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La pizarra del Cádiz CF-Valladolid: Los cambios desactivan al equipo

El conjunto gaditano se rompió al final con los tres delanteros cerrando los espacios en ataque

José María Aguilera
Actualizado: Guardar
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El Cádiz CF se enrocó en la segunda mitad.
El Cádiz CF se enrocó en la segunda mitad.

A la quinta llegaba la derrota. La desapacible noche del viernes 13 cercenaba la excelente racha amarilla de cuatro victorias consecutivas. El Cádiz CF encajaba con resignación cristiana este revés, consciente de que algún día la felicidad se quedaría en el zaguán, y se agarraba a su mejor argumento: el equipo compitió y hasta pudo merecer el empate. El resto ya forma parte de un deporte imprevisible en el que no todo se puede controlar, como ese error decisivo e inesperado de Cifuentes.

Cervera mantuvo el estilo desde el inicio y aquí cometía su primer error al no contar con los futbolistas adecuados. Después azuzó tanto el árbol que el grupo perdió su identidad. Unas veces se gana y otras se aprende y a esta máxima se aferra siempre el míster y sus jugadores, a los que poco se puede reprochar en cuanto a actitud e intensidad.

1.- Ni José Mari ni Garrido: Eddy.

El entrenador se ha propuesto como meta personal y colectiva recuperar a Eddy Silvestre pero su pupilo se empeña en complicar la misión. Cervera mantenía el dibujo de las últimas fechas (4-2-3-1), sin triple pivote, y trocaba pieza por pieza: el almeriense en lugar del sancionado Garrido. Pero ni tiene las condiciones del vasco, ni se parece a José Mari, por lo que la medular perdía fuerza y estabilidad.

Silvestre sigue desnortado, desubicado en el campo, perdiendo la posición continuamente y llegando tarde al cruce y a la asistencia al compañero tapado. Rubén Cruz, totalmente desacertado en el remate pero con muy buen tino en la creación, retrasó sus movimientos para apoyar en el enlace del centro del campo con la delantera. Firmaba su mejor actuación si se olvidan los errores en los metros finales.

2. Movimientos desacertados.

El Cádiz CF generaba ocasiones y rondaba el empate, además de controlar los contragolpes del Valladolid. El gol podía caer en cualquier momento. Pero se adentraba el segundo tiempo y Cervera movió el banquillo para buscar frescura, y con esas variaciones se produjo el cortocircuito. Ortuño no se sintió cómodo con Güiza, otro 9, sobre el campo, y Aitor anduvo desacertado en los centros. Así se perdía la aportación de Abdullah y Salvi, sacrificados pese a su aceptable labor.

3. Un 4-2-4 y atasco en la delantera.

Esta escuadra se caracteriza por ser un bloque, con las líneas juntas, que ataca y defiende en pocos metros. Pero el resultado y las prisas estiraron al equipo hasta quebrarlo por el medio. El míster acabó apostando por un 4-2-4, con los tres delanteros atascados en esos últimos metros. Ortuño, Güiza y Santamaría se estorbaron en la corona del área y redujeron los espacios.

Aitor, a pierna cambiada, intentaba abrir el campo por la zurda, con Álvaro de falso lateral. Rubén terminaba de mediocentro pero sin resquicios para penetrar en la muralla pucelana. Y confirmando esa mala sensación de que por mucho que se prolongara el encuentro el gol del empate parecía imposible.

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