ni del ardor en la pelea de unos jugadores que siempre lo dieron todo.

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