CÁDIZ CF

Oviedo se tiñe de azul... y amarillo

Jornada festiva entre aficiones empañada por la refriega en el Tartiere justo antes del choque

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Dos aficionados cadistas se hacen un 'selfie' con los gaiteros.
Dos aficionados cadistas se hacen un 'selfie' con los gaiteros.

Oviedo se ha vestido de azul para su gran cita. Hasta el agua que borbotea y corre por sus fuentes irrumpe con este color. La ciudad, después de tantos años lejos del escaparate futbolístico, se ha engalanado con banderas y bufandas. En los balcones, en las tiendas, en los autobuses, en los bares y restaurantes. Un mismo sentimiento une a esta tierra asturiana.

Pero este domingo, el cadismo también le ha dado otro tono. El amarillo se ha unido y ambos conjugan de forma excelente. El sábado aparecían los primeros cadistas pero poco antes del mediodía se producía el desembarco de un millar de fieles que cruzaron España entera con billete de ida y vuelta en 15 autocares.

Un par de ellos se quedaban por el camino, frenados por los agentes de seguridad que querían evitar altercados a las primeras de cambio.

Nadie podría decir que esto acabaría mal. Porque Cádiz y Oviedo se parecen demasiado. Comparten las mismas penas y la desgracia une.

De ahí que las dos hinchadas se hermanaban de manera simbólica, sin forzar. La asturiana es una ciudad futbolera, y eso se nota en que los días de partido muchos lugareños dejan la ropa habitual en su percha y desempolvan la camiseta de su equipo. Por la calle Gascona (la popular vía de la sidra), en la plaza de la Catedral, por las arterias principales de esta tierra se cruzaban los dos ejércitos cada cual con su uniforme.

Mensajes comunes, batalla de cánticos y muchas risas entre los seguidores que anteponían su pasión por el fútbol a todo lo demás. Con respeto y buen humor. Los ovetenses enseñaban a escanciar sidra a los recién llegados, con un cortejo de gaiteros y cabezudos en el que participaban varios cadistas.

Todos juntos emprendían el camino hacia el Carlos Tartiere. Se acercaba un momento cumbre: el recibimiento de los oviedistas al autobús de su equipo. En ese momento de máxima tensión, con decenas de miles de aficionados ocupando el mismo espacio, se producía una batalla campal que empañaba la jornada.

Los ultras del Oviedo cargaban con bengalas contra los seguidores amarillos de forma inesperada. Se sucedían las agresiones, que producían quemaduras en algunos cadistas aunque ningún herido de gravedad. Las fuerzas policiales intervenían, en opinión de muchos visitantes, demasiado tarde máxime cuando era un partido declarado de Alto Riesgo. Un susto gordo que caldeaba el ambiente. Ya nada sería igual.

En el estadio, las 30.000 gargantas locales resultaban demasiadas en la lucha contra las mil cadistas. Los azules echaban el resto. Un tifo enorme en el fondo radical, muy mejorable, y con un espectáculo más propio de América que de Europa, donde el deporte es más lúdico que pasional. El capitán Esteban salía el primero para espolear a la grada, que no necesitaba chispa para encenderse, y luego Arturo Elías, el yerno de Carlos Slim, se acercaba a la grada y se abrazaba con el portero.

Aún así el cadismo se dejaba escuchar. Y eso que les ponían la megafonía en su misma ubicación y a todo volumen para apagar esos gritos. No lo conseguían, y al final tanto los altavoces como los amarillos terminaban cantando La gran noche por Raphael.

El pique ya era abierto. Sin insultos pero con algunos cánticos cruzados. Había mucho en juego y cada uno tiró para casa, sin un final entre aplausos al rival, sin un ‘buen viaje de vuelta a casa’.

El reencuentro será dentro de una semana en Carranza. La temperatura ha subido algunos grados. Y con tanta tensión será difícil de enfriar.

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